JESÚS DICE A MARTA: 

 

"TIENES YA LA VICTORIA EN LA MANO"

 


 

#MARTA HABLA A JESÚS DE MARÍA MAGDALENA  

 #"¿Te desagradaría prestarme un vestido tuyo y un manto? Me quedarán un poco cortos, ..." Le respondí: "Toma lo que quieras, hermana",... porque ya antes, en el jardín, había dicho hablando con Marcela: "Hay que estar en la tarde en Cafarnaum porque el Maestro habla a la gente esta tarde"  

 #Marta sufría al ver que María no volvía y creía que otra vez le arrastraba el pecado   

#El dijo que ama mi alma, porque a ella le habló, y de ella habló. Yo era la oveja perdida. Dijo, escucha si repito bien. Tú conoces el modo de hablar del Salvador..."   

#También Yo te digo lo que te dijo María: "Tienes la victoria en la mano". Vete y sé feliz. Hazlo saber a Lázaro que allá se muere de angustia."

 


 

 

MARTA HABLA A JESÚS DE MARÍA MAGDALENA

 

Jesús está a punto de subir a la barca, en un amanecer claro de verano que arroja pétalos de rosas en las crestas de las olas del lago, cuando llega Marta con su criada. "¡Oh, Maestro! Escúchame por amor de Dios."

Jesús sube de nuevo a la ribera y dice a los apóstoles: "Idos y esperadme cerca del río. Entre tanto preparad todo lo necesario para la misión de Magedán. También la Decápolis espera la palabra. Idos."

Y mientras la barca se separa de la ribera y se va, Jesús camina llevando a Marta a su lado, a los que respetuosamente sigue Marcela.

Se alejan del poblado caminando por la ribera, que después de una cuchilla de arena, con alguna que otra hierba, se cubre de vegetación, que empieza a subir por una pendiente, de donde se ve el lago.

Cuando llegan a un lugar solitario, Jesús dice sonriendo: "¿Qué se te ofrece?"

 

"¿Te desagradaría prestarme un vestido tuyo y un manto? 

Me quedarán un poco cortos, ..." 

 

Le respondí: "Toma lo que quieras, hermana",... 

porque ya antes, en el jardín, había dicho 

hablando con Marcela: 

"Hay que estar en la tarde en Cafarnaum 

porque el Maestro habla a la gente esta tarde"

 

"Maestro... esta noche, apenas había pasado la segunda vigilia, cuando María regresó a casa. ¡Ah! Me olvidaba de decirte que me dijo cuando comíamos a las doce: "¿Te desagradaría prestarme un vestido tuyo y un manto? Me quedarán un poco cortos, pero no me ceñiré el vestido y dejará que el manto llegue hasta abajo..." Le respondí: "Toma lo que quieras, hermana", y el corazón comenzó a darme fuertes latidos, porque ya antes, en el jardín, había dicho hablando con Marcela: "Hay que estar en la tarde en Cafarnaum porque el Maestro habla a la gente esta tarde" y había yo visto a María turbarse, cambiar de color, que no podía estar tranquila, sino que iba acá, iba allá, como quien tiene una aflicción, como quien tiene que tomar una resolución... y no sabe qué hacer, si aceptar o rechazar.

Después de la comida vino a mi habitación y tomó el vestido más serio que tenía, el más modesto, se lo probó y pidió a la nodriza que le bajase todo el dobladillo, porque era muy corta. Ella trató de hacerlo, pero al ver que no podía se echó a llorar, diciendo: "No soy capaz de coser. Todo lo bueno y útil lo he olvidado..." y me echó los brazos al cuello con estas palabras: "Ruega por mí". Salió hacia el atardecer... Cuánto pedí porque no fuese a encontrar a alguien que la entretuviese, que comprendiese tu palabra, que lograse deshacerse definitivamente del monstruo que la esclaviza... Mira, he puesto sobre mi faja la tuya, y cuando sentía la presión del cuero duro, pues no estoy acostumbrada a usar estas cosas ásperas, me decía: "Le es más fuerte que todo".

 

Marta sufría al ver que María no volvía 

y creía que otra vez le arrastraba el pecado

 

Con el carro se llega más pronto. Luego vinimos yo y Marcela. No sé si nos viste entre la multitud... Pero qué dolor, qué espina en el corazón al no ver a María. Pensaba yo dentro de mí: "Se arrepintió. Ha vuelto a casa. O también... tal vez ha huido no pudiendo resistir a mi autoridad, que ella misma me pidió". Te escuchaba y lloraba bajo mi velo. Las palabras me parecían dirigidas a ella... y ¡no las escuchaba! Así pensaba yo que no la veía. Regresé a casa desconsolada. Es verdad. Te desobedecí porque me habías dicho: "Si viene, espérala en casa". Pero ten en cuenta mi corazón, Maestro. ¡Es mi hermana la que venía a Ti! ¿Podía menos de no ver cuándo ella se acercase a Ti? y luego... Me habías dicho: "Será despedazada". Quería estar cerca de ella, para sostenerla...

 

El dijo que ama mi alma, porque a ella le habló, 

y de ella habló. 

 

Yo era la oveja perdida. 

Dijo, escucha si repito bien. 

Tú conoces el modo de hablar del Salvador..."

 

Estaba yo de rodillas bañada en lágrimas y oraba en mi habitación, cuando a eso de la segunda vigilia entró tan despacito que no la sentí sino hasta cuando arrojándose sobre mí y abrazándome, me dijo: "Es verdad todo lo que dices, hermana bendita. No, es mucho más de lo que refieres. Su misericordia es mucho más grande. ¡Oh, Marta mía! No tiene necesidad más de retenerme. ¡No me verás ya cínica, ni decaída! No me oirás más decir: '¡Para no pensar!' Ahora quiero pensar. Sé en qué debo hacerlo: En la bondad hecha carne. Tú orabas, hermana mía, ciertamente que orabas por mí. Tienes ya tu victoria en la mano: Tú María que no quiere más pecar, que renace ahora. Mírale a la cara, porque es una María nueva, con su cara lavada con el llanto de la esperanza y del arrepentimiento. Me puedes besar, hermana santa. No hay más ya huellas de vergonzosos amores en mis ojos. El dijo que ama mi alma, porque a ella le habló, y de ella habló. Yo era la oveja perdida. Dijo, escucha si repito bien. Tú conoces el modo de hablar del Salvador..." y me repitió perfectamente tu parábola.

María tiene inteligencia muy buena, mejor que la mía. Y buena memoria. De este modo dos veces te oí. Y si tales palabras en tus labios eran santas y adorables, en los suyos eran para mí santas, adorables y amables porque salían de los labios de mi hermana, de mi hermana a quien he vuelto a encontrar, quien ha vuelto al redil de la familia. Estuvimos sentadas y abrazadas. Sentadas sobre la alfombra del suelo, como cuando éramos pequeñas y así pasábamos las horas en la habitación de mamá o cerca de su telar donde ella tejía o recamaba sus magníficas telas. Así estuvimos no ya divididas por el pecado. Me parecía como si mamá estuviese presente con su espíritu. lloramos sin dolor alguno, mejor dicho, con una gran paz. Nos besamos felices... Después, Mará cansada por el camino que había hecho a pie, por la emoción, por tantas cosas, se me durmió entre los brazos y con la ayuda de la nodriza la extendimos en el lecho, y así la dejé... y vine corriendo hasta aquí..." Y Marta, dichosa, termina besando las manos de Jesús.

 

También Yo te digo lo que te dijo María: 

"Tienes la victoria en la mano".

 Vete y sé feliz. 

 

Hazlo saber a Lázaro que allá se muere de angustia."

 

"También Yo te digo lo que te dijo María: "Tienes la victoria en la mano". Vete y sé feliz. Vete en paz. Sigue portándote con mucha dulzura y prudencia con la renacida. Adiós, Marta. Hazlo saber a Lázaro que allá se muere de angustia."

"Sí, Maestro, ¿pero cuándo vendrá María con nosotras las discípulas?"

Jesús sonríe y le dice: "El Creador lo hizo todo en seis días y el séptimo descansó."

"Comprendo. Es necesaria la paciencia.."

"Paciencia, sí. No suspires. También es una virtud. La paz sea con vosotras. Nos volveremos a ver pronto" y Jesús las deja y se dirige a la barca que lo espera junto a la ribera.

IV. 588-591

A. M. D. G.