HUÍDA A EGIPTO

 


 

#José tiene un sueño venido del cielo   

#Tenemos pronto que irnos de aquí... Huiremos al alba ¿Por qué huir? Un ángel me ha dicho: Toma al Niño y a su Madre y huye a Egipto   

#José anuncia a María que quieren matar al Niño   

#Se despiden de la dueña de la casa

 


 

Es de noche. José duerme en su camastro, en la pequeña habitación. Tiene un sueño plácido, cual lo tienen después del trabajo los hombres honrados y diligentes.

 

JOSÉ TIENE UN SUEÑO VENIDO DEL CIELO

 

Lo veo en la oscuridad del lugar, en que se ve apenas un rayo de luz que pasa por el agujerón de una especie de claraboya, no cerrada completamente, como si José tuviese calor en su habitación, o quisiese que ese rayo de luz le ayudase a calcular las horas y levantarse prontamente. Está acostado sobre un lado. Como que sonríe porque está viendo algo encantador, pero su sonrisa se cambia en angustia. Suspira profundamente como quien hace cuando está sufriendo una pesadilla y se despierta con sobresalto.

Se sienta sobre su camastro. Se restriega los ojos y mira a su alrededor. Mira hacia la ventanilla de donde viene ese rayo de luz. Es muy noche. Toma sus vestidos que estaban a los pies de la cama, y sin pararse, se los pone sobre la blanca túnica de mangas cortas.  Hace a un lado las cobijas, pone los pies en tierra y busca las sandalias. Se las pone. Se las amarra. Se pone en pie y va a la puerta que está enfrente de su cama, no a la que está al lado de ella, y que conduce al salón donde estuvieron los Magos. Toca despacio, quedo, apenas un tac-tac, con la punta de los dedos.

 

TENEMOS PRONTO QUE IRNOS DE AQUÍ... 

HUIREMOS AL ALBA

¿POR QUÉ HUIR?

 

UN ÁNGEL ME HA DICHO: TOMA AL NIÑO Y A SU MADRE 

Y HUYE A EGIPTO

 

Debe oír que se le dice que pase, porque abre con cuidado la puerta y la cierra sin hacer ruido. Antes de haber ido, encendió una lámpara pequeña de aceite, de una sola llama y con ella se ilumina. Entra. Es una habitación un poco más ancha que la suya, en la que hay un lecho cerca de la cuna, y una lamparita en un rincón que arde con su flamita que se mueve, y que parece una estrellita de luz tenue y dorada que ayuda a ver sin molestar a quien duerme.

María no está durmiendo. Está arrodillada orando cerca de la cuna con su vestido claro, vigilando a Jesús que tranquilo duerme. Jesús tiene la edad que vi tenía en la visión de los Magos. Un infante de cerca de un año, hermoso, rubicundo, dormido con su cabecita de rizos apoyada en la almohada y con una manita cerrada bajo su garganta.

"¿No estás durmiendo?" pregunta José en voz baja y misteriosa. "¿Por qué? ¿No está bien Jesús?"

"Sí. Está bien. Estaba orando. Pero después me voy a acostar. ¿A que viniste, José?" María habla siguiendo en la posición en que estaba.

José habla en voz muy baja para no despertar al Niño, pero agitada: "Tenemos que irnos pronto de aquí. Pero pronto. Prepara el cofre y un saco con cuanto puedas meter en él Yo prepararé lo demás, llevaré lo que pueda... Huiremos al alba. Lo haría antes, pero debo primero hablar con la dueña de casa..."

"¿Pero por qué huir?"

"Luego te lo diré más detalladamente. Se trata de Jesús. Un ángel me ha dicho: "Toma al Niño y a su madre y huye a Egipto". No hay que perder tiempo. Voy a preparar lo que puedo."

No hay necesidad de decir a María que no se pierda tiempo. Apenas oyó hablar de ángel, de Jesús, de la huída, comprendió que un peligro se cierne sobre su Hijo. Se ha puesto en pie. Su rostro es más blanco que una cera. Angustiada se lleva la mano a su pecho. Y ha empezado a moverse ligera y rápida, a poner los vestidos en el cofre y en un ancho saco que ha extendido sobre el lecho en donde aún no se había ni siquiera recostado. Ciertamente está angustiada pero no pierde la cabeza. Hace las cosas prontamente, pero en orden. Al pasar cerca de la cuna, mira a su Hijito que ignorante de lo que pasa, duerme.

"¿Quieres que te ayude?" pregunta algunas veces José al asomar su cabeza por entra la puerta semicerrada.

"No, ¡gracias!" responde siempre María. 

Solamente cuando el saco está listo y debe pesar, llama a José para que la ayude a cerrarlo y a bajarlo de la cama. José no quiere que se le ayude y lo hace por sí mismo. Lo toma y lo lleva a su habitación.

"¿Llevo también las cobijas de lana?" pregunta María.

"Las que más puedas. Las que sobren, se quedarán. Pero toma las que más puedas. Nos servirán... ¡porque el camino es largo, María!..." José siente en el alma el decir estas palabras. ¡Que se puede decir de María! Dobla los cobertores suyos y los de José y éste los ata con un lazo.

"Dejaremos las colchas y las esteras" dice mientras lía los cobertores. "Aunque voy a llevar tres borriquillos, no puedo cargarlos mucho. Nuestro camino es largo y duro, parte entre montes y parte por el desierto. Cubre bien a Jesús. Las noches serán frías tanto en una parte como en la otra. Llevo conmigo los regalos de los Magos porque nos servirán. Todo lo demás lo voy a vender para comprar dos borricos. No puedo devolverlos y por esto debo comprarlos. Voy sin esperar el alba. Sé dónde pueden buscarse. Tú termina de preparar todo." Y sale.

María recoge alguna cosilla. Después de haber visto otra vez a Jesús, sale y regresa con vestiditos todavía húmedos. Tal vez lavados el día anterior. Los dobla y envuelve en un lienzo y los pone con las demás cosas. No hay otra cosa más. Vuelve su mirada hacia un rincón y ve un juguete de Jesús: una ovejita hecha de madera. Lo toma con un sollozo y lo besa. En la madera se ven rastros de los dientecitos de Jesús y las orejas de la ovejita están todas mordisqueadas. María acaricia este juguete sin valor, hecho de madera pobre, pero que para Ella es de gran valor, porque le habla del cariño que José tiene por Jesús y le habla de su Hijito. Lo pone también junto a las demás cosas en el cofre cerrado.

Ahora no hay más. Sólo Jesús en su cunita. María piensa que es mejor preparar también al Niño. Va a la cuna, lo mueve un poco para despertarlo. El emite algo así como un refunfuño, y se voltea del otro lado durmiendo. María le acaricia sus rizos. Jesús abre la boquita con un bostezo. María se inclina y lo besa en la mejilla. Jesús se despierta. Abre sus ojitos. Ve a la Mamá, le sonríe y le extiende sus manecitas.

"Sí, vidita mía. Sí. Leche. Antes de lo acostumbrado... ¡Pero Tú, corderito mío siempre quieres mamar!"

Jesús ríe. Mueve sus piececitos fuera de las mantas. Mueve sus brazos con esas manifestaciones de alegría de los niños, que son tan bellas. Apoya sus piececitos contra el estómago de su Madre, se inclina en forma de arco y apoya también la cabecita rubia sobre su pecho, y se estrecha a él. Ríe y se ase con sus manitas al cordoncito que sostiene el vestido al cuello de María, tratando de desatarlo. Vestido con su camisoncito de lino se ve muy hermoso: es gordito, sonrosado como una flor.

María se inclina y en esta posición contra la cuna como si fuese protección, llora y sonríe al mismo tiempo. Mientras el Niño trata de balbucir algo, algo que parece asemejarse al sonido de "Mamá". La mira extrañado de verla llorar. Extiende una manecita hacia las lágrimas y se las acaricia. Es gracioso, se vuelve apoyar contra el pecho, y se encoge todo, acariciándolo con su manecita.

María le besa los cabellos. Se lo lleva al cuello. Se sienta, le pone el vestidito de lana; luego las pequeñitas sandalias. Da de mamar a Jesús que ávidamente come, y cuando le parece que del seno derecho llega poco, busca el izquierdo, y ríe al hacerlo, mirando de abajo a arriba a la Mamá. Luego se adormece con la cabeza sobre el pecho. Su mejilla rubicunda y gordita sigue todavía contra el seno blanco y redondo.

María se levanta poco a poco y lo pone sobre la colcha de su lecho. Lo cubre con su manto. Vuelve a la cuna y dobla las pequeñas mantas. Piensa si estará bien llevar el colchoncito. ¡Es tan pequeño! Se puede llevar. Lo pone con la almohadita, junto a las cosas que están sobre el cofre. Llora sobre la cuna vacía la pobre Madre, a quien persiguen al perseguir a su Hijo.

 

JOSÉ ANUNCIA A MARÍA QUE QUIEREN 

MATAR AL NIÑO

 

Regresa José. "¿Estás pronta? ¿Y Jesús? ¿Tomaste sus cobijitas, y su lecho? No podemos llevar la cuna, pero sí su colchoncito. ¡Pobre Niño a quien quieren matar!"

"¡José!" María da un grito y se ase al brazo de él.

"Sí, María, lo quieren matar. Herodes quiere verlo muerto... porque tiene miedo de él... por su reino humano tiene miedo de este Inocente esa fiera inmunda. No sé qué hará cuando sepa que Él ha huido. Estaremos ya lejos. No creo que se vengue, buscándolo hasta Galilea. Sería muy difícil que logre saber que somos galileos y menos de Nazaret, y quiénes somos exactamente. A menos que Satanás no lo ayude en agradecimiento de tener un fiel siervo. Pero... si esto llegase a suceder... Dios de todos modos nos ayudará. No llores, María. Me causa un gran dolor el verte llorar más que el tener que ir al destierro."

"Perdóname ¡José! No lloro por mí, ni por lo poco que pierdo. Lloro por ti... ¡Tanto que te has sacrificado! Ya no vas a tener ahora clientes, ni casa. ¡Cuánto te cuesto, José!"

"¿Cuánto? No, María. No me cuestas. Me consuelas. Siempre. No pienses en el mañana. Tenemos lo recibido de los Magos. Nos servirá en los primeros meses. Buscaré trabajo. Un obrero honrado y capaz se abre paso inmediatamente. Ya viste aquí. No me alcanzan las horas para terminar los trabajos que tengo."

"Lo sé. ¿Pero quién te consolará en la nostalgia?"

"¿Y a ti, quién de la nostalgia de esa casa que tanto quieres?"

"Jesús. Teniéndolo a Él, tengo todavía lo que poseí."

"Y yo, teniendo a Jesús, tengo la patria, que hasta hace pocos meses siempre he esperado volver a ver. Tengo a mi Dios. Ves que no dejo nada de lo que me está en el corazón sobre todo. Basta salvar a Jesús y todo lo demás no importa. Aunque no viéramos mas este cielo, estas campiñas, ni aquellas más queridas de Galilea, siempre tendremos todo, porque lo tendremos a Él. María, que el alba ya empieza. Es hora de despedirnos de la dueña y de cargar nuestras cosas. Todo saldrá bien."

María se levanta obediente. Se envuelve en su manto, mientras José hace el último envoltorio que se lo carga.

María toma delicadamente al Niño, lo envuelve en un chal y lo estrecha al corazón. Mira las paredes que le dieron hospitalidad por tantos meses y con una mano las toca. ¡Dichosa casa, que mereció que María la hubiese amado y bendecido!

 

SE DESPIDEN DE LA DUEÑA DE LA CASA

 

Sale, atraviesa la habitación que era de José, entra en el salón. La dueña de la casa con lágrimas la besa y saluda. Levanta una extremidad del chal, besa en la frente al Niño que tranquilo duerme. Bajan por la escalera exterior.

Ya se acerca el primer claror del alba con el que se puede ver algo. En la poca luz se distinguen tres borriquillos. El más robusto carga los trastos y vestidos. Los otros tienen silla. José se las ingenia para acomodar hasta el cofre y los envoltorios sobre el primero. Veo que arriba van bien atados sus utensilios de carpintero. Nuevamente despedidas y lágrimas. María sube a su borriquillo mientras la dueña tiene a Jesús en su cuello y lo besa nuevamente. Luego se lo da a María. Sube también José, que lleva amarrado su asno al que va cargando con las cosas, para poder llevar de las riendas al de Maria.

Salen de Belén que todavía recuerda la llegada pomposa de los Magos, y que ahora duerme tranquila, ignorante de lo que le espera.

I. 197-201

A. M. D. G.