EN CASA DE ZAQUEO 

CON LOS CONVERTIDOS

 


 

#Zaqueo habla a Jesús de una quinta de labranza que han comprado entre todos   

#Jesús mira con unos ojos que son una caricia a estas primeras flores de redimidos de varios países   

#¡Es verdad! Tu crimen ha sido grande. Tienes mucho que reparar. Pero Yo, la Misericordia, te aseguro que aunque fueras el mismo demonio y hubieses cometido todos los crímenes de la tierra, si tú quieres, puedes reparar todo y Dios te perdonará.   

#"Bésame la palma. Ese beso me aliviará de una tortura. Mano besada, mano herida. Besada por amor, herida por amor. ¡Oh, si todos supiesen besar a la gran Víctima, y que Ella muriera cubierta de llagas, sabiendo que en cada una están los besos, está el amor de todos los hombres redimidos!"  

 #Jesús habla ahora con un joven   

#Tú eres..." "El Redentor. Dame tu beso, hijo." Le toma la cabeza entre las manos, le besa en la frente y luego se inclina para recibir el beso del joven.   

#Le preguntan a Jesús: ¿Qué cosa es el alma? ¿Es acaso nuestra razón? ¿Qué cosa es el alma que nos dicen que es incorpórea, inmortal, sino la razón?  

#la teoría de la escuela pitagórica. Teoría de errores.  

 #Todos pueden, si quieren, volver a crear en sí al niño puro de los años infantiles

 


 

Zaqueo habla a Jesús de una quinta de labranza que han

 comprado entre todos

 

Están todos en una sala ancha y sin adorno que en un tiempo fue bella. Ahora no. Han traído asientos y lechos del comedor o de la alcoba y se han sentado alrededor del Maestro a quien han hecho que se sentase sobre una especie de poltrona de leño, cubierta con una alfombra de grueso hilo de bramante. Es el mueble más lujoso de la casa.

Zaqueo habla de una quinta de labranza comprada con el dinero con que todos contribuyeron: "¡Debíamos hacer algo! La ociosidad no es buena medicina para evitar el pecado. La quinta no es un lugar fértil, porque se le descuidó, como nosotros, y que como nosotros está lleno de zarzas, piedras, hierbas inútiles y otras cosas más. Nique nos ha prestado sus campesinos para que nos enseñen cómo abrir los pozos descuidados, a limpiar los campos, a podar los árboles que había y plantar nuevos. Conocíamos muchas cosas... pero no las santas obras del hombre. En este trabajo que es nuevo para nosotros, encontramos una vida realmente nueva. A nuestro alrededor nada nos recuerda el pasado. Tan sólo la conciencia. Pero está bien... Somos pecadores... ¿Quieres venir a verlos?"

"Cuando salgamos para ir al Jordán me detendré en ese lugar. Me has dicho que está situado sobre el camino que lleva al río..."

"Así es, Maestro. Es feo. La casa está que se cae. No tiene nada de muebles. No tuvimos dinero para tanto... tal vez cuando hayamos reparado nuestros crímenes para con el prójimo. Fuera de Demetes, Valiente y Leví, muy viejos para ciertas privaciones, que duermen aquí, los demás se han acostumbrado a dormir en el heno, Señor."

"Muchas veces ni eso tengo. También Yo dormiré en el heno, Zaqueo. Dormí en él mis primeros sueños y fueron dulcísimos porque el amor los cubrió. Puedo dormir allí, y no me molestará porque estaré en medio de hombres en quienes ha resucitado la buena voluntad."

 

Jesús  mira con unos ojos que son una caricia a estas 

primeras flores de redimidos de varios países

 

Y mira con unos ojos que son una caricia a estas primeras flores de redimidos de varios países. Ellos lo miran... No son hombres que fácilmente lloren. ¡Quién sabe cuántas lágrimas hicieron derramar! Sus caras son otros tantos libros en que está escrita su pasada conducta. Si su nueva vida ha borrado las palabras escritas, sin embargo se puede intuir y comprender de qué abismos se han levantado a la luz. Con todo, sus caras se esclarecen, se iluminan. Su mirada es franca. Una luz de esperanza sobrenatural, de satisfacción moral resplandece en él al oír que el Maestro les dice palabras alentadoras.

Continúa Zaqueo hablando: "¿Entonces apruebas todo lo hecho? Mira, Maestro. Te había dicho: "Te seguiré"  y quería realizarlo. Pero esa misma tarde aquí Demetes por uno de sus... por uno de esos infames negocios que tenía... y necesitaba dinero. Había llegado de Jerusalén... se le llama santa, pero no hay vergüenza que no haya en ella y los primeros que las fomentan son los que después nos lapidan cual leprosos... Bueno. Debo confesar mis pecados y no los de los demás. No tenía yo dinero. Te lo había dado. Todo. Hasta el que todavía quedaba aquí, pero que ya había sido dividido en partes que tenían que dar a quienes había robado con usura. Le dije: "No tengo dinero. Pero tengo algo que vale más que un tesoro". Le conté mi conversión, tus palabras, la paz que tenía yo dentro de mí... Hablé mucho, mucho. Y todavía seguía hablando cuando el alba nos encontró. Qué cosa dije, no recuerdo. Sé que él dio un puñetazo sobre la mesa, en donde nos habíamos sentado y exclamó: "Mercurio ha perdido un secuaz y los sátiros un compañero. Toma también estas monedas que no me alcanzan para cometer el crimen que había meditado, pero sí bastarán para comprar un pan para el que lo necesitares y tómame contigo. Quiero oler perfume, y no más hedores". Y se quedó. Fuimos a Jerusalén. Yo para vender cosas, él para librarse de todos... sus compromisos. Al regreso -había orado en el Templo, después de mucho tiempo, con el corazón puro y tranquilo de un niño- me dijo: "¿Si me quedo en Jericó donde están mis desgraciados amigos, los publicanos, los tahúres, alcahuetes, usureros, después que fueron superintendentes de galeotes y de hombres forzados al remo, de esclavos, de atormentadores de cualquier desventura, soldados sin ley ni compasión, que para olvidar los remordimientos de su conciencia se entregaban a comilonas y que vienen a buscarme para emplear sus malditas ganancias, a proponerme nuevos negocios o a invitarme a banquetes y a otras infames porquerías, esto no será -me dije- seguir al Maestro? La ciudad me desprecia. Los hebreos no dejarán de tenerme como a un pecador. Pero esos no. Son como yo, inmundicia. Pueden tener algo dentro que los empuje al bien, sólo que no encuentran quien les dé una mano para ayudarlos. Les di la mano en el mal. Tal vez pecaron por mis consejos, porque algo les había pedido entonces. Tengo el deber de ayudarlos para que vengan al bien. Así como he restituido a los que hice mal, así como he reparado el mal que hice a mis conciudadanos, así debo buscar cómo poder reparar con ellos". Y me quedé aquí. Uno después del otro han venido a esta ciudad y han hablado conmigo. No todos han sido como Demetes. Algunos huyeron después de injuriarme. Otros se han andado por las ramas; otros se estuvieron un poco de tiempo, pero luego regresaron a su infierno. Estos se han quedado. Pienso que debo seguirte de este modo, que debemos seguirte luchando contra nosotros mismos, soportando los desprecios del mundo que no sabe perdonarnos. Cuando vemos que él no nos perdona, lágrimas secretas brotan del corazón, así como cuando vuelven los recuerdos... muchos de los cuales nos afligen... En algunos de ellos son..."

"La terrible Némesis que nos echa en cara nuestros crímenes y que nos dice que en ultratumba se vengará de nosotros" dice uno.

"Los lamentos de los que ya desvanecidos golpeé para hacerlos trabajar."

"Las maldiciones de los que convertí en esclavos, después de haberles arrebatado lo que tenían."

"Las súplicas de las viudas y huérfanos que no podían pagar y a los que secuestré sus últimas cosas en nombre de la ley."

"Las horribles cosas cometidas en los países conquistados y aterrorizados después de la batalla."

"Las lágrimas de mi madre, de mi mujer, de mi hija, muertas de debilidad, mientras yo derrochaba todo en banquetes."

"Son... ¡Oh, mis crímenes no tienen nombre! Señor, no tengo sangre en mis manos, no he robado dinero, no he impuesto tasas odiosas, ni intereses estranguladores, no he matado a los vencidos, pero sí he disfrutado de todas las miserias, de las inocentes jovenzuelas de los derrotados, de las huérfanas, de las vendidas como mercancía por un pedazo de pan. De todas ellas recogí dinero. He caminado por el mundo buscando estas ocasiones. Detrás de los ejércitos. Allí donde se alzaba la carestía, allí donde un río anegaba todo y destruía las cosechas, allí donde una peste había dejado doncellas sin protección. Y las convertí en mercancía. Mercancía infame, pero inocente. Infame porque de ella saqué dinero, inocente porque no conocía lo que era el horror. Señor, por mis manos pasaron la virginidad de jovenzuelas, la honra de jóvenes esposas, cuando las ciudades eran conquistadas. Mis negocios... mis lupanares eran célebres, Señor... No me maldigas, ahora que sabes..."

 

¡Es verdad! 

Tu crimen ha sido grande. Tienes mucho que reparar. 

Pero Yo, la Misericordia, te aseguro 

que aunque fueras el mismo demonio y hubieses cometido

 todos los crímenes de la tierra, si tú quieres, 

puedes reparar todo 

y Dios te perdonará. 

 

Los Apóstoles se apartan involuntariamente del último que acababa de hablar. Jesús se levanta y se le acerca. Le pone la mano en la espalda y le dice: "¡Es verdad! Tu crimen ha sido grande. Tienes mucho que reparar. Pero Yo, la Misericordia, te aseguro que aunque fueras el mismo demonio y hubieses cometido todos los crímenes de la tierra, si tú quieres, puedes reparar todo y Dios te perdonará. Dios es muy grande, es como un padre. Si tú quieres, une tu voluntad a la mía. También quiero que seas perdonado. Únete a Mí. Dame tu pobre corazón difamado, destruido, plagado de cicatrices y de abatimiento después de que dejaste el pecado. Lo pondré en mi corazón, donde pongo a los más grandes pecadores, y lo llevaré conmigo al sacrificio redentor. La sangre más santa, la que manará de mi corazón, las últimas gotas de sangre de la Víctima por los hombres, se esparcirá sobre las peores piltrafas humanas y las regenerará. Ten esperanza. Una esperanza mucho mayor que tus grandes crímenes, fundada en la misericordia de Dios, porque es ilimitada para quien en ella sabe confiar."

 

"Bésame la palma. Ese beso me aliviará de una tortura.

 Mano besada, mano herida. Besada por amor, herida por amor.

 ¡Oh, si todos supiesen besar a la gran Víctima, y que Ella

 muriera cubierta de llagas, sabiendo que en cada una están

 los besos, está el amor de todos los hombres redimidos!" 

 

El pecador siente deseos de tomar y besar la mano que tiene sobre su espalda, una mano pálida y descarnada que toca un vestido negruzco, una espalda robusta. Pero no se atreve. Jesús lo comprende, se la toma diciéndole: "Bésame la palma. Ese beso me aliviará de una tortura. Mano besada, mano herida. Besada por amor, herida por amor. ¡Oh, si todos supiesen besar a la gran Víctima, y que Ella muriera cubierta de llagas, sabiendo que en cada una están los besos, está el amor de todos los hombres redimidos!" y empuja su mano contra los labios de quien se la está besando, que me parece ser un romano. Y la conserva así, hasta que el antiguo pecador separa sus labios como saciado de haber bebido la misericordia, de haber apagado sus remordimientos.

Jesús vuelve a su lugar y al pasar pone la mano sobre la cabeza rizada de un joven, que no creo llegue a los veinte años. No ha hablado. Parece ser hebreo. Le pregunta: "Y tú, hijo mío, ¿no tienes nada que decir a tu Salvador?"

 

Jesús habla ahora con un joven

 

El joven levanta la cabeza, lo mira... Su mirada es todo un discurso. Una historia de dolor, de odio, de arrepentimiento, de amor.

Jesús un poco inclinado le mira fijamente. El joven hace lo mismo. Jesús lee una historia muda, añade: "Por esto te he llamado "hijo". No estás más solo. Perdona a todos los de tu raza y a extranjeros, como Dios te perdona. Ama el Amor que te ha salvado. Ven un momento conmigo. Quiero decirte una palabra aparte."

El joven se levanta, lo sigue. Cuando están solos le dice: "Quiero decirte lo siguiente, hijo. El Señor te ha amado mucho, aunque no lo parezca a primera vista. La vida te ha probado mucho. Los hombres te han hecho mucho daño. Ambos habrían podido convertirte en una ruina irreparable. Detrás de ellos estaba Satanás envidioso de tu alma, pero sobre ti los ojos de Dios. Y esos ojos benditos han contenido a tus enemigos. Su amor puso a Zaqueo en tu camino; y con él a Mí que te estoy hablando. Ahora te digo que debes encontrar en este amor cuanto no lo has tenido, y debes olvidar todo lo que te ha herido. Perdonar, perdonar a tu madre, perdonar al patrón infame, perdonarte a ti mismo. No te odies así, hijo. Odia el tiempo en que estuviste cometiendo pecados, pero no a tu corazón que ha decidido no pecar más. Tus pensamientos sean buenos amigos de tu corazón, y juntos lleguen a la perfección."

"¡Perfecto, yo!"

"¿Oíste lo que dije a ese hombre? ¡Y también él estuvo en el fondo del abismo!... ¡Gracias, hijo!"

"¿De qué, Señor mío? Soy yo quién debo darte las gracias..."

"De que no hayas querido ir con quien compra hombres para traicionarme."

"Oh, Señor, ¿crees que lo iba a hacer cuando sé que no desprecias ni siquiera a los ladrones? Estuve entre los que te llevaron el cordero a Carit. Y uno de los nuestros que ahora está en poder de los romanos -al menos así se dice, y lo creo porque desde antes de los Tabernáculos no lo vimos más en nuestras cuevas- me refirió tus palabras en un valle cerca de Modín... En ese tiempo todavía no estaba yo con los ladrones. Me fui con ellos a finales de Adar y los dejé a principio de Etanim. Pero no he hecho nada que merezca tu gratitud. Tú eres bueno. También yo quiero serlo. Y avisar a un amigo tuyo... ¿puedo llamar a Zaqueo con este nombre?"

"Lo puedes. Todos los que me aman, son mis amigos. También tú..."

"¡Oh!...  Se lo dije para que te protegiese. Pero esto no vale la pena..."

"Te repito, que te doy las gracias porque no te vendiste contra Mí. Esto es lo que vale."

"¿Y el haber advertido a Zaqueo no vale?"

"Hijo mío, ninguna cosa podrá impedir al odio para que no me ataque. ¿Has visto alguna vez un río fuera de madre?"

"Sí. Una vez cerca de Jabes Galaad. Vi los destrozos del río en avenida antes del Jordán."

"¿Pudo cosa alguna detener las aguas?"

"No. Todo lo cubrieron y destruyeron. Hasta arrastraron las casas."

"Así es el odio. Pero no me revolcará. Seré sumergido, pero no destruido. Y en la hora más amarga, el amor de quien no quiso odiar al Inocente, será mi consuelo, mi luz en las tinieblas de horas oscurísimas, mi dulzura en el cáliz del vino mezclado con hiel y mirra."

"Hablas, hablas como de Ti mismo como si... Para los ladrones está destinada esa copa, para los que mueren en la cruz. ¡Pero Tú no eres un ladrón! ¡Tú no eres un criminal! Tú eres..."

 

Tú eres..." "El Redentor. 

Dame tu beso, hijo." 

Le toma la cabeza entre las manos, le besa en la frente 

y luego se inclina para recibir el beso del joven. 

 

 

"El Redentor. Dame tu beso, hijo."

Le toma la cabeza entre las manos, le besa en la frente y luego se inclina para recibir el beso del joven. Un beso tímido, que apenas si toca sus mejillas enflaquecidas... El joven se arroja llorando en el pecho de Jesús.

"No llores, hijo mío. El amor me sacrifica. Y siempre es un dulce sacrificio, aun cuando no le gusta a la naturaleza humana."

Lo tiene entre sus brazos hasta que el llanto cesa. Regresa, teniéndolo por la mano hasta el lugar que antes ocupaba Pedro.

Torna a hablar: "Mientras comíamos, uno de vosotros, que no es de Israel, dijo que quería preguntarme algo. Puede hacerlo ahora, porque luego volveremos a la gente y nos separaremos."

"Fui yo, pero también otros muchos la desean. Zaqueo no supo explicarlo, y ni siquiera algunos de los nuestros y que tienen tu religión. Hicimos la misma pregunta a tus discípulos cuando pasaron por aquí, pero no nos dieron una respuesta clara."

"¿De qué se trata?"

 

Le preguntan a Jesús: 

¿Qué cosa es el alma? ¿Es acaso nuestra razón? 

 

¿Qué cosa es el alma, que nos dicen que es incorpórea,

 inmortal, sino la razón?

 

"No sabíamos ni siquiera que tuviésemos alma. Esto es... deberíamos haberlo sabido porque nuestros antepasados... Pero no leímos los antiguos. Éramos unos animales... No sabíamos qué cosa era esta alma. Ni siquiera ahora lo sabemos. ¿Qué cosa es el alma? ¿Es acaso nuestra razón? No lo creemos, porque en tal caso estaríamos sin ella, y hemos oído decir que sin alma no hay vida. ¿Qué cosa es el alma, que nos dicen que es incorpórea, inmortal, sino la razón? El pensamiento es incorpóreo. Pero no es inmortal porque cesa con nuestra vida. Aun el más sabio no piensa después de la muerte."

"El alma no es el pensamiento. El alma es el espíritu, es el principio inmaterial de la vida, el principio impalpable, pero verdadero, que anima a todo hombre y que sobrevive a él. Por esto se le llama inmortal. Es algo tan sublime, que el mismo pensamiento aunque poderoso es nada en su comparación. El pensamiento tiene fin. Pero el alma aunque tiene principio, no tiene fin. Bienaventurada o condenada continúa existiendo. Felices los que saben conservarla pura, o a hacer que sea pura otra vez después de haberla ensuciado, para devolverla a su Creador en el estado en que Él la entregó al hombre para animar su ser."

"¿Está en nosotros, o sobre nosotros, como los ojos de Dios?"

"En nosotros."

"¿Entonces en prisión hasta la muerte? ¿Esclava?"

"No. Reina. En el pensamiento eterno el alma, es espíritu es la cosa que reina en el hombre, en el animal llamado hombre. Ella que vino del Rey y Padre de todos los reyes y padres, su hálito y su imagen, su don y su derecho, tiene por misión hacer del ser llamado hombre, un rey del gran reino eterno, hacer de la criatura llamada hombre un dios después de esta vida, un "viviente" en la morada del sublimísimo y único Dios, es creada reina, con autoridad y con el destino de reina. Sus esclavas son las virtudes y facultades del hombre. Su ministro la buena voluntad, su siervo el pensamiento, siervo y alumno. Este obtiene su fuerza y veracidad del espíritu, de este adquiere justicia y sabiduría, y puede subir a una perfección real. Un pensamiento privado de la luz del espíritu tendrá siempre lagunas y tinieblas; jamás podrá caer en la cuenta de verdades que son más incomprensibles que los misterios, porque se separó de Dios al haber perdido la realeza de su alma. El pensamiento humano será ciego, será necio, si le falta este punto, este fermento indispensable para comprender, para levantarse, dejando la tierra, y lanzarse a lo alto, al encuentro de la Inteligencia, de la Potencia, de la Divinidad en una palabra. Te hablo de este modo, Demetes, porque no siempre has sido un cambista, y puedes comprender, y explicarlo a los demás."

"Verdaderamente eres un vidente, Maestro. No he sido siempre un cambista, como lo has dicho...Más bien, esto fue el último peldaño de mi bajada... Dime, Maestro, si el alma es reina, ¿por qué no reina y no frena el mal pensamiento y la carne del hombre?"

"A frenar o domar quitaría la libertad y el mérito. Señor una opresora."

"Pero el pensamiento y la carne oprimen al alma, me refiero a mí, a nosotros, y la hacen esclava muchas veces. Por esto te preguntaba si en nosotros es una esclava. ¿Cómo puede permitir Dios que una cosa tan sublime -la definiste "hálito de Dios e imagen suya"- se envilezca hasta obedecer lo que le es inferior?"

"El Pensamiento divino quería que el alma no conociese la esclavitud. Mas ten en cuenta del enemigo de Dios y del hombre. Aun vosotros habéis oído hablar de espíritus inferiores."

"Sí, y todos con crueles deseos. Puedo afirmar que, al recordar lo que fui de niño, solamente puedo atribuir a estos espíritus inferiores que haya llegado a ser lo que fui hasta los umbrales de la vejez. Ahora vuelvo a encontrar al pequeñito que perdió el camino de aquellos años. ¿Podré volverme tan pequeño para regresar a la pureza de entonces? ¿Se puede retroceder en el tiempo?"

"No se puede. Imposible. Tiempo pasado, tiempo que jamás regresa. No puede uno volver a él, mas no es necesario.

 

la teoría de la escuela pitagórica. 

Teoría de errores.

 

Algunos de vosotros sois de lugares donde se conoce la teoría de la escuela pitagórica. Teoría de errores. Las almas, después de su viaje por la tierra, no entran a ningún cuerpo. No regresan al de un animal, porque no es conveniente que una cosa tan sobrenatural, venga a vivir en el cuerpo de un bruto. No regresa al de otro hombre porque ¿cómo podría premiarse al cuerpo unido con un alma en el último juicio, si esa alma tuvo diversos cuerpos, cual vestidos? Se dice, según los seguidores de tal teoría, que el último cuerpo es el que goza, porque por purificaciones sucesivas, en vidas diversas, el alma, sólo en la última reencarnación, llega al estado perfecto para poder ser premiada. ¡Error y ofensa! Es un error y ofensa contra Dios, porque se admite que no pudo haber creado sino un limitado número de almas. Error y ofensa contra el hombre, al juzgarlo tan corrompido que difícilmente puede ser premiado. No recibirá el premio inmediatamente; la mayor parte de las veces deberá sufrir una purificación al final de la vida. Purificación es prepararse al gozo. Por lo tanto el hombre que se purifica es uno que se ha salvado. Y si se salva, gozará, después del último día, con su cuerpo. No podrá tener sino un cuerpo para su alma, sino una vida que compartirá con el cuerpo que le dieron sus padres, y con el alma que el Creador le dio para vivificarlo.

No es posible reencarnarse, así como no es posible retroceder en el tiempo. Pero sí es posible volver uno a crearse a sí mismo con un acto de libre voluntad, y Dios lo bendice y ayuda. Todos lo habéis tenido. Veréis entonces que el pecador, el vicioso, el asqueroso, el delincuente, el ladrón, el corrompido, el corruptor, el homicida, el sacrílego, el adúltero bajo el lavacro del arrepentimiento, renace espiritualmente, destruye la pulpa corrompida del hombre viejo, derrota el "yo" del pensamiento todavía más corrompido, como si la voluntad de redimirse fuese un ácido que atacase y destruyese la envoltura malsana donde se oculta un tesoro, y se pone al descubierto el espíritu, purificado, sano, revestido con un nuevo pensamiento, con un vestido nuevo, puro, bueno, infantil. ¡Oh! un vestido con el que puede acercarse a Dios, con el que puede cubrir dignamente al alma re-creada, protegerla y ayudarla hasta la super-creación de sí misma que es la santidad alcanzada y que el día de mañana -un mañana tal vez lejano, si se le considera a la manera humana; muy cercano, si se le contempla con el pensamiento de la eternidad- será gloriosa en el Reino de Dios.

 

Todos pueden, si quieren, volver a crear en sí al niño puro 

de los años infantiles

 

Todos pueden, si quieren, volver a crear en sí al niño puro de los años infantiles, que era amoroso, humilde, franco, bueno, al que su madre estrechaba contra su pecho, a quien su padre miraba orgullosos a quien el ángel de Dios amaba y a quien Dios miraba con amor. ¡Vuestras madres! Tal vez fueron mujeres virtuosas... Dios no dejará que su virtud no sea premiada. Tratad, pues, de alcanzar iguales virtudes para poder uniros con ellas cuando para todos los virtuosos habrá una sola casa. el Reino de Dios para los buenos. Tal vez ellas pudieron no haber sido buenas y haber contribuido a vuestra ruina, pero si no os amaron, si no conocisteis el amor, si su falta de él os hizo malos, ahora que un Amor divino os ha acogido, sed santos para poder gozar algún día del amor que sobrepuja todo amor.

"¿Hay algo más que preguntar?"

"No, Señor. Tenemos que empezar a aprender todo, pero por el momento no tenemos otra cosa..."

"Por algunos días os dejaré a Juan y a Andrés. Después mandaré aquí a discípulos buenos y sabios. Quiero que los potros salvajes conozcan los caminos del Señor y los lugares donde pueden pacer así como los de Israel lo hacen, porque he venido para todos y amo a todos de igual modo. Levantaos. y vamos."

Es el primero en salir al jardín. Le siguen estrechados sus discípulos, que dulcemente se lamentan: "Maestro, has hablado a estos, como raras veces hablas a tus elegidos..."

"¿Y os duele? ¿No sabéis que así se hace aun en el mundo, cuando se quiere conquistar a alguien que nos ame? No hay necesidad de conquistar a los que nos aman con todas sus fuerzas y son por otra parte de nuestra familia. Basta con verse con alegría y paz" dice Jesús con una sonrisa divina, verdaderamente divina, llena de júbilo. Los apóstoles no se lamentan más, antes bien lo miran dichosos perdiéndose en esa comunicación de amor.

IX. 596-605

A. M. D. G.