EL TRIBUTO AL TEMPLO Y LA ESTATERA 

 

EN LA BOCA DEL PEZ

 

 


 

#Judas se lamenta por haberse quedado sin dinero   

#"Que no tenga uno ni siquiera un céntimo es cosa buena. Así resplandecerá la bondad de nuestro Padre Dios aun en las cosas más humildes."   

#"Es la mejor gloria mía ser un hombre que no vale nada para la vida material... Y repito: es una cosa muy buena encontrarnos sin un centavo"   

#DOS TIPOS PREGUNTAN A PEDRO: "Tu Maestro solo pero lo es, ¿paga o no paga las dos dracmas al Templo?"   

#"¿Qué te parece, Simón? Según las reglas ¿de quién reciben tributos y el censo los reyes de la tierra? ¿De los propios hijos? o ¿de los extraños?"   

#"Simón de Jonás, ve a la ribera, arroja, lo más lejos que puedas, un hilo con un anzuelo fuerte. Apenas tire el pez, tira tú. Será grande. En la playa ábrele el hocico, y encontrarás unas estatera. Tómala, alcanza a aquellos dos y paga por Mí y por ti. Te traes el pescado, lo tostaremos   

#Lo bueno está que medio Cafarnaum vio que pagué por Ti y por mí.

 


 

Judas se lamenta por haberse quedado sin dinero

 

Las dos barcas que tomaron para regresar a Cafarnaum se deslizan sobre un lago inverosímilmente quieto. Es una cubierta de cristal que se cierra tan pronto han pasado las barcas acariciándolo. no son las de Pedro y de Santiago, sino unas que rentaron probablemente en Tiberíades. Oigo que Judas se lamenta un poco por haberse quedado sin dinero después de los últimos gastos.

"Se ha pensado en los demás, pero no en nosotros. ¿Qué vamos hacer ahora? Esperaba que Cusa... ¡pero nada! Estamos en las condiciones de un mendigo, de uno de tantos que se ponen en los caminos para pedir a los peregrinos" se queja en voz baja con Tomás.

Pero este, que es un bonachón, replica: "¿Y qué mal hay en esto? ¡Yo no me preocupo de nada!"

"¡Bien! pero a la hora de la comida eres el que comes más que todos."

"¡Seguro! Tengo hambre. Hasta en el comer me luzco. Y ahora en lugar de pedir a quien nos da pan y algo más, se lo pediré directamente a Dios.

"¡Hoy! ¡Hoy! Mañana estaremos en las mismas condiciones, y pasado mañana lo mismo. Vamos a ir a la Decápolis donde somos unos desconocidos, y allá son medio paganos. No sólo no hay que pensar en el pan, sino también en las sandalias que se acaban, en los pobres que molestan, y podría uno encontrarse mal..."

"Y si sigues así, dentro de poco me tendrás muerto, y tendrás que pensar en mis funerales. ¡Oh, cuántas preocupaciones! Yo... no tengo ninguna. Me siento contento, tranquilo como un recién nacido."

 

"Que no tenga uno ni siquiera un céntimo 

es cosa buena. 

Así resplandecerá la bondad de nuestro Padre Dios 

aun en las cosas más humildes."

 

Jesús, que está sentado en la proa, casi en el borde, absorto en sus pensamientos, se vuelve y dice en voz alta a Judas que está en la popa. Pero como si hablase a todos: "Que no tenga uno ni siquiera un céntimo es cosa buena. Así resplandecerá la bondad de nuestro Padre Dios aun en las cosas más humildes."

"Hace día que todo te parece bien. ¡Bien que no haya habido ningún milagro! ¡Bien que no haya habido óbolos! ¡Bien haber dado todo lo que teníamos! En una palabra ¡todo va bien!... Pero yo me encuentro mal... Eres un Maestro querido, un santo Maestro, pero para la vida material... ¡no vales nada!" replica Judas sin enojo, como si hiciera una observación a algún hermano, cuya bondad no es previsora.

 

"Es la mejor gloria mía ser un hombre que 

no vale nada para la vida material... 

 

Y repito: es una cosa muy buena encontrarnos 

sin un centavo"

 

Sonriendo Jesús le responde. "Es la mejor gloria mía ser un hombre que no vale nada para la vida material... Y repito: es una cosa muy buena encontrarnos sin un centavo" y sigue sonriendo, alegre.

La barca llega a la playa, se detiene. Bajan. La otra barca también llega. Jesús, Judas y Santiago, Felipe y Bartolomé van a la casa... Pedro desembarca de la otra con Mateo, los hijos de Zebedeo, Simón Zelote y Andrés. Mientras todos se dirigen a casa, Pedro se queda en la ribera a hablar con los barqueros que los han traído, y que tal vez conozca, luego los ayuda a partir. Se pone su vestido largo, sube a la playa para ir a casa.

 

DOS TIPOS PREGUNTAN A PEDRO:

 "Tu Maestro solo pero lo es, ¿paga o no paga 

las dos dracmas al Templo?"

 

Mientras atraviesa la plaza del mercado le salen al encuentro dos tipos y lo detienen diciendo: "¡Escucha, Simón de Jonás!"

"Escucho. ¿Qué queréis?"

"Tu Maestro solo pero lo es, ¿paga o no paga las dos dracmas al Templo?"

"¡Claro que las paga! ¿Por qué no debería hacerlo?"

"Bueno... porque se dice el Hijo de Dios y..."

"Y lo es" replica secamente Pedro, que está ya rojo de ira. Y continúa: "Pero como también es un hijo de la ley, y el mejor que tenga, paga como cualquier israelita sus dracmas..."

"No vemos claro. Nos han dicho que no lo hace, y le aconsejamos a que lo haga."

"¡Uh-m-m-!" refunfuña Pedro cuya paciencia se está acabando."¡Uh-m-m! No tiene necesidad de vuestros consejos mi Maestro. Idos En paz y decid a quien os ha enviado que en la primera ocasión serán pagadas las dracmas."

"¡Pagadas en la primera ocasión!... ¿Por qué no ahora? ¿Quién nos asegura que lo hará, si anda siempre de acá para allá sin sitio fijo?"

"No al momento porque ahora no tiene ni siquiera la sombra de un céntimo. Podéis ponerlo de cabeza, y no se le caería ni uno. Estamos todos sin dinero, porque nosotros, que no somos fariseos, que no somos escribas, que no somos saduceos, que no somos ricos, que no somos espías, que no somos áspides, solemos dar lo que tenemos a los pobres, porque seguimos sus enseñanzas. ¿Entendido? Y ahora hemos dado todo, y hasta que el Altísimo no lo tenga a bien, podemos morir de hambre, o ponernos a pedir limosna en algún rincón del camino. Comunicad también esto a aquellos que dicen que El anda sólo en banquetes. ¡Adiós!" y los deja plantados, yéndose gruñendo y muriéndose de rabia.

Entra en casa, sube a la habitación donde está Jesús que está oyendo a uno que le pide que vaya a su casa, en el monte que está detrás de Mágdala, donde hay uno que agoniza.

 

"¿Qué te parece, Simón? Según las reglas 

¿de quién reciben tributos y el censo los reyes 

de la tierra? 

¿De los propios hijos o de los extraños?"

 

Jesús despide al hombre prometiéndole que irá cuanto antes, y tan pronto como se ha ido, se vuelve a Pedro que está sentado pensativo en un rincón y le pregunta: "¿Qué te parece, Simón? Según las reglas ¿de quién reciben tributos y el censo los reyes de la tierra? ¿De los propios hijos o de los extraños?"

Pedro se sobrecoge y responde: "¿Cómo sabes, Señor, lo que iba a decir?"

Jesús sonríe haciendo un ademán como para decir: "No te preocupes." Luego añade: "Responde a lo que te pregunté."

"De los extraños, Señor."

"Así, pues, los hijos están exentos, como es razonable. Un hijo es de la sangre y de la casa del padre y no debe pagar a su propio padre otro tributo que no sea el del amor y obediencia. Así pues Yo, Hijo del Padre, no debería pagar tributo al templo que es la casa del Padre.  Has respondido bien a ellos. Pero como hay diferencia entre ti y ellos, que consiste en que tú crees que soy el Hijo de Dios, y ellos y quienes los enviaron, no lo creen, para no escandalizarlos, pagaré el tributo al punto, mientras están todavía en la plaza para recaudar."

"¿Y con qué si no tenemos ni siquiera un céntimo?" pregunta Judas que se había acercado con los demás. "¡Ve, sino es necesario tener algo!"

"Le diremos al dueño de la casa que nos preste" sugiere Felipe.

 

"Simón de Jonás, ve a la ribera, arroja, 

lo más lejos que puedas, un hilo con un anzuelo 

fuerte. 

Apenas tire el pez, tira tú. Será grande.

 En la playa ábrele el hocico, y encontrarás 

unas estatera. 

Tómala, alcanza a aquellos dos y paga por Mí 

y por ti. Te traes el pescado, lo tostaremos..."

 

Jesús hace señal con la mano de que guarden silencio y dice: "Simón de Jonás, ve a la ribera, arroja, lo más lejos que puedas, un hilo con un anzuelo fuerte. Apenas tire el pez, tira tú. Será grande. En la playa ábrele el hocico, y encontrarás unas estatera. Tómala, alcanza a aquellos dos y paga por Mí y por ti. Te traes el pescado, lo tostaremos y Tomás nos hará el favor de un poco de pan. Comeremos e iremos pronto donde está el agonizante. Santiago y Andrés, preparad las barcas, iremos en ellas a Mágdala. Volveremos a pie al atardecer para no impedir la pesca a Zebedeo y al cuñado de Simón."

Se va Pedro y se le ve poco después que en la playa sube sobre una barquichuela, que arroja un hilo delgado y fuerte, son una piedra o plomo en la extremidad, que remata en un hilo delgado con el anzuelo propiamente dicho. Las aguas plateadas del lago se abren para dar paso al anzuelo, y luego todo se queda quieto, terminando allá los círculos concéntricos que había formado...

Momentos después el hilo que tenía Pedro en las manos se pone tenso, vibra. El tira, tira, mientras el hilo se sacude cada vez más. Da otro jalón y sale el anzuelo con su presa que se revuelve en el aire, en forma de arco sobre la cabeza del pescador, y luego cae sobre la arena amarillenta, donde se contuerce con las ansias del gancho que le ha atravesado el paladar y de la asfixia que ha empezado.

Es un hermoso pescado, grueso como rombo, que pesa por lo menos unos tres kilos. Pedro le saca el gancho y extrae una gruesa moneda de plata. Lo alza entre el pulgar y el índice para mostrarla al Maestro que está en el parapeto de la terraza. Luego recoge el hilo, lo enrolla, recoge el pescado y corre presuroso a la plaza.

Los apóstoles no saben qué decir... Jesús sonríe y dice: "Y de este modo habremos quitado un escándalo..."

 

Lo bueno está que medio Cafarnaum vio 

que pagué por Ti y por mí.

 

Entra Pedro: "Estaba para venir aquí, y con Elí, el fariseo. Procuré ser dulce como una doncella. los llamé diciendo: "¡Eh, vosotros los del fisco, tomad! Aquí hay cuatro dracmas ¿o no? Dos por el Maestro y dos por mí. Estamos arreglados ¿verdad? Nos volveremos a ver en el valle de Josafat, sobre todo tú y yo, querido amigo". Se sintieron molestos porque les llamé "fisco". "Somos del templo, no del fisco". "Exigís los impuestos como los recaudadores. Para mí cualquiera que hace esto es del fisco" respondí. Pero Elí me gritó: "¡Insolente! ¿Me deseas la muerte?" "¡No amigo! Jamás. Te auguro feliz viaje al valle de Josafat. ¿No vas a ir a Jerusalén para la pascua? Entonces podremos encontrarnos por allá, amigo". "No lo deseo y no quiero que te tomes la licencia de llamarme amigo tuyo". "Tienes razón. ¡Es mucho honor para ti!" repliqué. Y me vine. Lo bueno está que medio Cafarnaum vio que pagué por Ti y por mí. Esa vieja víbora no podrá decir nada en contra."

Los apóstoles se rieron de buena gana de las palabras y mímica de Pedro. Jesús ha querido ponerse serio, pero una leve sonrisa se escapa de sus labios cuando dice: "Eres peor que la mostaza" y concluye: "Coced el pescado, y démonos prisa. Cuando anochezca, quiero estar de regreso aquí."

VI. 239-243

A. M. D. G.