PREDICACIÓN Y MILAGROS EN ASCALÓN

 


 

#Se encuentra Jesús con los apóstoles. Judas y Bartolomé refieren lo mal que lo pasaron  

 #Nosotros, esto es, Simón de Jonás, Felipe y yo, nos fuimos en dirección de la torre que da al mar.  

 #Pero de una calle se oyeron gritos de personas armadas con bastones y piedras. Nos vieron y reconocieron por el vestido como a forasteros, y por forasteros y por tales nos tomaron. Si no nos hubieran protegido los de la nave, no estaríamos para contarlo   

#Simón Zelote tiene hasta un sobresalto al oír estas palabras. Mira a Jesús que calla  

 #Juan fue entre los de la clase ínfima: los pescadores que llevan el pescado al mercado. Y mira este saco húmedo. Es del pescado más sabroso. Gastaron su ganancia en dárnoslos.   

#Tú de los profetas extrajiste aspereza, él dulzura. Porque en resumidas cuentas, la misma aspereza de ello es amor, exclusivo, violento, si quieres, pero siempre amor por las almas que querrían que fuesen fieles al Señor.   

#Fuimos por donde están los astilleros, los calafateadores. También nosotros hemos preferido ir a donde están los pobres, pero también había ricos filisteos que vigilaban   

#Que tenemos un mismo origen y fin y una esperanza, no común, sino llena de amor, de poder llevarlos a la casa del Padre y llamarlos "hermanos" en la eternidad, en medio de la suprema alegría del cielo.   

#"Pues bien" dice Jesús consoladoramente, "otra vez Judas lo hará mejor. "El creyó que haría bien de ese modo. Como obró con fin honesto no cometió ningún pecado. Estoy también contento de él. Hacerla de apóstol no es fácil.  

 #"¿Yo?" He paseado. Con el silencio dije a una prostituta: "Deja tu pecado". Encontré a un niño, pilluelo como el que más, y lo evangelice intercambiándonos regalos.   

#"Iréis a la casa y buscaréis a la niña. No hay más que ella. No os equivocaréis. Le daréis esta bolsa y le diréis: "Esta te la manda Dios porque has sabido creer. Para ti, tu mamá y hermanitos".

 


 

Los grupos de los apóstoles, obedientes a las órdenes recibida, uno tras otro vienen a la puerta de la ciudad. Jesús no ha llegado todavía. Pero poco después llega por un vericueto que corre a lo largo de la muralla.

"El Maestro debió de haber tenido buena suerte" dice Mateo. "Mirad como sonríe."

Le salen al encuentro y juntos salen por la puerta al camino principal que bordea las hortalizas del arrabal.

 

Se encuentra Jesús con los apóstoles

Judas y bartolomé refieren lo mal que lo pasaron

 

Jesús les pregunta: "Y bien. ¿Qué tal os fue? ¿Qué hicisteis?"

"Muy mal" responden Iscariote y Bartolomé.

"¿Por qué? ¿qué os sucedió?"

"Que por poco nos apedrean. Tuvimos que escapar. Vámonos de esta país de bárbaros. Regresemos a donde nos aman. Aquí no hablo más. no quería hablar. Pero luego me dejé convencer y Tú no me entretuviste. Y Tú sabes todo..." Iscariote está irritado. 

"Pero ¿qué te pasó".

"Me fui con Mateo, Santiago y Andrés. Nos fuimos a la plaza de los Juicios, porque allí hay gente que escucha mientras tenga tiempo que perder. Habíamos decidido que hablaría Mateo, el más apto para hablar a publicanos y a sus clientes. El comenzó diciendo a dos que litigaban por un campo de una herencia embrollada: "No odiéis por lo que muere, y por lo que no podéis llevaros a la otra vida. Amaos para poder gozar de los bienes eternos que se obtienen tan sólo con sujetar las malas pasiones y de este modo ser vencedores y poseedores del bien". Así dijiste, ¿no es verdad? y luego continuó, mientras dos o tres se acercaron a oírlo: "Escuchad a la Verdad que enseña esto al mundo para que el mundo tenga paz. Sois testigos de que se sufre por esto. Por este interés desmesurado de las cosas que perecen. Pero la tierra no lo es todo. Existe también el cielo, y en el cielo está Dios. Así como en la tierra está ahora su Mesías, que nos mandó a anunciaros que el tiempo de la misericordia ha llegado, y que no hay pecador que pueda decir: 'Yo no seré escuchado', porque si alguien se arrepiente verdaderamente, se el escucha, es amado, y se le invita al reino de Dios".

Se había ya juntado mucha gente. Unos escuchaban con respeto, otros hacían preguntas, perturbando a Mateo. Yo no vuelvo a dar respuesta para no echar a perder el discurso. Hablaré y responderé en particular. Que se conserven en su cabeza lo que queramos decir y que se callen. Pero Mateo quiso responder al punto... y también a nosotros nos hacían preguntas. Había también alguien que maliciosamente sonreía: "¡He aquí a otro loco! Claro que viene de la guarida de Israel. Los judíos son una grama que se extiende a todas partes. ¡He ahí sus eternas fábulas! Ellos tiene como cómplice a Dios. ¡Oídlos! Está en el filo de la espada y en el veneno de la lengua. ¡Oíd! ¡Oíd! Ahora sacan a relucir a su Mesías. Otro frenético que nos atormentará como en siglos anteriores. ¡Mueran Él, y su raza!".

Entonces perdí la paciencia. Hice a un lado a Mateo que continuaba hablando como si nada, si le estuvieran brindando honores, y comencé a hablar yo. Tomé a Jeremías como punto de mi discurso: "He aquí que suben las aguas del septentrión y se convertirán en un torrente que inunda...". "A su estruendo" dije "el castigo de Dios que caerá sobre vosotros raza perversa, hará estrépito como torrentes de agua. Y por su parte habrá armas y habrá soldados de la tierra y celestiales honderos, todo bajo las ordenes de los jefes del pueblo de Dios para castigar vuestra terquedad, a su estruendo perderéis toda fuerza. Caerán orgullosos, corazones, brazos, cariños, todo. Seréis exterminados, vanguardia de la isla del pecado, puerta del infierno. ¿Os habéis hecho orgullosos porque Herodes os ha reconstruido la ciudad? Pero seréis arrasados, hasta que os hagáis calvos sin esperanza. Seréis castigados en vuestras ciudades y poblados, en los valles y en las llanuras. La profecía no ha muerto todavía..." y quería continuar, pero se nos arrojaron, y solo por una caravana que providencialmente pasaba por una calle, pudimos salvarnos, porque las piedras empezaban a volar. Dieron las piedras contra camellos y camelleros. Se trabó una riña, y pudimos emprender las de Villadiego. Luego nos quedamos quietos en un patio de las afueras de la ciudad. ¡Ah! No vuelvo más aquí..."

 

Nosotros, esto es, Simón de Jonás, Felipe y yo,

 nos fuimos en dirección de la torre que da al mar.

 

"Pero, perdona... los ofendiste. ¡La culpa es tuya! ¡Ahora se comprende por qué llegaron a tan hostiles medios para arrojarnos!" exclama Natanael. Y continúa: "Escucha, Maestro. Nosotros, esto es, Simón de Jonás, Felipe y yo, nos fuimos en dirección de la torre que da al mar. Había allí  marineros y dueños de naves que cargaban sus mercancías para Chipre, Grecia y hasta para lugares más lejanos. Maldecían contra el sol, el polvo, el cansancio. Blasfemaban de su suerte de filisteos, de esclavos. Blasfemaban contra los profetas y el templo y contra todos nosotros. Me quería retirar, pero Simón no quiso: "No, al revés. Son exactamente estos pecadores a quienes debemos acercarnos. El Maestro lo haría y también nosotros debemos hacerlo". "Habla tú, entonces" dijimos Felipe y yo. "¿Y si no lo sé hacer?" contestó Simón. "Entonces te ayudaremos" respondimos.

Simón, pues, fue sonriente hacia dos que, sudando se habían sentado sobre un gran fardo, que no lograban llevar a la nave. Dijo: "Está pesado ¿no es verdad?" "Más que pesado es que estamos cansados. Debemos terminar la carga porque el patrón lo ha ordenando. Quiere zarpar en las horas de bonanza, porque esta noche el mar estará intranquilo, y es menester haber pasado los escollos, para no peligrar". "¿Escollos en el mar?". "Si allí donde el agua está bullendo. Lugares peligrosos". "Corrientes, ¿no?... ¡Entiendo! El viento del sur da vuelta por la punta y allí se encuentra con la corriente..." "¿Eres marinero?". "Pescador de agua dulce. Pero el agua siempre es agua, y el viento viento. He bebido más de una vez, y la carga se me ha ido al fondo varias veces. Es un trabajo hermosos pero duro. En todas las cosas hay siempre su lado bello y su lado feo; su lado bueno y lado malo. Ningún lugar está hecho de solo malos, ni ninguna raza es toda cruel. Con un poco de buena voluntad se pone uno siempre de acuerdo y se encuentra que por todas partes hay gente buena. ¡Ea! Os quiere ayudar" y Simón llamó a Felipe diciendo: "¡Fuerzas se necesitan! coge de allí y yo de aquí, y esta buena gente nos lleva allá, a su nave, a las bodegas.

"Los filisteos no querían, pero después consintieron. Puestas en su lugar la carga y otras que había en el puente, Simón se puso a alabar la nave, como él sabe hacerlo, a alabar el mar, la ciudad tan hermosa vista desde el mar, a interesarse de la navegación marina, de ciudades de otras naciones. Y todos a su alrededor, todos le agradecían y lo alababan... Hasta que uno preguntó. "¿De dónde eres tú? ¿Nilótico?". "No, del mar de Galilea. Como veis no soy un tigre". "Es verdad. ¿Buscabas trabajo?". "Sí". "Yo te contrato si quieres. Veo que eres un marino capaz" dijo el patrón. "Yo al revés te contrato a ti". "¿A mí? Pero ¿no has dicho que andabas en busca de trabajo?". "En verdad: mi trabajo es llevar hombres al Mesías de Dios. Tú eres un hombre, y por lo tanto, un trabajo mío". "Pero ¡yo soy filisteo!"."¿Y... qué? ¿Qué quiere decir?". "Quiere decir que nos odiáis, nos perseguís desde remotos tiempos. Lo han dicho siempre vuestros jefes...". "Los profetas... ¿no es eso? Pero ahora los profetas son voces que no gritan más. Ahora existe solo el Único grande y Santo, Jesús. No grita sino que llama con voces de amigo. No odia. No quiere que alguien odie. El ama a todos y quiere que amemos aun a nuestros enemigos. En su reino, no habrá más vencidos ni vencedores; no habrá libres y esclavos; ni amigos y enemigos. No existirán más esas discriminaciones que causan tanto mal, que han nacido de la perversidad humana. Tan sólo estarán sus seguidores, esto es, la gente que vive en el amor, en la libertad, en la victoria de todo lo que es peso y dolor. Os ruego que queráis creer a mis palabras y a tener deseo de Él. Las profecías fueron escritas, pero Él es más grande que los profetas; y para quien ama, las profecías han dejado de existir. ¿Veis esta hermosa ciudad vuestra? La encontraréis otra vez más bella en el cielo si lográis amar a nuestro Señor Jesús, el Mesías de Dios".

 

Pero de una calle se oyeron gritos de personas armadas

con bastones y piedras. 

 

Nos vieron y reconocieron por el vestido 

como a forasteros, y por forasteros y por tales nos tomaron.

 Si no nos hubieran protegido los de la nave, 

no estaríamos para contarlo

 

Así estuvo hablando Simón, bonachón e inspirado al mismo tiempo. Todos le escuchaban con atención y respeto. Sí, con respeto. Pero de una calle se oyeron gritos de personas armadas con bastones y piedras. Nos vieron y reconocieron por el vestido como a forasteros, y por forasteros -ahora entiendo- de tu misma raza, Judá, y por tales nos tomaron. Si no nos hubieran protegido los de la nave, no estaríamos para contarlo. Nos bajaron en una chalupa y nos llevaron por el mar. Nos hicieron bajar en la playa cerca de los jardines del sur, y de allá nos vinimos junto con los que cultivan las flores para los ricos de acá. Pero tú, Judas, echaste a perder todo. ¿Es esa la manera de decir insolencias?"

"Es la verdad."

"Hay que saber usarla. Tampoco Pedro dijo mentira alguna pero ¡supo hablar!" replica Natanael.

"¡Oh, yo! Traté de ponerme en el caso del Maestro, pensando "El se portaría así, muy dulce. Entonces... yo..." dice con sencillez Pedro.

Yo prefiero los modales majestuosos. Son más propios de reyes."

"Tu acostumbrada idea. Estás equivocado, Judas. Hace un año que el Maestro te va corrigiendo este modo de pensar, pero no haces caso de ello. Tú también estás obstinado en el error como los filisteos sobre los que te arrojas" le reprende Simón Zelote.

"¿Cuándo me ha corregido por eso? Y luego cada uno tiene su modo de ser y debe usarlo."

 

Simón Zelote tiene hasta un sobresalto 

al oír estas palabras. Mira a Jesús que calla

 

Simón Zelote tiene hasta un sobresalto al oír estas palabras. Mira a Jesús que calla, y que le responde con una sonrisa como que está de acuerdo.

"No es una razón esta" dice calmadamente Santiago de Alfeo y continúa: "Nosotros ¿no estamos aquí para corregirnos antes que corregir? El Maestro ha sido primero nuestro Maestro. No lo habría sido si no hubiese querido que cambiásemos nuestras costumbres e ideas." "Era Maestro por la sabiduría."

"¿Era?...¡Es!" dice serio Tadeo.

"¡Cuántas cavilaciones! Es. Sí. Es."

"Y también es de todos los demás Maestro, no sólo por la sabiduría. Su enseñanza se dirige a todo lo que hay en nosotros. El es perfecto, nosotros imperfectos. Esforcémonos, pues, a serlo" aconseja con dulzura Santiago de Alfeo.

 

Juan fue entre los de la clase ínfima:

 los pescadores que llevan el pescado al mercado.

 Y mira este saco húmedo. 

Es del pescado más sabroso. 

Gastaron su ganancia en dárnoslos.

 

"No veo haber cometido culpa alguna. Es que son una raza maldita. Todos son perversos." "No. No puedes afirmar" interrumpió Tomás. "Juan fue entre los de la clase ínfima: los pescadores que llevan el pescado al mercado. Y mira este saco húmedo. Es del pescado más sabroso. Gastaron su ganancia en dárnoslos. Por miedo de que no estuviese fresco por la tarde el de la mañana. Volvieron al mar, y quisieron que estuviésemos con ellos. Me parecía estar en el lago de Galilea y te aseguro que si el lugar parecía recordarlo, lo parecían las barcas llenas de caras atentas. Mucho más lo recordaba Juan. Parecía otro Jesús. Las palabras de su boca sonriente le salían dulces como la miel. Su cara brillaba como otro sol. Cómo se parecía a Ti, Maestro! Yo estaba conmovido. Estuvimos por tres horas en el mar, en espera de que las redes extendidas sobre las boyas, estuviesen llenas de peces, y fueron tres horas de felicidad. Querían verte pero Juan dijo: "Os doy la cita en Cafarnaum" algo así como si hubiese dicho: "Os doy la cita en la plaza de vuestra ciudad". Y con todo, prometieron: "Iremos" y tomaron nota. Tuvimos que luchar para que no nos cargasen con tanto pescado. Nos dieron hasta del más fino. Vamos a cocerlo. Esta noche un buen banquete, para rehacernos del ayuno de ayer."

"Pero ¿que dijiste pues?" pregunta cortado Iscariote.

"Nada especial. Hablé de Jesús" responde Juan.

"A la manera como tú hablaste. También Juan citó los profetas. Pero los puso al revés" explica Tomás.

"¿Al revés? ¿de cabeza?" pregunta sorprendido Iscariote.

 

Tú de los profetas extrajiste aspereza, él dulzura. 

Porque en resumidas cuentas, la misma aspereza de ello 

es amor, exclusivo, violento, si quieres, 

pero siempre amor por las almas 

que querrían que fuesen fieles al Señor.

 

"Sí. Tú de los profetas extrajiste aspereza, él dulzura. Porque en resumidas cuentas, la misma aspereza de ello es amor, exclusivo, violento, si quieres, pero siempre amor por las almas que querrían que fuesen fieles al Señor. No sé si lo has pensado, tú, el alumno de escribas. Yo sí, bien que sea orfebre. También el oro se bate y e pone al fuego, pero para hacerlo más bello. No por odio, sino por amor. Así los profetas con las almas. Yo lo entiendo, probablemente porque soy orfebre. Cito la profecía de Zacarías referente a Adrac y Damasco llegando al punto: "A la vista de esto Ascalón será tomada de espanto y Gaza se encontrará en gran duelo y también Acarón porque se ha desvanecido su esperanza. Gaza no tendrá más rey", se puso a explicar como todo esto ha sucedido porque el hombre se ha separado de Dios, y hablando de la venida del Mesías, que es perdón de amor, prometió que de una realeza pobre, como los hijos de la tierra se auguran para sus naciones, los hombres que siguieren al Mesías en su doctrina, llegarán a poseer una realeza eterna e infinita en el cielo. Decirlo es nada, pero ¡oírlo! Parecía como si se escuchase una música y que fuese uno transportado por los ángeles; mira que los profetas que te dieron de palos, a nosotros nos dieron pescado exquisito."

Judas guarda silencio desconcertado.

"¿Y vosotros?" pregunta el Maestro a sus primos y a Zelote.

 

Fuimos por donde están los astilleros, 

los calafateadores. También nosotros hemos preferido 

ir a donde están los pobres, 

pero también había ricos filisteos que vigilaban

 

"Fuimos por donde están los astilleros, los calafateadores. También nosotros hemos preferido ir a donde están los pobres, pero también había ricos filisteos que vigilaban la construcción de sus navíos. No podíamos decir quién debía hablar, y lo decidimos como los niños, con puntos. Judas sacó siete dedos, yo cuatro, Simón dos. Tocaba pues a Judas. Y habló" explica Santiago de Alfeo.

"¿Qué dijiste?" preguntan todos.

 

Que tenemos un mismo origen y fin y una esperanza,

 no común, sino llena de amor, 

de poder llevarlos a la casa del Padre 

y llamarlos "hermanos" en la eternidad, 

en medio de la suprema alegría del cielo.

 

 "Me di a conocer francamente por lo que soy. Les dije que les rogaba por su gran hospitalidad que acogiesen la palabra de un peregrino que venía con ellos, como otros tantos hermanos. Que tenemos un mismo origen y fin y una esperanza, no común, sino llena de amor, de poder llevarlos a la casa del Padre y llamarlos "hermanos" en la eternidad, en medio de la suprema alegría del cielo. Dije después: "Está dicho en Sofonías, nuestro Profeta: 'La región del mar será lugar de pastores... allí tendrán sus pastizales y por la tarde descansarán en las casas de Ascalón' ". Desarrollé el pensamiento diciendo: "El Pastor supremo ha llegado entre vosotros, no está armado de flechas, sino de amor. Os extiende los brazos, os señala sus santos pastizales. No recuerda el pasado sino para compadecer a los hombres por el mal que se hacen y se han hecho, como niños tontos, con el odio, mientras habrían podido hacer desaparecer tanto dolor amándose mutuamente, porque son hermanos. Esta tierra "he dicho" será lugar de pastores santos, los siervos del pastor supremo que ya saben que aquí tendrán sus pastizales más fértiles y los rebaños mejores, y su corazón, en la tarde de su vida podrá descansar, pensando en vuestros corazones, en los de vuestros hijos, más familiares que las casas de amigos porque tendrán como patrón a Jesús, nuestro Señor". Me entendieron, me preguntaron, mejor dicho, nos preguntaron. Y Simón ha referido su curación, mi hermano tu bondad para con los pobres. La prueba aquí está. Cinco gruesas bolsas para los pobres que encontramos por el camino. Tampoco a nosotros los profetas nos hicieron ningún mal."

Iscariote no dice ni siquiera esta boca es mía.

 

"Pues bien" dice Jesús consoladoramente, 

"otra vez Judas lo hará mejor.

 "El creyó que haría bien de ese modo.

Como obró con fin honesto no cometió ningún pecado. 

Estoy también contento de él. 

Hacerla de apóstol no es fácil. 

 

"Pues bien" dice Jesús consoladoramente, "otra vez Judas lo hará mejor. "El creyó que haría bien de ese modo. Como obró con fin honesto no cometió ningún pecado. Estoy también contento de él. Hacerla de apóstol no es fácil. Se aprende después. Una cosa me desagrada y es de no haber visto antes ese dinero y de no haberos encontrado. Me hubieran servido para socorrer a una familia desgraciada."

"Podemos regresar. Todavía es temprano... pero, perdona, Maestro ¿cómo la encontraste? Tú, ¿qué hiciste? ¿De veras nada? ¿No has evangelizado?"

 

"¿Yo?" He paseado. 

Con el silencio dije a una prostituta: "Deja tu pecado".

 Encontré a un niño, 

pilluelo como el que más, 

y lo evangelice intercambiándonos regalos. 

 

"¿Yo?" He paseado. Con el silencio dije a una prostituta: "Deja tu pecado". Encontré a un niño, pilluelo como el que más, y lo evangelice intercambiándonos regalos. Le di la hebilla que María Salomé me había puesto en el vestido allá en Betania, y me dio esta trabajo suyo." Jesús se saca del vestido el muñeco caricaturesco. Todos lo miran y se echan a reír. "Luego fue a ver los primorosos tapetes que hace uno de Ascalón para venderlos en Egipto y en otras partes... luego consolé a una niña sin padre, y le curé a su madre."

"¿Y te parece poco?"

"Sí. Porque tenía también necesidad de dinero y no lo tuve."

"Vayamos adentro nosotros... los que no dimos molesta nadie" dice Tomás.

"¿Y tus pescados?"  dice con burla Santiago de Zebedeo.

"¿El pescado? Aquí está. Vosotros que ... tenéis encima el anatema, id a la casa del viejo que nos hospeda y comenzad a prepararlo. Nosotros vamos a la ciudad."

"Sí" dice Jesús. "Pero yo os muestro la ciudad de lejos. Habrá gente. Yo no voy. Me entretendrían. No quiero disgustar al que nos da hospedaje, faltando a su invitación. La descortesía es siempre una acción que falta a la caridad."

Iscariote baja la cabeza más y se pone morado. Cambia tantas veces de color cuantas veces ha caído en esa falta.

 

"Iréis a la casa y buscaréis a la niña. 

No hay más que ella. 

No os equivocaréis. 

Le daréis esta bolsa y le diréis:

"Esta te la manda Dios porque has sabido creer. 

Para ti, tu mamá y hermanitos".

 

Jesús continúa: "Iréis a la casa y buscaréis a la niña. No hay más que ella. No os equivocaréis. Le daréis esta bolsa y le diréis: "Esta te la manda Dios porque has sabido creer. Para ti, tu mamá y hermanitos". No digáis más. Y regresaos al punto. Vámonos."

El grupo se divide. Con Jesús y a la ciudad van Juan, Tomás y los primos; los otros van a la casa del hortelano filisteo.

IV. 502-510

A. M. D. G.