BARTOLOMÉ DESCUBRE EL POR QUE...

 


 

#llegan los esperados. Pedro, Simón, Felipe y Bartolomé   

#Lo que sorprende es la actitud de Felipe, y sobre todo la de Bartolomé.   

#Nos preguntábamos en que podríamos haberte desagradado para que no hubieras separado   

#"¿De qué te acusas? No has hecho ningún mal. Tampoco tú, Felipe. Sois mis amados apóstoles, y hoy me siento feliz de teneros conmigo y para siempre."   

#Sí, el hombre viejo ha triunfado en nosotros, y siempre, lo que no me deja tranquilo. Con todo mi amor no he sabido renovarme, comprenderte, seguirte... Sólo materialmente te he seguido... Y tú quieres que se te siga espiritualmente..   

#Tu Jesús sabe que sois humanos... y no pretende de vosotros nada de lo que no podáis darle. ¡Oh, me daréis todo! ¡De veras que todo! Pero ahora debéis crecer, formaros. Es una obra lenta. Yo sé esperar.   

#Felipe cuenta los sufrimientos de Bartolomé durante estos días de separación de Jesús  

  #Un día vino a mí Miguel de Caná Quería informarse por qué me había quedado en casa... Te has separado porque como buen israelita no puedes aprobar ciertas cosas. Con gusto te dejan los otros, comenzando por Jesús de Nazaret, porque están seguros que no los ayudarías ni con la complicidad del silencio   

#"Miguel me dijo que todos sabían que te rebelas contra el parecer y órdenes de los sinedritas, teniendo contigo a Juan de Endor y a una griega...   

#"¿No te preguntó algo más? Sé sincero con tu Maestro. No te preocupes."  

  #A cada uno su misión, y a cada edad sus trabajos..."  

  #"Comprendes, pues, que todos los sufrimientos han terminado en alegría. ¡Hay tanto que hacer!...   

#granizó mucho. Un día, a la mitad de la luna de Tebet, parecía un castigo ¡Qué señales tan extrañas! ¿Qué querrán decir?"   

#"Ninguna otra cosa más que efectos de la luna.

 


 

llegan los esperados. Pedro, Simón, Felipe 

y Bartolomé

Jesús se encuentra en una habitación donde hay camastros paupérrimos, unos junto a los otros. El espacio que hay entre ellos es el suficiente para ir de un lado a otro. Sentados sobre sus camastros comen sus pobres alimentos, porque mesa o sillas no las hay. En un cierto momento Juan se va a sentar donde le de el sol, y así es el primero en ver que llegan los esperados. Pedro, Simón, Felipe y Bartolomé. Les grita y luego corre tras ellos. Se queda solo Jesús, que lo único que hace es ponerse de pie y mirar hacia la puerta...

 

Lo que sorprende es la actitud de Felipe, 

y sobre todo la de Bartolomé.

Entran los recién llegados. Es fácil imaginar el entusiasmo de Pedro como también pensar en la reverencia profunda de Simón Zelote. Lo que sorprende es la actitud de Felipe, y sobre todo la de Bartolomé. Entran, si así puede decirse, con temor, con ansia, y no obstante que Jesús les abra los brazos para darse el beso mutuo de paz, que ya dio a Pedro y a Simón, ellos caen de rodillas, se inclinan hasta el suelo, besan los pies de Jesús y así se quedan... Los suspiros que brotan de Bartolomé dicen que silenciosamente llora.

"¿Por qué esto, Bartolomé? ¿No quieres darme el abrazo? Y tú, Felipe, ¿por qué tienes miedo? Si no supiera que sois dos personas buenas, en cuyo corazón no alberga la maldad, podría sospechar que sois culpables. Pero esto no es así. ¡Ea, pues! Dadme el beso que tanto anhelo. Quiero ver vuestros ojos de fieles discípulos..."

 

Nos preguntábamos en que podríamos haberte 

desagradado para que no hubieras separado

 

"También nosotros, Señor..." responde Bartolomé levantando su cara en que se ven brillar lágrimas. "No hemos deseado otra cosa más que a Ti. Nos preguntábamos en que podríamos haberte desagradado para que no hubieras separado. Nos parecía una cosa injusta... Pero ahora la sabemos... ¡Oh, perdón, Señor! Te pedimos perdón. Yo sobre todo, porque a Felipe lo separaste por mi culpa. Ya le dije que me perdonara. Yo soy el único culpable, yo, el viejo israelita que es duro de renovarse, yo soy el que te ha dado dolores..."

 

"¿De qué te acusas? No has hecho ningún mal. 

Tampoco tú, Felipe. Sois mis amados apóstoles,

 y hoy me siento feliz de teneros conmigo 

y para siempre."

 

Jesús se inclina y a fuerzas lo levanta. Lo mismo hace con Felipe. Los abraza diciendo: "¿De qué te acusas? No has hecho ningún mal. Tampoco tú, Felipe. Sois mis amados apóstoles, y hoy me siento feliz de teneros conmigo y para siempre."

"No, no. Por mucho tiempo no hemos sabido el motivo por el que justamente desconfiaste de nosotros hasta el punto de excluirnos de tu familia. Ahora lo sabemos... y te pedimos perdón una y otra vez, sobre todo yo, Jesús, Maestro mío..." Bartolomé mira con ansias, con amor, con compasión a Jesús. Mayor en edad como lo es, parece un padre que mirara a su afligido hijo, que escudriñase su cara surcada por una pena que no había intuido, un rostro que ha enflaquecido... Nuevamente lágrimas corren por la cara de Bartolomé. Exclama: "¿Pero qué te han hecho! ¿Qué nos han hecho para hacernos sufrir tanto? Parece como si un espíritu malo hubiera entrado entre nosotros para conturbarnos, para entristecernos, debilitarnos, hacernos apáticos, indolentes, tontos... Tantos de no comprender que sufrías...

 

Sí, el hombre viejo ha triunfado en nosotros, y 

siempre, lo que no me deja tranquilo. 

 

Con todo mi amor no he sabido renovarme, 

comprenderte, seguirte... Sólo materialmente 

te he seguido... 

Y tú quieres que se te siga espiritualmente...

 

Aun más, hasta para aumentar tus sufrimientos con nuestras tosquedades, ignorancia, respetos humanos, con nuestras debilidades... Sí, el hombre viejo ha triunfado en nosotros, y siempre, lo que no me deja tranquilo. Con todo mi amor no he sabido renovarme, comprenderte, seguirte... Sólo materialmente te he seguido... Y tú quieres que se te siga espiritualmente.. que comprendamos tu perfección... para que seamos capaces de perpetuarte... ¡Oh, Maestro mío! ¡Maestro que un día te irás, después de muchas asechanzas, trabajos, disgustos, dolores, y con el de saber que todavía no estamos preparados!..." Y Bartolomé reclina su cabeza sobre su hombre, y sin preocupación alguna llora.

 

Tu Jesús sabe que sois humanos... y no pretende de 

vosotros nada de lo que no podáis darle. 

¡Oh, me daréis todo! 

¡De veras que todo! 

Pero ahora debéis crecer, formaros. 

Es una obra lenta. 

Yo sé esperar.

 

"No hagas esto, Natanael. Ves todo como algo enorme. Tu Jesús sabe que sois humanos... y no pretende de vosotros nada de lo que no podáis darle. ¡Oh, me daréis todo! ¡De veras que todo! Pero ahora debéis crecer, formaros. Es una obra lenta. Yo sé esperar. Me alegro con vuestro crecimiento, porque lo es según mi vida. También tus lágrimas, la unión de corazones de los que estuvieron conmigo, el dolor que experimentáis por vuestra manera de ser, vuestros egoísmos, vuestra manera actual de ver las cosas, todo es algo que crece en Mí. ¡Ea, tranquilízate! Conozco tu bondad, buena fe, generosidad, sincero amor. ¿Que vaya a dudar de mi buen Bartolomé, de un Felipe tan equilibrado y fiel? Haría un desprecio a mi Padre que me permitió que os amara tanto. Pero ahora... ¡Bien! sentémonos aquí, y los que no están cansados traigan algo a los hermanos que acaban de llegar y que tienen hambre. Entre tanto contad a vuestro Maestro y hermanos lo que no sabemos."

Se sienta sobre el camastro, teniendo a su lado a Felipe y a Natanael, mientras que Pedro y Simón se sientan en el camastro de enfrente, dando sus rodillas con las de los otros.

"Habla, Felipe. Yo ya he hablado. Durante este tiempo has sido mejor que yo."

 

FELIPE CUENTA LOS SUFRIMIENTOS DE BARTOLOMÉ 

DURANTE ESTOS DÍAS DE SEPARACIÓN DE JESÚS

 

"Bartolomé, yo sólo había comprendido que no se trataba ni de mala voluntad o volubilidad del Maestro que no hubiéramos estado con El... Traté de tranquilizarte... traté de apartar tu pensamiento de cosas que podrían apesadumbrarte después. Yo tenía un solo remordimiento... de haber hecho que no desobedecieras al Maestro cuando quisiste seguir a Simón de Jonás que iba a Nazaret a tomar a Marziam... Después  te vi sufrir tanto en el cuerpo como en el corazón que me decía: "¡Hubiera sido mejor que lo hubiera dejado hacer lo que quería! El Maestro hubiera perdonado su desobediencia y él no se estaría matando con estas ideas"... Pero lo ves, si hubieras ido no hubieras encontrado la llave del misterio... y tal vez tu sospecha acerca de la volubilidad del Maestro nunca hubiera dejado de existir. Ahora de este modo..."

 

Un día vino a mí Miguel de Caná 

Quería informarse por qué me había 

quedado en casa... 

 

Te has separado porque como buen israelita 

no puedes aprobar ciertas cosas. 

 

Con gusto te dejan los otros, comenzando 

por Jesús de Nazaret, porque están seguros 

que no los ayudarías ni con la complicidad 

del silencio

 

"Así he comprendido todo. Maestro, Simón de Jonás y Simón Zelote, a quienes llené de preguntas para saber muchas cosas, para confirmarme de las que ya sabía, me dijeron sólo: "El Maestro ha sufrido mucho, tanto que ha enflaquecido y envejecido. Todo Israel, pero ante todo nosotros, somos los culpables de ello. El nos ama y perdona. Pero no quiere hablar del pasado. Por esto os aconsejamos que no preguntéis y no habléis..." Pero yo quiero hablar. No preguntaré, pero si diré para que sepas, porque nada de lo que hay en el corazón de tu apóstol debe quedar oculto. Un día -Simón y los otros estaban ausentes desde hacía días- vino a mí Miguel de Caná. Es un tanto pariente mío, eso sí muy amigo y compañero de estudios de la infancia... Fue a verme con buena fe. Estoy seguro, Porque sé que  me quiere. Pero quien lo envió no tiene buena fe. Quería informarse por qué me había quedado en casa... mientras que los otros habían partido. Me preguntó: "¿Entonces es verdad? Te has separado porque como buen israelita no puedes aprobar ciertas cosas. Con gusto te dejan los otros, comenzando por Jesús de Nazaret, porque están seguros que no los ayudarías ni con la complicidad del silencio. ¡Haces bien! Reconozco en ti al hombre de otros tiempos. Pensaba que te habías corrompido al renegar de Israel. Haces bien a tu alma, a tu bienestar y al de los tuyos. Porque cuanto sucede, el Sanedrín no lo perdona, y serán perseguidos los que tomaren parte". Yo le respondí: "¿Pero de que estás hablando? Te dije que tenía órdenes de permanecer en casa durante este tiempo y de enviar a Nazaret a los eventuales peregrinos, o de decirles que esperasen al Maestro para fines de Scebat en Cafarnaum, ¿y tú me estás hablando de separaciones, complicidades, persecuciones? Explícate..." ¿No es verdad, Felipe, que así hablé?" Felipe asiente con la cabeza.

 

"Miguel me dijo que todos sabían que te rebelas 

contra el parecer y órdenes de los sinedritas, 

teniendo contigo a Juan de Endor y a una griega...

 

"Entonces" continúa Bartolomé, "Miguel me dijo que todos sabían que te rebelas contra el parecer y órdenes de los sinedritas, teniendo contigo a Juan de Endor y a una griega... Señor, te causo dolor ¿no es verdad? Pero debo hablar. Te pregunto ¿es verdad que estaban en Nazaret?"

"Es verdad."

"¿Es verdad que se fueron contigo?"

"Lo es."

"Felipe ¡Miguel tenía razón! ¿Cómo iba a saberlo?"

"¡Déjate de eso! Son esas serpientes que me detuvieron a mí y a Simón, y no sé a cuántos más. Son las acostumbradas víboras" dice Pedro con fuerza.

 

"¿No te preguntó algo más? Sé sincero 

con tu Maestro. No te preocupes."

 

Calmadamente Jesús pregunta: "¿No te preguntó algo más? Sé sincero con tu Maestro. No te preocupes."

"Ninguna cosa más. Quería obtener informaciones de mí... Yo no le dije la verdad a Miguel. Respondí: "Hasta la Pascua estaré en mi casa", por temor de que me siguiera, por... Por miedo de causarte algún mal... Y entonces también comprendí por qué me habías dejado... Tú comprendías que soy demasiado israelita..." Bartolomé torna a llorar... "y dudaste de mí..."

 

"No. ¡Eso no! ¡Absolutamente, no! 

A cada uno su misión, y a cada edad sus trabajos..."

 

"No. ¡Eso no! ¡Absolutamente, no! No eras necesario a tus compañeros por ese tiempo, y sí, como lo ves, en Betsaida. A cada uno su misión, y a cada edad sus trabajos..."

"¡No, no! No vuelvas a dejarme por ningún motivo, Señor. No pienses en fatiga alguna... Tú eres bueno. Quiero estar contigo. Es un castigo el estar lejos de Ti... Soy un necio. Por lo menos podía consolarte. He comprendido... Enviaste a estos con aquellos dos. No me lo digas. No quiero saberlo, pero presiento que es así. Pues, bien podía haber estado contigo. pero no quisiste para castigarme por ser tan lento, para que me haga "nuevo". Te juro, Maestro, que lo que he sufrido me ha renovado. y que de hoy en adelante jamás reconocerás al viejo Natanael."

 

"Comprendes, pues, que todos los sufrimientos 

han terminado en alegría. Hay tanto que hacer!...

 

"Comprendes, pues, que todos los sufrimientos han terminado en alegría. Ahora iremos poco a poco al encuentro de Tomás y Judas, sin esperar que vayan a donde se les había dicho. Luego con ellos iremos otra vez... ¡Hay tanto que hacer!... Mañana nos pondremos en camino. Temprano."

"Y haces bien, porque el tiempo cambia. Será mal para los cultivos..." dice Felipe.

"¡Exacto! Las últimas granizadas acabaron con los campos. ¡Si vieses, Señor! Parece como si hubiera pasado el fuego en ciertos lugares. Lo curioso es que son perjuicios a trozos" dice Pedro.

 

granizó mucho. Un día, a la mitad de 

la luna de Tebet, parecía un castigo 

¡Qué señales tan extrañas! 

¿Qué querrán decir?"

 

"Cuando no estuvisteis, granizó mucho. Un día, a la mitad de la luna de Tebet, parecía un castigo. Me han dicho que en el valle algunos deben volver a sembrar. Antes hacía más calor, pero desde entonces se desea el sol. Se vuelve atrás... ¡Qué señales tan extrañas! ¿Qué querrán decir?" pregunta Felipe.

 

"Ninguna otra cosa más que efectos de la luna.

 

"Ninguna otra cosa más que efectos de la luna. No te preocupes. Estas cosas no deben hacer impresión alguna. Nosotros iremos por la llanura y será cosa bella. Hará frío, pero no mucho. No sudaremos. Venid. En la terraza hace sol. Allí descansaremos.

VI. 123-127

A. M. D. G.