LA VIGILIA DE PASCUA EN EL TEMPLO

 


 

#Encuentran a Judas en el Templo  

 #Jesús... oh, ¡qué rostro tiene Jesús! De verdadero sufrimiento y de juicio severo.   

#"La paz sea contigo, Judas de Simón." "Mucho placer en encontrarte aquí... tengo algo que decirte..." "Habla"  

 "¿Por qué despreciaste ayer a Simón y a Mí con él, y con nosotros a José de Arimatea, a tus compañeros, a mi Madre y a las demás mujeres?"   

#Os ruego que olvidéis este incidente, como Yo también me esfuerzo en hacerlo. Os ordeno que no digáis nada a Simón de Jonás, ni a Juan de Endor, ni al pequeño.  

 #También que soy hijo de la Ley, y que soy feliz, y que siempre lo recuerdo, y que no llore por mí, ni por mi mamá. La tengo cerca de mí, y también él la tiene cual un ángel, y siempre la tendrá

 


 

La vigilia de la Pascua. Solo con sus discípulos porque la mujeres no se han unido al grupo, Jesús espera que regrese Pedro que ha llevado el cordero pascual al sacrificio. Mientras están esperando y Jesús está hablando al niño Salomón, he ahí a Judas que atraviesa el gran patio. Está con un grupo de jóvenes. Habla con grandes gestos y ademanes de un hombre de valer. Su manto se mueve continuamente, y se lo compone, y se lo compone con movimientos de sabio... me imagino que Cicerón no haría tanto alarde cuando pronunciaba sus discursos...

 

Encuentran a Judas en el Templo

 

"Mira, allá está Judas" dice Tadeo.

"Está con un grupo de "saforim" (escribas)" aclara Felipe.

Tomás agrega: "Voy a oír qué está diciendo" y se va, sin esperar a que Jesús diga su acostumbrado "no"

Jesús... oh, ¡qué rostro tiene Jesús! De verdadero sufrimiento y de juicio severo. Marziam que lo estaba mirando desde el principio, con un tinte de tristeza y de dulzura al hablarle del gran rey de Israel, nota ese cambio y como que se espanta. Sacude la mano de Jesús como para que vuelva en sí. Le dice; "¡No mires! ¡No mires! Mírame a mí que te quiero mucho..."

Tomás logra acercarse a Judas sin que este lo vea y lo sigue por algunos metros. No sé lo que oiga, lo único que sé es que se le escapa una exclamación imprevista que hace que varios dirijan a él sus ojos y sobre todo Judas, que se pone pálido de ira: "Pero ¡cuántos Maestros ha tenido jamás Israel! ¡Me congratulo contigo, nueva luz de sabiduría!"

"No soy una piedra, sino una esponja, y absorbo. Y cuando lo exige el deseo de los que tienen hambre de sabiduría, entonces me exprimo para darme a todos con los jugos de vida." Judas tiene aire orgulloso y despectivo.

"Parecen un eco fiel. Pero este para que subsista debe estar cerca de la Voz. De otro modo muere, amigo. Tú me parece que te alejas. El está allí. ¿No vienes?"

Judas cambia de color. Su cara, como en uno de sus peores momentos refleja ira y es repugnante pero se domina y dice: "¿Cómo estáis amigos? Heme aquí. Tomás, querido amigo mío. Vamos pronto a donde está el Maestro. No sabía que estuviese en el Templo. Si lo hubiese sabido me hubiera puesto a buscarlo" y pasa un brazo por la espalda de Tomás, como si experimentase por él un cariño grande.

Tomás, complaciente, pero nada de tonto, no se deja engatusar con estas palabras y con algo de sorna pregunta: "¿Cómo? ¿No sabes que es Pascua? ¿Crees que el Maestro no sea fiel a la Ley?"

"¡Oh, no se trata de eso! El año pasado se mostraba, hablaba... me acuerdo precisamente que en este día me atrajo por su energía de rey... ahora... me parece como si hubiera perdido su fuerza. ¿No te parece?"

"A mí no. Me parece como que alguien hubiese perdido crédito."

"En su misión. Lo dices bien."

"No. Entiendes mal. Ha perdido el crédito en los hombres. Y tú eres uno de los que contribuye a ello. ¡Deberías avergonzarte!" Tomás está serio. Su "deberías avergonzarte" suena como una bofetada.

"¡Mira cómo hablas!" amenaza Iscariote.

"Mira cómo obras. Somos dos judíos, sin testigos y por eso hablo. Y te vuelvo a decir: "Deberías avergonzarte", y ahora cállate. No te quieras dar baños de santo ni ponerte a llorar, porque de otro modo hablo ante todos. Mira allí l Maestro y a los compañeros. ¡Pórtate bien!"

"La paz sea contigo, Maestro..."

 

"La paz sea contigo, Judas de Simón."

 "Mucho placer en encontrarte aquí... tengo algo

 que decirte..." 

"Habla"

 

"La paz sea contigo, Judas de Simón."

"Mucho placer en encontrarte aquí... tengo algo que decirte..."

"Habla"

"Pero... quiero decirte... ¿No me puedes escuchar aparte?"

"Estás entre los compañeros."

"Pero yo quisiera hablarte a Ti solo."

"En Betania estoy a solas con quien quiere y me busca, pero tú no lo haces. Me huyes..."

"No, Maestro, no puedes afirmarlo

 

"¿Por qué despreciaste ayer a Simón y a Mí con él,

 y con nosotros a José de Arimatea, a tus compañeros,

 a mi Madre y a las demás mujeres?"

 

 "¿Por qué despreciaste ayer a Simón y a Mí con él, y con nosotros a José de Arimatea, a tus compañeros, a mi Madre y a las demás mujeres?"

"¿Yo? ¡Si no los vi!"

"No nos quisiste ver. ¿Por qué no viniste, como lo habíamos acordado, para bendecir al Señor por un inocente al que la Ley ha acogido? ¡Responde! No sentiste ni siquiera la necesidad de mandar avisar que no vendrías".

"¡Ahí viene mi padre!" grita Marziam que divisa a Pedro que regresa con su cordero degollado, sin las entrañas, envuelto en su piel. "¡Oh! ¡Con él vienen Miqueas y los demás (Son los pastores, compañeros del abuelo de Yabé)! Voy... ¿Puedo ir a su encuentro para preguntarles algo de mi viejo padre?"

"Ve, hijo" dice Jesús acariciándolo. Y luego, tocando a Juan de Endor por la espalda le dice: "Te ruego que lo acompañes y lo entretengas un poco" De nuevo se dirige a Judas: "Responde pues. Te espero."

"Maestro... un compromiso inesperado.. que no podía menos que... me pudo mucho... pero..."

"Pero ¿no había en toda Jerusalén alguien que pudiese notificarnos tu excusa, en el supuesto de que tuvieses una? y esto ya era falta. Te recuerdo que hace poco un hombre dejó de ir a enterrar a su padre por seguirme, y que estos hermanos míos, dejaron en medio de las maldiciones la casa paterna por seguirme, y que Simón y Tomás, Andrés, Santiago, Juan, Felipe y Natanael dejaron su familia y Simón Cananeo su riqueza para dármela y Mateo su vida pecaminosa por seguirme. Así podría enunciarte cien más. Hay quien abandona su vida, la vida misma por seguirme en el reino de los cielos. Pero ya que no eres generoso, procura ser a lo menos educado. No tienes caridad, pero a lo menos se caballeroso. Imita, pues te gustan, los falsos fariseos que me traicionan, mostrándose educados. Tu obligación era no comprometerte para estar con nosotros, para no ofender a Pedro, al que ordeno que todos respetéis. ¡Si al menos hubieses llegado a mandar un aviso!"

"He faltado. Pero ahora venía con intenciones de buscarte para decirte, que, siempre por la misma razón, mañana no podré venir... ¿Sabes?... tengo amigos de mi padre y me... "

"Basta. Vete con ellos. ¡Adiós!"

"Maestro... ¿estás enojado conmigo? Me dijiste que serías como mi padre... soy un joven atolondrado, pero un padre perdona..."

"Te perdono, sí. Pero vete. No hagas esperar más a los amigos de tu padre así como no hago esperar más a los amigos del santo Jonás."

"¿Cuándo partirás de Betania?"

"Al fin de los Ácimos. Adiós."

Jesús le da la espalda y se dirige a los campesinos que contemplan extáticamente al transformado Marziam. Da unos cuantos pasos, luego se detiene, por lo que dice Tomás: "¡Por Yahvé! Quería verte con la energía de un rey y te ha visto..."

 

Os ruego que olvidéis este incidente, 

como Yo también me esfuerzo en hacerlo. 

 

Os ordeno que no digáis nada a Simón de Jonás, 

ni a Juan de Endor, ni al pequeño.

 

"Os ruego que olvidéis este incidente, como Yo también me esfuerzo en hacerlo. Os ordeno que no digáis nada a Simón de Jonás, ni a Juan de Endor, ni al pequeño. Por motivos que comprendéis fácilmente, no está bien causar aflicción ni escándalo a los tres. Silencio en Betania, con las mujeres. Está mi Madre, recordadlo".

"Puedes estar seguro, Maestro".

"Haremos todo lo posible para repararlo".

"Y para consolarte" dicen todos.

"Gracias... ¡Oh! La paz sea con todos vosotros. Isaac os encontró. Estoy contento. Gozad en paz de vuestra Pascua. Mis pastores serán otros tantos hermanos buenos con vosotros. Antes de que partan, Isaac, acompáñalos. Los quiero bendecir una vez más. ¿Habéis visto al niño?"

"Oh, ¡Maestro! ¡Qué guapo está! ¡Tiene ya color! ¡Oh, lo diremos al viejo! Qué feliz se sentirá. Este justo nos dijo que Yabé ahora es su hijo...¡Una providencia! ¡Todo se lo contamos, todo!"

 

También que soy hijo de la Ley, y que soy feliz, 

y que siempre lo recuerdo, y que no llore por mí, 

ni por mi mamá. 

 

La tengo cerca de mí, y también él la tiene 

cual un ángel, y siempre la tendrá

 

"También que soy hijo de la Ley, y que soy feliz, y que siempre lo recuerdo, y que no llore por mí, ni por mi mamá. La tengo cerca de mí, y también él la tiene cual un ángel, y siempre la tendrá, y también ahora y a a hora de la muerte, y si Jesús para ese entonces ya abrió las puertas del Cielo, entonces, mi mamá más hermosa que un ángel, vendrá al encuentro de mi viejo padre y lo conducirá a Jesús. El así lo dijo. ¿Se lo diréis? ¿Lo sabréis decir bien?"

"Sí, Yabé".

"No me llamo Yabé. Me llamo ahora Marziam. La Mamá del Señor me dio este nombre. Es como si pronunciase este nombre. Me quiere mucho. Me acuesta cada noche y me hace recitar las oraciones que hacía recitar a su Niño. Me despierta con un beso, me viste y me enseña muchas cosas. También El. Pero entran tan suave que no los siento. ¡Mi Maestro!" y el niño se estrecha a Jesús con tal acto de adoración y de amor que conmueve.

"Le diréis todo esto y también que no pierda las esperanzas. Este ángel ruega por él y Yo lo bendigo. También a vosotros os bendigo. La paz sea con vosotros".

Los grupos se separan, y se va cada uno por su lado.

III. 375-379

A. M. D. G.