DE ENDOR A MÁGDALA

 


 

#"Maestro, ¿me quieres?" le pregunta Pedro 

#"Lo sé. Por esta razón quiero pulirte, para hacer de un pobre hombre un hombre, y de este un santo, Mi Apóstol, mi Piedra. Soy duro para hacerte duro. No quiero que seas blando como ese lodo. Quiero que seas un ladrillo cuadrado, perfecto: la piedra del cimiento.  

#¿Entonces vamos a Tariquea?" "Sí. Después con las barcas a Mágdala.  

#Las dos barcas atracan en la playa de Mágdala pronto se encontrará refugio en la casa de María Magdalena  

#Jesús llama a Magdalena que está ya en el umbral.  

#Siento miedo de no ser perdonada, es mi propia persona, es Satanás que da vueltas a mi alrededor, es el mundo...

 


 

Agua, agua y más agua... Los apóstoles, un poco descontentos por tener que caminar bajo la lluvia, insinúan a Jesús si no sería mejor ir a Nazaret, que no está muy lejos... Pedro dice: "Luego de ahí podría uno irse con el niño..."

El "no" contundente de Jesús es tan duro que nadie se atreve a insistir. Jesús camina adelante, solo... Los otros en dos grupos, avanzan un poco de mal humor.

 

"Maestro, ¿me quieres?" le pregunta 

 

Pedro no pudiendo consigo mismo, alcanza a Jesús. "Maestro, ¿me quieres?" le pregunta un poco avergonzado.

"Siempre te he querido, Simón. Ven."

Pedro se tranquiliza. Al trote camina al lado de Jesús que con sus pasos largos avanza mucho. Después de un poco de tiempo dice. "Maestro... habría sido muy bonito que estuviese el niño en la fiesta..."

Jesús no responde.

"Maestro, ¿por qué no me quieres dar contento?"

"Simón, corres el peligro de que te quite el niño".

"¡No, Señor! ¿Por qué?" Pedro se ha asustado ante la amenaza y se siente triste.

"Porque no quiero que estés atado a nada. Te lo dije cuando te dejé a Marziam. Tú, por el contrario, estás aferrándote a este cariño."

"No es pecado amar. Y amar a Marziam. También Tú le amas..."

"Sí, pero esta amor no me impide que pueda entregarme con todo mi ser a mi misión. ¿No te acuerdas de mis palabras sobre los cariños humanos? ¿De mis consejos dados a quien quiere poner su mano en el arado, consejos muy claros que deberían ser órdenes? Simón de Jonás ¿te estás cansando de ser un heroico discípulo mío?"

Cuando Pedro responde su voz tropieza con el llanto que le brota: "No, Señor. Me acuerdo de todo eso y no estoy cansado. Más bien tengo la impresión de que sea lo contrario... Tú eres quien se está cansando de mí, del pobre Simón que dejó todo por seguirte..."

"Que encontró todo al seguirme, querrás decir."

"No... Sí... Maestro... Soy un pobre hombre..."

"Lo sé. Por esta razón quiero pulirte, para hacer de un pobre hombre un hombre, y de este un santo, Mi Apóstol, mi Piedra. Soy duro para hacerte duro. No quiero que seas blando como ese lodo. Quiero que seas un ladrillo cuadrado, perfecto: la piedra del cimiento. ¿No comprendes que esto sea amor? ¿No recuerdas que el sabio dice que quien ama es severo? Compréndeme. ¡Al que el Sabio dice que quien ama es severo? Compréndeme. ¡Al menos tú compréndeme! ¿No ves cómo estoy oprimido, afligido con tantas incomprensiones, con demasiados engaños, con muchas muestras de falta de amor y de numerosas desilusiones?"

"¿De veras... Maestro? ¡Oh, misericordia divina! ¡Y yo que no caía en la cuenta! ¡Que si soy una bestia!... ¿Desde cuándo? ¿Quién te lo hace? Dímelo..."

"De nada sirve. No podrías hacer nada. Ni siquiera Yo... puedo hacer algo..."

"¿No puedo hacer realmente algo para ayudarte?"

"Ya te lo dije: si comprendes que mi severidad es amor. Si ves que en lo que se refiere a ti, cada acción mía es una señal de amor."

"Está bien. No digo ni una palabra más querido Maestro mío. No hablará más. Y Tú, perdona a este animalote que soy. Dame una prueba de que me perdonas..."

"¿Una prueba? Debería bastarte mi sí, pero te la doy. Escúchame: no puedo ir a Nazaret porque allí están Juan de Endor, Síntica y Marziam. Y no quiero que esto se sepa.

"¿Ni siquiera nosotros? ¿Por qué?... ¡Ah, Maestro! ¡Maestro! ¿Temes de alguno de nosotros?"

"La prudencia enseña que cuando se quiere tener algo secreto, ya es mucho que dos lo sepan. Se puede causar mal aun con una palabra distraída. Y no todos sois reflexivos ni tampoco lo sois siempre."

 

¿Entonces vamos a Tariquea?" 

"Sí. Después con las barcas a Mágdala.

 

"Así es... ni siquiera yo caigo en la cuenta. pero cuando quiero, sé guardar silencio, y esta vez me callaré. ¡Oh! sí me callaré. No seré más Simón de Jonás, si no supiere callar. Gracias, Maestro por tu estima. Esto sí que es una gran prueba de que me quieres... ¿Entonces vamos a Tariquea?"

"Sí. Después con las barcas a Mágdala. Allí debo recoger el dinero de las joyas...

"Mira, si sé callar. Nada de esto he dicho a Judas ¿sabes?"

Jesús no dice nada de la interrupción. Continúa: "Una vez que haya recibido el dinero os dejo a todos en libertad hasta después de las Encenias. Si algo necesitase llamaré a alguno de vosotros a Nazaret. Los de Judea, menos Simón Zelote, acompañaran a las hermanas de Lázaro y a sus criadas, además de Elisa de Betsur, a Betania. Luego iremos a su casa para la fiesta. Me contentaré con que estén de regreso a fines de Scebat, cuando regresemos de nuestros viajes. ¡Eres tú el único que sabe esto, Simón! ¿entendido!"

"Soy el único... pero podrías decirlo..."

""Lo diré cuando llegue el momento oportuno. Ahora vete con tus compañeros y recuerda que siempre te quiero."

Pedro contento obedece y Jesús vuelve a sumergirse en sus pensamientos.

 

las dos barcas atracan en la pequeña playa de 

Mágdala. Pronto se encontrará refugio 

en la casa de María Magdalena

 

Es un atardecer del mes de noviembre cuando las dos barcas atracan en la pequeña playa de Mágdala, que siempre es molesta, porque los vestidos se empapan de agua; mas al pensar que pronto se encontrará refugio en la casa de María Magdalena hace que se soporte todo sin reproches.

"Buscad un buen lugar para las barcas y luego venid a donde estamos" dice Jesús a los trabajadores, y al punto se pone a camina por el borde, pues desembarcaron un poco fuera de la ciudad, donde hay barcas de pescadores de Mágdala.

"Judas de Simón y Tomás, venid conmigo" dice Jesús.

Los dos acuden.

"Os quiero encomendar algo que al mismo tiempo que es señal de confianza os dará alegría. El encargo es el siguiente: acompañaréis a las hermanas de Lázaro a Betania. Con ellas irá Elisa. Os estimo mucho para confiaros las discípulas. Llevaréis una carta mía a Lázaro. Terminada vuestra misión, podréis ir a vuestra casa para las Encenias... no interrumpas, Judas. todos celebraremos las Encenias en nuestra casa, este año. Es un invierno con mucha lluvia para poder viajar. Estáis viendo que hasta los enfermos han disminuido. Aprovechemos, pues, esta coyuntura para descansar y dar contento a nuestras familias. Os espero en Cafarnaum para fines de Scebat."

"¿Estarás en Cafarnaum?" pregunta Tomás.

"Aun no estoy cierto dónde estaré. Aquí o allá me es igual. Basta con que tenga cerca a la Mamá."

"Prefiero estar contigo en las Encenias" dice Iscariote.

"Lo creo. Pero si me quieres, obedece. Tanto más que vuestra obediencia os presentará la ocasión de ayudar a los discípulos que han vuelto a desparramarse por dondequiera. ¡Debéis ayudarme en esto! Dentro de la familia los hijos mayores son quienes ayudan a los padres en la formación de sus hermanos. Sois los hermanos mayores de los discípulos, y debéis estar contentos que os los confío. Es una señal de que estoy contento de lo que recientemente habéis hecho."

Tomás se limita a decir. "Muy bien, Maestro. Por mi cuenta trataré de hacer ahora lo mejor. Ciertamente me desagrada dejarte... Pero pronto pasará... Mi viejo padre estará contento de tenerme para la fiesta... y también mis hermanas... Mi hermana gemela... ya tuvo su niño, o pronto lo va a tener... Mi primer sobrino... Si es varoncito, y nace cuando me encuentre allí ¿qué nombre le pongo?"

"José."

"¿Y si es mujer?"

"María. Son los nombres más dulces."

Por su parte Judas, orgulloso del encargo, comienza a pavonearse y a hacer planes... No se acuerda para nada que se separa de Jesús, y que hace poco, con ocasión de la fiesta de los Tabernáculos, protestó como un potro cerril contra Jesús que le decía que tenía que separarse por algún tiempo. No piensa más que lo que había sospechado fuese verdad: esto es: que Jesús trataba de alejarlo. Todo lo ha olvidado... y está alegre de que se le haya tomado en cuenta para un encargo de importancia. Promete: "Te traeré mucho dinero para los pobres" y diciendo esto saca la bolsa y dice: "Mira, toma este dinero. Es lo que tenemos. No hay más. Dame Tú lo necesario para nuestro viaje desde Betania a nuestra casa."

"Si no vamos a partir esta tarde" replica Tomás.

"No importa. No es necesario el dinero en casa de María... Es mejor no tener que manejarlo... Cuando regrese traeré a tu Mamá semillas de flores, que le pediré a la mía. También quiero traer un regalo a Marziam..." Está entusiasmadísimo.

Jesús lo mira...

Han llegado a la casa de María Magdalena. Dicen sus nombres y entran todos. Las mujeres acuden gozosas al encuentro del Maestro, que tuvo a bien encontrar descanso en su hogar...

 

Jesús llama a Magdalena que está ya en el umbral.

 

Después de la cena, cuando los apóstoles, cansados, se han ido a dormir, Jesús que está sentado en el centro de una sala en medio de las discípulas, les da a conocer sus deseo de que partan lo más pronto posible. Ni una protesta se oye de sus labios, protesta que se oyó de los apóstoles. Bajan la cabeza, diciendo que si luego salen para preparar sus maletas. Jesús llama a Magdalena que está ya en el umbral.

"Bueno, María ¿por qué me dijiste al oído cuando llegué: "Tengo algo que comunicarte en secreto"?"

"Maestro, vendí las piedras preciosas en Tiberíades. Las vendió Marcela con la ayuda de Isaac. Tengo el dinero en mi habitación. No quise que Judas viese algo..." y se pone muy colorada.        

Jesús la mira muy fijamente, pero no le dice nada.

Magdalena va a traer la bolsa que pesa, y la entrega a Jesús: "Aquí está. Fueron bien pagadas."

"Gracias, María." 

"Gracias, Rabboni porque tuviste a bien pedirme este favor. ¿Se te ofrece algo más?"

"No, Señor. Dame tu bendición, Maestro."

"Sí, María, ¿estás contenta de regresar con Lázaro? Imagínate que ya no esté Yo más en Palestina ¿volverías contenta a tu casa?"

"Sí, Señor, pero..."

 "Termina, María. No tengas reparo de decirme lo que estás pensando."

"Regresaría más contenta si en lugar de Judas Keriot viniese Simón Zelote, que es un gran amigo de la familia."

"Lo necesito para un encargo."

 

Siento miedo de no ser perdonada, es mi propia 

persona, es Satanás que da vueltas a mi alrededor,

 es el mundo...

 

"Entonces tus hermanos o Juan, el de corazón de paloma. En una palabra, cualquiera menos él... Señor, no me mires enojado... Quien ha comido de la lujuria, siente su cercanía... No le tengo miedo. Sé tener a raya a cualquiera y mucho más a Judas... Siento miedo de no ser perdonada, es mi propia persona, es Satanás que da vueltas a mi alrededor, es el mundo... Pero si María de Teófilo no tiene miedo de nadie, María de Jesús siente asco por el vicio que la había esclavizado y la... Señor... El hombre que busca sólo los sentidos me causa vómito..."

"No vas sola en el viaje, María. Estoy seguro que no regresará contigo... Acuérdate que debo hacer partir a Síntica y a Juan para Antioquia y que no debe saberlo uno que es imprudente..."

"Es verdad. Bueno me voy... Maestro ¿Cuándo nos volveremos a ver?"

"No lo sé, María. Tal vez en Pascua. Vete en paz, ahora. Te bendigo esta noche y cada noche te bendeciré, lo mismo que a tu hermana y al bueno de Lázaro."

María se inclina a besar los pies de Jesús y lo deja solo en medio de la apacible habitación.

V. 1059-1064

A. M. D. G.