EN EL DÍA MÁS FESTIVO DE LOS 

TABERNÁCULOS

 


 

#Oran y luego regresan al Pórtico de los Gentiles. Jesús se sienta humildemente sobre el suelo apoyado contra el muro del Pórtico,   

#Se pone de pie y dice con voz fuerte, con su melodioso y robusto tono: "Quien tenga sed, venga a Mí y beba. Nacerán ríos de aguas vivas del seno de los que creyeren en Mí."   

#El gran Ezequiel, que vio la teofanía del Señor, que fue sacerdote y profeta, después de que en visión vio los actos impuros que se cometían en la casa profanada del Señor, después de haber visto en visión que solo los señalados con la Tau, vivirán en la verdadera Jerusalén,... Ezequiel después de que vio esas visiones, habla de una terrible. La de los huesos secos.   

#Entonces resucitarán los muertos para el grande y supremo juicio final, después del que, como una manzana de Sodoma, el mundo se vaciará, reduciéndose a la nada, y el firmamento se acabará con sus astros. Todo se acabará, menos dos cosas eternas, ... El Paraíso: luz, alegría, paz, amor; el Infierno: tinieblas, dolor, horror, odio.   

#¿No volverán a vivir? Sí. Os lo juro en nombre del Altísimo. Resucitarán muchos. Dios tiene pronto ya el milagro   

#¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo soy la Luz que vino a iluminar lo que estaba sumergido en las tinieblas! ¡Yo soy la Fuente que arroja vida eterna!  

 #El templo lo son los que creen en el Mesías del Señor, en la Nueva Ley, en la doctrina del tiempo de la salvación y de la paz.   

#Dios quiere esto. Dios hace esto. Un diluvio lavó el mundo al dar muerte a los pecadores. Un nuevo diluvio de algo que no es lluvia, lavará el mundo y le dará vida.  

#Otro vendrá que es igual a Mí y que completará mi obra haciéndoos comprender lo que os dije y prendiendo en vosotros fuego para que seáis "luz", porque acogisteis a la Luz."   

#Entre tanto Jesús cura a varios enfermos que le presentan y no se preocupa de nada sino hasta que,...un grupo de sacerdotes y fariseos...se acerca a El.

 


 

El Templo está a reventar de gente, mas no se ven muchas mujeres, ni niños. Como han estado soplando ventarrones con breves aguaceros, tal vez ha sido la razón porque las mujeres decidiesen regresar con sus hijos. Pero los adultos de todas las partes de Palestina, y los prosélitos de la Diáspora llenan literalmente el Templo para ofrecer sus última plegarias, sus última ofrendas y escuchar las últimas lecciones de los escribas.

Los galileos seguidores de Jesús están casi todos con sus jefes más importantes al frente, y en el centro, muy convencido de su parentesco, está José de Alfeo con su hermano Simón. Otro  grupo cerrado y en espera lo forman los setenta y dos discípulos, los llamo así para decir que los eligió Jesús para evangelizar. Es un número que ha cambiado, como también de caras, porque algunos de los primeros no están ya desde que se separaron de Jesús cuando pronunció su discurso sobre el Pan del cielo, y otros se han unido a los nuevos como Nicolás de Antioquia. Un tercer grupo bien nutrido y numeroso lo forman los judíos, entre los cuales veo al sinagogo de Emmaús, al de Hebrón, al de Keriot; de Yutta veo al marido de Sara, y de Betsur a los parientes de Elisa.

Están cerca de la Puerta llamada la Hermosa, y se comprende que quieren rodear al Maestro tan pronto como se deje ver. De hecho Jesús no puede dar un paso dentro del recinto sin que estos tres grupos lo rodeen como para aislarlo de los malintencionados o aun de aquellos que son curiosos.

Jesús se dirige al Pórtico de los Israelitas para orar y los otros lo siguen, formando un grupo compacto lo mas que pueden, sin hacer caso a los malintencionados que protestan porque deben hacerse a un lado. Jesús va en medio de sus hermanos. La mirada de José de Alfeo y su porte no son suaves como los de Jesús. José mira con altivez a algunos fariseos.

 

Oran y luego regresan al Pórtico de los Gentiles. 

Jesús se sienta humildemente sobre el suelo apoyado 

contra el muro del Pórtico

 

Oran y luego regresan al Pórtico de los Gentiles. Jesús se sienta humildemente sobre el suelo apoyado contra el muro del Pórtico, o que hacen también los que le siguen formando un círculo concéntrico. Los que no lo hacen se quedan de pie. Pero las miradas de todos convergen en un solo lugar: en el rostro de Jesús. Los curiosos o los malintencionados están fuera de esta barrera de fieles discípulos, y se esfuerzan, alargando sus cuellos, poniéndose de puntillas, para ver hacia el centro.

Entre tanto Jesús escucha a éste y a aquél que le piden consejo, o que le dan algunas noticias. Los parientes de Elisa le dicen que éste les encargó preguntasen si podía venir a servir al Maestro. Responde: "No voy a estar aquí. Más  tarde vendrá." Habla el pariente de María de Simón, madre de Judas de Keriot, diciendo que se quedó ella a guardar la finca, y que María está casi siempre con la madre de Juana. Judas abre tamaños ojos, pero no dice nada. Habla el marido de Sara diciendo que pronto le va a nacer otro hijo y le pregunta qué nombre le pondría. Jesús responde: "Si es varón Juan; si mujer Ana." El viejo sinagogo de Emmaús le dice en voz baja algo para él importante. Jesús le responde de igual modo. Y así sigue.

La gente ha aumentado cada vez más. Jesús levanta su cabeza y mira. Como el portal está un poco más elevado, aun cuando siga sentado sobre el suelo, domina gran parte del patio y ve caras y más caras.

 

Se pone de pie y dice con voz fuerte, 

con su melodioso y robusto tono: 

"Quien tenga sed, venga a Mí y beba. 

Nacerán ríos de aguas vivas del seno 

de los que creyeren en Mí."

 

Se pone de pie y dice con voz fuerte, con su melodioso y robusto tono: "Quien tenga sed, venga a Mí y beba. Nacerán ríos de aguas vivas del seno de los que creyeren en Mí."

Su voz llena el ancho patio, la espléndida columnata y va más allá. Sobrepasa otras voces, como un armonioso trueno lleno de promesas. Después de haber dicho estas palabras se calla por algunos instantes como si hubiera querido anunciar el tema de su discurso y como para dar tiempo a que se vaya sin perturbar, el que no quiera escucharlo. Los escribas y doctores guardan silencio, o bien bajan sus voces envueltas en un susurro sin duda no agradable. No veo a Gamaliel.

Jesús se adelanta entre el semicírculo que se abre al verlo avanzar para volver a cerrarse a sus espaldas, cambiándose de semicírculo en anillo. Camina despacio, majestuoso. Parece como resbalar sobre el policromado mármol del pavimento, con el manto que le arrastra un poco. Se dirige al ángulo del Pórtico, a la grada que sobresale y allí se para. De este modo domina ambos lados del primer patio. Levanta su brazo derecho como suele hacerlo cuando va a empezar a hablar. Con la izquierda sostiene el manto sobre el pecho.

Repite las palabras anteriores: "Quien tenga sed venga a Mí y beba: Nacerán ríos de aguas vivas del seno de los que creyeren en Mí."

 

El gran Ezequiel, que vio la teofanía del Señor, 

que fue sacerdote y profeta, 

después de que en visión vio los actos impuros que se cometían

 en la casa profanada del Señor, después de haber visto en

 visión que solo los señalados con la Tau, vivirán en la

 verdadera Jerusalén,... 

 

Ezequiel después de que vio esas visiones, 

habla de una terrible. 

La de los huesos secos.

 

El gran Ezequiel, que vio la teofanía del Señor, que fue sacerdote y profeta, después de que en visión vio los actos impuros que se cometían en la casa profanada del Señor, después de haber visto en visión que solo los señalados con la Tau, vivirán en la verdadera Jerusalén, mientras que los demás probarán una y otra desgracia, una y otra condenación, uno y otro castigo -y como el tiempo está cercano, más de lo que os imagináis, os exhorto como Maestro y Salvador a no diferir el señalaros con el signo que salva, a no diferir en introducir en vosotros la Luz y la Sabiduría, a no tardaros en arrepentiros y a llorar por vosotros, y por los demás, para que os podáis salvar- Ezequiel después de que vio esas visiones, habla de una terrible. La de los huesos secos.

 

Entonces resucitarán los muertos para el grande 

y supremo juicio final, 

después del que, como una manzana de Sodoma,

 el mundo se vaciará, reduciéndose a la nada, 

y el firmamento se acabará con sus astros. 

 

Todo se acabará, menos dos cosas eternas, ... 

El Paraíso: luz, alegría, paz, amor; 

el Infierno: tinieblas, dolor, horror, odio.

 

Llegará un día que sobre un mundo muerto, bajo un firmamento apagado, aparecerán huesos y más huesos de muertos al toque de la trompeta angélica. Como un vientre que se abre para parir, así la tierra arrojará de sus entrañas todos los huesos de seres humanos donde los hubiere, desde los de Adán hasta los del último muerto. Será entonces la resurrección. Entonces resucitarán los muertos para el grande y supremo juicio final, después del que, como una manzana de Sodoma, el mundo se vaciará, reduciéndose a la nada, y el firmamento se acabará con sus astros. Todo se acabará, menos dos cosas eternas, separadas en las extremidades de dos abismos de una profundidad incalculable, completamente diversos por su forma y aspecto, y por el modo con que en ellos continuará para siempre la potencia de Dios: El Paraíso: luz, alegría, paz, amor; el Infierno: tinieblas, dolor, horror, odio.

¿Pero os imagináis que porque el mundo no está todavía muerto y las trompetas angélicas no convocan, el campo exterminado de la tierra no esté cubierto de huesos sin vida, secos completamente, inertes, separados, muertos? En verdad os digo que así es. Entre los que viven, entre los que respiran todavía el aire, hay muchísimos que son semejantes a cadáveres: a los huesos secos que vio Ezequiel. ¿Quiénes son esos tales? Son los que no tienen en sí la vida del espíritu.

Los hay en Israel como en todo el mundo. Que entre los gentiles e idólatras no haya sino muertos que esperan ser vivificados por la Vida, es cosa natural, y causa sólo dolor a los que poseen la verdadera Sabiduría, porque les hace comprender que el Eterno creó para Sí las criaturas, y no para la idolatría, y se entristece de ver tantas muertes. Y si el Altísimo tiene este dolor, que ya es grande, ¿cuál no será el que sienta por los de su Pueblo que son huesos que blanquean, sin vida, sin espíritu?

¿Por qué deben ser huesos áridos, culpables, los elegidos, los predilectos, los protegidos, los alimentados, los instruiros por El o por sus siervos y profetas, cuando para ellos tuvo siempre un arroyo de agua viva del cielo y les ha quitado la sed con la vida y la verdad? ¿Por qué se han secado, cuando fueron plantados en la tierra del Señor? ¿Por qué está muerto su espíritu cuando el Espíritu Eterno ha puesto a su disposición un tesoro de sabiduría para que lo tomasen y viviesen? ¿Por medio de qué prodigio podrán volver a la Vida, si dejaron las fuentes, los pastizales, las luces que Dios les concedió y andan a tientas entre la oscuridad y beben de fuentes contaminadas, y se alimentan de cosas no santas?

 

¿No volverán a vivir? Sí. Os lo juro en nombre del Altísimo.

 Resucitarán muchos. Dios tiene pronto ya el milagro

 

¿No volverán a vivir? Sí. Os lo juro en nombre del Altísimo. Resucitarán muchos. Dios tiene pronto ya el milagro, mejor dicho, ha comenzado a desarrollarse, se ha efectuado en algunos, y algunos huesos áridos se han revestido de vida porque el Altísimo, para quien nada es imposible, ha mantenido su promesa y la sostiene y cada vez más la realiza. Desde lo alto de los cielos grita a estos huesos que esperan la Vida: "Ved que infundiré en vosotros el espíritu y viviréis". Y ha tomado a su Espíritu, a Sí mismo se ha tomado, y ha formado una carne para revestir su Palabra, y la ha enviado a estos muertos para que hablándoles, se infunda en ellos nuevamente la Vida.

Cuántas veces en siglos pasados Israel ha gritado: "Están secos nuestros huesos, nuestra esperanza ha muerto, estamos arrancados". Pero las promesas son cosas sagradas; las profecías son verdad. Ved que ha llegado el tiempo en que el Enviado de Dios abre las tumbas para sacar de ellas a los muertos y vivificarlos para llevarlos consigo al verdadero Israel, al Reino del Señor, al Reino de mi Padre y vuestro.

 

¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo soy la Luz que vino a

 iluminar lo que estaba sumergido en las tinieblas! 

¡Yo soy la Fuente que arroja vida eterna!

 

¡Yo soy la Resurrección y la Vida! ¡Yo soy la Luz que vino a iluminar lo que estaba sumergido en las tinieblas! ¡Yo soy la Fuente que arroja vida eterna!

Quien viniere a Mí, no gustará la muerte. Quien tuviere sed de Vida que venga y que beba. Quien quiera poseer la Vida, esto es, a Dios, que crea en Mí, y de su pecho brotarán no goticas sino ríos de aguas vivas. Porque quien cree en Mí formará conmigo el nuevo templo del que brotan aguas saludables, de las que habla Ezequiel.

Venid a mí, pueblos. Venid a Mí, criaturas. Venid a formar un único templo porque no rechazo a nadie. Os amo y os quiero conmigo, en mis trabajos, en mis méritos, en mi gloria.

"Y vi que brotaban aguas por debajo de la puerta de la casa, al oriente... Las aguas bajaban por el lado derecho, hacia el sur del altar".

 

El templo lo son los que creen en el Mesías del Señor, 

en la Nueva Ley, en la doctrina del tiempo de la salvación 

y de la paz. 

 

El templo lo son los que creen en el Mesías del Señor, en la Nueva Ley, en la doctrina del tiempo de la salvación y de la paz. Como los muros de este Templo están hechos de piedras, sí los místicos muros del templo constarán de espíritus vivos. Este Templo no desaparecerá para siempre jamás. De la tierra se levantará hasta el cielo, como su Fundador, después de la lucha y prueba.

Yo soy ese altar del que brota agua, el altar que da al oriente. Mi agua mana a la derecha, porque la derecha es  el puesto de los elegidos al Reino de Dios. Brota de Mí el agua para derramarse sobre mis elegidos y enriquecerlos con aguas de vida, para hacer que ellos mismos la lleven, que la esparzan a norte y sur, a oriente y poniente, para dar vida a la tierra con sus pueblos que esperan la hora de la Luz, la hora que vendrá, que vendrá necesariamente a todas las partes de la tierra, antes de que esta deje de existir

Mana y se derrama el agua mía que se mezcla con la que di a mis seguidores, y aun cuando está esparcida para alimentar la tierra, las aguas se unirán en un solo río de gracia, siempre más ancho, siempre más profundo, aumentando de día en día, paso a paso, con el agua de nuevos seguidores, hasta que se convierta todo en un mar que bañará todos los lugares para santificar toda la tierra.

 

Dios quiere esto. Dios hace esto.

 Un diluvio lavó el mundo al dar muerte a los pecadores. 

Un nuevo diluvio de algo que no es lluvia, 

lavará el mundo y le dará vida.

 

 

Dios quiere esto. Dios hace esto. Un diluvio lavó el mundo al dar muerte a los pecadores. Un nuevo diluvio de algo que no es lluvia, lavará el mundo y le dará vida.

Y por un misterioso acto de gracia, los hombres podrán formar parte de ese diluvio santificador, uniendo su voluntad a la mía, sus fatigas a las mías, sus sufrimientos a los míos. Y el mundo conocerá la Verdad y la Vida. Y quien quiera participar, podrá. Tan sólo el que no quiera verse alimentado del agua de Vida se convertirá en un lugar pantanoso y apestoso, o quedará como es, y no obtendrá las fértiles cosechas de los frutos de gracia, sabiduría, salvación, que conseguirán los que vivieron en Mí.

En verdad os digo por una vez más que quien tiene sed y viene a Mí beberá y no tendrá más sed, porque mi gracia abrirá en él fuentes y ríos de agua buena. Quien no cree en Mí perecerá como salina donde no puede existir la vida.

 

Otro vendrá que es igual a Mí y que completará mi obra

 haciéndoos comprender lo que os dije y prendiendo en

 vosotros fuego para que seáis "luz", 

porque acogisteis a la Luz."

 

En verdad os digo que después de Mí no se agotará la Fuente porque no moriré sino viviré, y después de que me hubiere ido, ido pero no muerto, a abrir las puertas de los cielos, Otro vendrá que es igual a Mí y que completará mi obra haciéndoos comprender lo que os dije y prendiendo en vosotros fuego para que seáis "luz", porque acogisteis a la Luz."

Jesús guarda silencio.

La multitud que ha estado silenciosa escuchando este majestuoso discurso, forma un murmullo de comentarios de diversa manera.

Quien dice: "¡Qué palabras! ¡En realidad es un profeta!"

Quién: "Es el Mesías. Os lo digo. Ni siquiera Juan hablaba así; y ningún profeta es tan fuerte."

"Nos hace comprender a los profetas, aun a Ezequiel, que es tan oscuro con sus símbolos."

"¿Oísteis? Las aguas. El altar. ¡Es claro!"

"¿Y los huesos áridos? ¿Viste como perdieron el control los escribas y fariseos y sacerdotes? ¡Comprendieron la canción!"

"¡Que si no! Mandaron a tres guardias. Pero... se olvidaron de aprehenderlo y se quedaron como niños que ven ángeles. Miradlos allá, parece como si estuviesen todavía atolondrados."

"¡Mira, mira! Un magistrado los llama y regaña. Vamos a oír."

 

Entre tanto Jesús cura a varios enfermos 

que le  presentan y no se preocupa de nada sino hasta 

que,...un grupo de sacerdotes y fariseos...se acerca a El.

 

Entre tanto Jesús cura a varios enfermos que le  presentan y no se preocupa de nada sino hasta que, abriéndose paso entre la gente, un grupo de sacerdotes y fariseos, capitaneados por un hombre de unos treinta a treinta y cinco años, a quien todos le hacen paso por temor, se acerca a El.

"¿Estás todavía aquí? ¡Lárgate, en nombre del Sumo Sacerdote!"

Jesús se yergue -estaba inclinado viendo a un paralítico- y los mira con tranquilidad, con dulzura. Luego vuelve a inclinarse para imponer sus manos sobre el enfermo.

"¡Lárgate! ¿Entendiste? Engañador de las multitudes, o te haremos aprehender."

"Ve y alaba al Señor con una vida santa" dice Jesús al enfermo que se levanta curado, y esta es su única respuesta, mientras los demás amenazadores arrojan veneno y la multitud les advierte con ¡hosannas!, que no le hagan daño alguno.

Pero si Jesús es tan bueno, no lo es José de Alfeo que, echando la cabeza hacia atrás para parecer más alto, grita: "Eleazar, tú y tus semejantes que queréis derribar el cetro del Hijo elegido de Dios y de David, tened en cuenta que estás cortando todas las plantas, y la tuya en primer lugar, de la  que estás tan orgulloso. Porque sobre tu perversidad se mueve ya la espada del Señor" y diría más cosas, sino fuera porque Jesús poniéndole su mano sobre la espalda le dice: "¡Paz, paz, hermano mío!" y José, colorado de ira, se calla.

Van a la salida. Fuera del recinto se refiere a Jesús que los jefes de los sacerdotes y fariseos reprendieron a los guardias por no haberlo arrestado, pero que ellos se habían excusado diciendo que nadie había hablado como El. Respuesta que había hecho perder todo control a los príncipes de los sacerdotes y fariseos, entre los que había muchos sanedritas.. Tanto fue, que para probar a los guardias que eran unos mentecatos a quienes un loco había seducido, ellas querían venir a arrestarlo como a un blasfemo. Y también para enseñar a la gente a distinguir la verdad. Pero que Nicodemo que estaba presente se había opuesto diciendo: "No podéis proceder contra de El. Nuestra ley prohíbe condenar a un hombre antes de haberlo escuchado y haber visto tan sólo cosas que no merecen ninguna condenación." Que la ira de los enemigos de Jesús se volcó contra Nicodemo con amenazas e insultos y burlas, como si fuese un mentecato y pecador. Que Eleazar ben Ana había salido personalmente, con los más embravecidos, para expulsar a Jesús, pero que no se atrevió a hacerlo por la multitud.

José de Alfeo está que se muere de rabia. Jesús lo mira y le dice: "¿Lo ves, hermano?" No agrega más... pero hay mucho en esas palabras. Está la advertencia de que El tiene razón si habla o calla; todavía vive el recuerdo de sus palabras; se ve el índice de lo que es la Judea en sus castas más importantes, de lo que es el Templo y de otras cosas más.

José baja la cabeza y dice: "Tienes razón..." Se queda pensativo. Luego echa sus brazos alrededor de Jesús y sobre su pecho llora diciendo: "¡Pobre hermano mío! ¡Pobre María! ¡Pobre Madre!" Creo que José intuye claramente, en estos instantes, la suerte de Jesús...

"¡No llores! Haz también tú, como Yo hago, la voluntad de nuestro Padre" y para consolarlo le da un beso.

Cuando José está un poco calmado se dirigen a la casa dónde se hospeda y allí se despiden con el beso fraternal. José que está muy conmovido dice estas palabras: "¡Vete en paz, Jesús! No te preocupes de nada. Lo que te dije cerca de Nazaret, te lo repito, y con más convicción. Vete en paz. Entrégate tan sólo a tu trabajo. Yo pienso en lo demás. Vete y que Dios te consuele." Le besa otra vez y con un cariño de cabeza de familia le pone la mano sobre la cabeza. Después se despide de sus hermanos. Se despide también de Simón. Pero advierto que Santiago, no sé por que motivo, se comporta con José con un aire de frialdad, aire que no tiene para con Simón.

Las últimas palabras que José dice a Santiago son: "¿Debo, pues, decir que te he perdido?"

"No, hermano. Debes decir que tú sabes dónde estoy y que por lo tanto te toca encontrarme sin rencor, antes bien con muchas oraciones. Pero en las cosas del espíritu no es necesario tomar dos caminos al mismo tiempo. Comprendes lo que quiero decirte..."

"Sabes que yo lo defiendo..."

"Defiendes al hombre y al pariente. No basta para que te de aquellos ríos de gracia de que habló. Defiende al hijo de Dios, sin miedo al mundo, sin cálculos mezquinos, y serás perfecto. Adiós. Te encomiendo a nuestra Madre y a María de José..."

Jesús -no sé si oyó esto, porque estaba ocupado en despedirse de los nazarenos y galileos- luego que terminó ordena: "Vámonos al Olivete. De allí nos dirigiremos a algún lugar..."

VIII. 390-397

A. M. D. G.