SI SIETE VECES SE ARREPIENTE TU

 HERMANO, SIETE VECES PERDÓNALOS

 


 

#Pregunta Pedro a Juan: "Enséñame cómo haces para tener ciertos pensamientos... algo así como angelicales, ante la contemplación de las cosas.    

#Jesús que escuchó, dice: "No está enfermo, ni es profeta. El alma pura posee la sabiduría. Ella es la que habla en el corazón del hombre justo."   

#Amigos, pocos, muy pocos serían los que llegasen a poseer la sabiduría, porque siempre han sido puros. El arrepentimiento, la buena voluntad hacen el hombre que antes era culpable e imperfecto, justo   

#Judas con el permiso de Jesús queda en Mageddo   

#Judas, no porque seas mi hermano debo dejar de regañarte. Eres duro e inexorable con tu compañero. El tiene sus culpas, pero también tú tienes las tuyas.   

#Comprendes que lo hago por tu bien. Pero al regaño va unido el perdón porque comprendo la razón de tu dureza y porque la humildad del que recibe el regaño desarma a quien lo corrige. Levántate, Judas   

#Jesús dice: "Para el amor y para el perdón no hay límite. No lo hay. Ni en Dios ni en los verdaderos hijos de Dios. Mientras dure la vida no hay límite. La única barrera para otorgar el perdón y el amor es la resistencia, la obstinación impenitente del pecador.   

#"Soy el gran Mendigo. Os pido una limosna de valor: os pido almas. Ando en busca de ellas. Debéis ayudarme... Saciad el hambre de mi Corazón que busca amor y no lo encuentra sino en pocos. Pues los que no tratan de ser perfectos, son para Mí como panes que se quitan para satisfacer mi hambre espiritual. Dad almas a vuestro Maestro, afligido de que no se le ame, de que no se le comprenda..."   

#Entre tanto oremos juntos por el compañero que se fue. "Padre nuestro que estás en los cielos"...

 


 

Están ya en la otra orilla. A su derecha tienen el monte Tabor y el pequeño Hermón, a la izquierda los montes de Samaría, a su espalda el Jordán, ante sí la llanura en que están las colinas de Mageddo. (Si recuerdo bien este nombre es el que oí en una visión de ya hace tiempo, en la que Jesús se junta con Judas de Keriot y Tomás, después de que tuvieron que separarse para ocultar la partida de Síntica y Juan de Endor).

Deben haber descansado todo el día en alguna casa amiga, porque nuevamente está oscureciendo y se les nota que no están cansados. Todavía hace calor, pero el rocío empieza a descender y a calmar el bochorno. Descienden las sombras color violeta del crepúsculo tras de los últimos rayos de fuego de un sol que se ha ocultado.

"Por aquí se camina bien" advierte contento Mateo.

"De continuar así antes de que cante por vez primera el gallo, estaremos en Mageddo" le dice Zelote.

"Y al amanecer, más allá de las colinas, tendremos a la vista la llanura de Sarón" dice por su parte Juan. "¿Y tu mar, eh?" le dice por picarle su hermano.

"Sí, Mi mar..." le responde sonriente Juan.

 

Pregunta Pedro a Juan:

 "Enséñame cómo haces para tener ciertos pensamientos...

 algo así como angelicales, 

ante la contemplación de las cosas. 

 

"Y te irás con el corazón a una de tus peregrinaciones espirituales" le dice Pedro cogiéndole de un brazo pero muy campechanamente. Luego: "Enséñame cómo haces para tener ciertos pensamientos... algo así como angelicales, ante la contemplación de las cosas. Tantas veces que he visto el agua... la he querido... pero no me ha servido más que para comer y pescar. ¿Qué ves en ella?"

"Veo agua, Simón. Como tú, como todos. Así como ahora estoy viendo campos y árboles... Pero parece como si además de los ojos corporales tuviese otros ojos aquí dentro y no veo ya más la hierba y el agua, sino veo que salen palabras de sabiduría de las cosas materiales. No soy yo el que pienso. No sería capaz. Es otro quien piensa en mí."

"¿Eres acaso profeta?" pregunta Iscariote un poco irónico.

"¡Oh, no! No soy profeta..."

"¿Y entonces? ¿Crees que posees a Dios?"

"Mucho menos me imagino eso..."

"Entonces deliras."

"Podría suceder eso. ¡Soy  tan pequeño y tan débil! Pero si fuere así, sería un hermoso delirio que me lleva a Dios. Mi enfermedad es entonces un don y bendigo por él al Señor."

"¡Ja, ja, ja!" ríe Judas, pero su carcajada no es natural.

 

Jesús que escuchó, dice: 

"No está enfermo, ni es profeta. 

El alma pura posee la sabiduría. 

Ella es la que habla en el corazón del hombre justo."

 

Jesús que escuchó, dice: "No está enfermo, ni es profeta. El alma pura posee la sabiduría. Ella es la que habla en el corazón del hombre justo."

"Entonces nunca llegaré hasta allí, porque no he sido siempre un hombre bueno..." dice desconsolado Pedro.

"¡Y qué decir de mí!" le responde Mateo.

 

Amigos, pocos, muy pocos serían 

los que llegasen a poseer la sabiduría, 

porque siempre han sido puros. 

 

El arrepentimiento, 

la buena voluntad hacen el hombre

 que antes era culpable e imperfecto, 

justo

 

"Amigos, pocos, muy pocos serían los que llegasen a poseer la sabiduría, porque siempre han sido puros. El arrepentimiento, la buena voluntad hacen el hombre que antes era culpable e imperfecto, justo; y entonces la conciencia se vigoriza en las aguas de la humildad, la contrición, del amor, y así envigorizada puede emular a los que son limpios."

"Gracias, Señor" dice Mateo inclinándose para besarle la mano.

Un silencio. Después Judas dice en voz alta. "¡Estoy cansado" ¡No sé si podré caminar toda la noche!"

"¡Natural que lo estés! Hoy te fuiste a dar vueltas como un moscón, mientras dormíamos" le echa en cara Santiago de Zebedeo.

"Quería ver si encontraba a algunos discípulos..."

"¿Y quién te dijo que fueras? El Maestro no había dicho nada. Así pues..."

 

Judas con el permiso de Jesús queda en Mageddo

 

"Bueno, sí lo hice. Si el Maestro me lo permite me quedo en Mageddo. Creo que hay un amigo nuestro que viene cada año después de la cosecha de las mieses. Quisiera hablarle de mi mamá y..."

"Haz lo que quieras. Tan pronto termines tu negocio te vas a Nazaret. Allí nos reuniremos. Así podrás avisar a mi Madre y a María de Alfeo que pronto estaremos en casa."

"También te digo como Mateo: "Gracias, Señor"."

Jesús no responde nada. Acepta el beso en la mano como lo hizo con Mateo. No es posible ver la expresión de las facciones, porque es en esos momentos en que la luz solar ha desaparecido, y todavía no se ve la luz de las estrellas. Es tan oscuro que avanzan con trabajo. Para poderlo hacer Pedro y Tomás prenden unas ramas, que alumbran chisporreteando... Pero primero la falta de luz, luego esa llama movible y llena de humo, no permite ver bien las expresiones de los rostros.

Entre tanto, las colinas están más cerca. Aparecen sus contornos con un color negro, más negro del de los campos segados y blanquecinos por el rastrojo; siempre se ven mejor sus figuras al claror de las primeras estrellas.

"Aquí me separo de Ti porque mi amigo está un poco fuera de Mageddo. Estoy muy cansado..."

"Vete, pues. Que el Señor cuide tus pasos."

"Gracias, Maestro. Adiós, amigos."

"Adiós, adiós" dicen los demás sin dar mucha importancia al saludo.

Jesús repite: "Que el Señor cuide tus acciones."

Judas se va ligero.

"¡Umh! No parece que esté muy cansado" advierte Pedro.

"Claro. Aquí venía arrastrando las sandalias. Allá corre como un cervatillo..." dice Natanael.

"Te despediste de él como de un santo, hermano. Si el Señor no lo oprime con su voluntad, de nada servirá el auxilio divino para hacerle dar buenos pasos y realizar buenas acciones."

 

Judas, no porque seas mi hermano debo dejar de regañarte.

 Eres duro e inexorable con tu compañero. 

El tiene sus culpas, pero también tú tienes las tuyas. 

 

"Judas, no porque seas mi hermano debo dejar de regañarte. Eres duro e inexorable con tu compañero. El tiene sus culpas, pero también tú tienes las tuyas. Y la primera es de no saberme ayudar a formar esa alma. Tú lo exasperas con tus palabras. Con la violencia no se doblegan los corazones. ¿Crees que tienes derecho a censurar todas sus acciones? ¿Te sientes tan perfecto para hacerlo? Te recuerdo que Yo, tu Maestro, no lo hago, porque amo esa alma que no está todavía formada. Es la que me causa más compasión que todas las demás... precisamente porque no está formada. ¿Crees que él se sienta feliz con su estado? ¿Y cómo podrás mañana ser un maestro de los corazones si no te ejercitas con un compañero usando la caridad ilimitada que redime a los pecadores?"

Judas de Alfeo baja la cabeza desde las primeras palabras, y al terminar de hablar Jesús, se arrodilla hasta el suelo diciendo: "Perdóname. Soy un pecador. Regáñame cuando cometa una falta porque la corrección es amor y sólo el necio no comprende la gracia de que un sabio lo corrija."

 

Comprendes que lo hago por tu bien. 

Pero al regaño va unido el perdón

porque comprendo la razón de tu dureza 

y porque la humildad del que recibe el regaño 

desarma a quien lo corrige.

Levántate, Judas

 

"Comprendes que lo hago por tu bien. Pero al regaño va unido el perdón porque comprendo la razón de tu dureza y porque la humildad del que recibe el regaño desarma a quien lo corrige. Levántate, Judas, y no cometas igual error" y lo lleva a su lado con Juan.

Los otros apóstoles, por su parte, hacen sus comentarios, primero en voz baja y luego en voz más alta, llevados de su costumbre de hacerlo así. De este modo oigo que hacen el paralelo entre los dos Judas.

"Si hubiera sido Judas de Keriot el que hubiese recibido este regaño, quién sabe qué hubiera resultado. Tu hermano es bueno" dice Tomás a Santiago.

"Bueno... no se puede afirmar que hubiera dicho mal. Dijo algo que cae muy bien a Judas de Keriot. ¿Crees tú que va a tener un amigo que vaya a Judea? Yo no" dice con franqueza Mateo

"Se tratará... de negocios de viñedos como en el mercado de Jericó" dice Pedro recordando la escena que no se le ha podido borrar de la mente. Todos se echan a reír.

"No hay duda que sólo el Maestro le compadece mucho..." advierte Felipe.

"¿Mucho?" Deberías decir, siempre" le replica Santiago de Zebedeo.

"Yo no sería tan paciente" dice Natanael.

"Ni yo tampoco. La comedia de ayer fue desastrosa" apoya Mateo.

"Parece que no está bien de la cabeza" dice conciliador Zelote.

"Pero bien que sabe hacer sus negocios. Demasiado bien. Apostaría mi barca, mis redes, hasta mi casa, seguro de no perderlas, de que él va la casa de algún fariseo a mendigar protección..." dice Pedro.

"¡Eso es verdad! A la casa de Ismael. E Ismael está en Mageddo. ¿Cómo no lo pensamos antes? Hay que decírselo al Maestro" exclama Tomás dándose una palmada en la frente.

"De nada sirve. El Maestro lo excusaría una vez más y nos regañaría" dice Zelote.

"No importa... Hagamos la prueba. Ve tú, Santiago. Te quiere mucho y eres su pariente..."

"Para El todos somos iguales. No ve ni parientes ni amigos, sólo ve apóstoles. Es imparcial. Pero para contentaros, voy" dice Santiago de Alfeo. Apresura el paso para separarse de sus compañeros y alcanzar a Jesús.

"Pensáis que se fue a la casa de un fariseo y en esto o aquello. Poco importa... Estoy por asegurar que lo hizo para no ir a Cesarea. No tenía muchas ganas..." dice Andrés.

"Parece como que desde hace poco le causan asco las romanas" nota Tomás.

"Raro... Cuando os fuisteis a Engaddi, y él y yo fuimos a ver a Lázaro, estuvo hecho unas pascuas por haber hablado con Claudia..." advierte Zelote.

"Sí... pero... Es cuando, me imagino, que cometió algún error. Pienso que Juana lo haya sabido y que por eso llamó a Jesús y... Y tantas cosas estoy rumiando dentro de mí, desde que Judas se enojó muchísimo en Betsur..." dice entre dientes Pedro.

"¿Qué estás diciendo?..." pregunta con curiosidad Mateo.

"No lo sé... Ideas... Veremos..."

"¡Oh, no pensemos mal! El Maestro no quiere que lo hagamos. De nuestra parte no tenemos ninguna prueba de que él haya hecho mal" suplica Andrés.

"Pero no vas a decir que hace bien en causar dolores al Maestro, al faltarle al respeto, al multiplicar sus berrinches, al..."

"¡Bueno, Simón! Te aseguro que él está un poco mal de la cabeza..." dice Zelote.

"Será como tú dices, pero se extralimita al ofender la bondad de nuestro Señor. Si me escupiese en la cara, si me diese de cachetadas, lo soportaría para ofrecerlo a Dios a fin de que se redimiese. Me he propuesto hacer toda clase de sacrificios por este fin y me muerdo la lengua, me doy duros pellizcos para dominarme cuando él se porta como un loco. Pero lo que no puedo perdonar es que se porte mal con nuestro Maestro. Y esta falta es como si me la hiciese a mí, y no se la perdono. Luego... si fuese alguna vez por casualidad. Siempre viene atrás. Todavía me dura el berrinche que me hierve por dentro por alguna tontería suya, que ya está haciendo otra. Una, dos, tres... ¡Hay siempre un límite!" Pedro dice esto casi gritando. Sus gestos muestran su ira.

 

Jesús dice: 

"Para el amor y para el perdón no hay límite. 

No lo hay. 

Ni en Dios ni en los verdaderos hijos de Dios. 

Mientras dure la vida no hay límite. 

La única barrera para otorgar el perdón 

y el amor es la resistencia, 

la obstinación impenitente del pecador. 

 

Jesús, que va adelante, unos diez metros más o menos, se vuelve -sombra blanca en la noche- y dice: "Para el amor y para el perdón no hay límite. No lo hay. Ni en Dios ni en los verdaderos hijos de Dios. Mientras dure la vida no hay límite. La única barrera para otorgar el perdón y el amor es la resistencia, la obstinación impenitente del pecador. Pero si se arrepiente, siempre hay que perdonarlo. Aunque peque más de una, de dos, de tres veces, de más.

También vosotros pecáis y queréis que Dios os perdone y os dirigís a El diciendo: "Pequé. Perdóname". Y sentís cuán dulce sea el perdón, así como lo es también a Dios el perdonar. Y vosotros no sois dioses. Por esto es menos grave la ofensa que os hace un semejante vuestro, que la que se hace a Dios, que no es semejante a ningún ser humano. ¿No os parece? Y sin embargo, Dios perdona. Haced lo mismo, asemejándoos a El. Pensad en vuestra propia condición. Pensad que vuestra intransigencia no se cambie en un daño, al hacer que Dios se muestre intransigente contra vosotros.

Ya lo he dicho y vuelvo a repetirlo. Sed misericordiosos para obtener misericordia. Nadie puede considerarse sin pecado para que pueda ser inexorable para el pecador. Contemplad vuestros fardos antes de los que pesan sobre el corazón de otros. Quitaos primero los que pesan sobre vuestra propia alma, y luego volveos a los otros para mostrarles no ya el rigor que condena, sino el amor que suaviza, que llega a librar del mal. Para poder decir y para que no le tape a uno la boca el pecador, para poder decir: "Pecaste contra Dios y contra el prójimo" es menester no haber pecado, o por lo menos haber expiado el pecado. Para poder decir al que se ha humillado de haberlo hecho: "Ten fe en que Dios perdona a quien se arrepiente" como siervos de este Dios que perdona a quien se arrepiente, debéis mostrar mucha misericordia en perdonar. Entonces podréis decir: "¿Ves, oh pecador arrepentido? Perdono tus culpas siete y siete veces porque soy siervo del que perdona sin número de veces a quien tantas veces se arrepiente de sus pecados. Piensa en qué forma te perdona el Perfecto, si yo que sólo soy su siervo, te sé perdonar. Ten fe". 

Así debéis decir, y decir con los hechos no con las palabras. Por esto si vuestro hermano peca, reprendedlo con amor, y si se arrepiente, perdonadlo. Si ya al principio del día pecó contra vosotros siete veces y siete veces os dice: "Me arrepiento", perdonadlo otras tantas. ¿Entendisteis? ¿Me prometéis hacerlo? Mientras está lejos ¿me prometéis compadecerlo? ¿Me ayudaréis a salvarlo? Es un hermano vuestro por el espíritu, que viene de un solo Padre; por la raza, porque procede de un solo pueblo; por la misión, porque es apóstol como vosotros. Por esto tres veces más lo deberíais de amar. Si en vuestra familia tuvieseis un hermano que causase dolor al propio padre, y que él solo quisiese hacer todo, ¿no trataríais de corregirlo para que vuestro padre no sufriese más, y para que los demás no hablasen mal de vuestra familia? ¿Entonces? ¿No es Dios, y donde el Primogénito soy Yo? ¿Por qué, entonces, no queréis consolar al Padre y consolarme a Mí y ayudarnos a hacer bueno al pobre hermano que, creedlo, no es feliz de ser lo que es?"

 

"Soy el gran Mendigo.

Os pido una limosna de valor: os pido almas. 

 

Ando en busca de ellas. 

Debéis ayudarme... 

Saciad el hambre de mi Corazón que busca amor 

y no lo encuentra sino en pocos. 

 

Pues los que no tratan de ser perfectos, 

son para Mí como panes que se quitan 

para satisfacer mi hambre espiritual. 

 

Dad almas a vuestro Maestro, 

afligido de que no se le ame, 

de que no se le comprenda..."

 

Jesús, con toda su alma, implora por el apóstol tan plagado de defectos... Y concluye: "Soy el gran Mendigo. Os pido una limosna de valor: os pido almas. Ando en busca de ellas. Debéis ayudarme... Saciad el hambre de mi Corazón que busca amor y no lo encuentra sino en pocos. Pues los que no tratan de ser perfectos, son para Mí como panes que se quitan para satisfacer mi hambre espiritual. Dad almas a vuestro Maestro, afligido de que no se le ame, de que no se le comprenda..."

Los apóstoles están conmovidos... Querrían decir algo, pero les parece que cualquier palabra que dijesen sería insulsa... Se acercan al Maestro, y quieren como acariciarlo para hacerle ver que lo aman.

Finalmente el plácido Andrés dice. "Sí, Señor. Con paciencia, silencio y sacrificio, armas que convierten, te daremos almas. También la de él... Dios nos ayudará..."

"Sí, Señor Ayúdanos con tu oración."

 

Entre tanto oremos juntos por el compañero que se fue.

 "Padre nuestro que estás en los cielos"...

 

"Así lo haré amigos. Entre tanto oremos juntos por el compañero que se fue. "Padre nuestro que estás en los cielos"..."

La voz clara de Jesús es un ritmo al convertirse en las perlas que forman el Padre nuestro. Lentamente pronuncia la oración. Los apóstoles, conmovidos, le siguen. Y, rezando, desaparecen en la noche.

VII. 705-711

A. M. D. G.