JESÚS Y EL HOMBRE DE YABNIA

 


 

#Jesús pasa entre los campos que suben y bajan según los desniveles del monte   

#Las aprecio más que los tesoros de un rey. Son inocentes como las que acaban de nacer, y me las ha dado una que es inocente como las flores.  

 #En tierra está un hombre entumecido, es un montón de harapos y de huesos, tal vez muerto  

 #Voy a donde está ese pastor. Te traeré leche. Regreso pronto  

 #¡No te aflijas! El tiempo en amar a los hermanos no es perdido.  

 #estoy enfermo aquí (señala el estómago) Soy viudo, con cinco niños... Ermasteo ha afirmado que el Rabí de Galilea es bueno como poderoso. Yo lo creo. Voy a donde esté    

#El Dios verdadero es Padre de los hombres. Justo, pero bueno. Premia a quien tiene fe y no exige que los inocentes paguen por culpas que no son suyas   

#¿Estás seguro que si tal lo es, te escucharía a ti, incircunciso? Seguro. Porque lo decía Ermasteo. Nos repetía: Es el Salvador de todos. Para El no hay hebreos ni idólatras.   

#yo digo aquí (se pone fatigosamente de rodillas): "Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!" Y se haga como tu fe lo merece" dice Jesús   

#Me hablaste de Ermasteo como si hubiera muerto. ¿Sabes cómo acabó?  

#Este es un discípulo mío. Cuéntale de Ermasteo.   

#Hermoso, pero no diverso del de otras regiones Entonces el grano es mejor que los hombres. La tierra también es mejor que los hombres, porque cuando se le arroja la semilla, no hace diferencia si es de Samaría o de Judea  

 #Y vosotros aprended la gran ley del amor, sin la que jamás seréis mis seguidores. No es el amor por Mí, ni sólo ello lo que salvará vuestras almas, sino el amor por mi enseñanza. Esta enseña a amar sin distinción de razas o de clases sociales

 


 

Deben haber pasado muchos días, porque el trigo que en visiones anteriores había yo visto pequeñito, ahora después del último aguacero y de los días soleados, ha crecido y empieza a echar espiga. Un viento suave lo hace ondear. La brisa acaricia las nuevas ramas de los árboles frutales, que apenas caída la flor o a punto de caer, han echado hojitas de color esmeralda claro, tiernas, brillantes, hermosas como todo lo que es nuevo. Un poco retrasadas son las vides llenas de nudos. Pero entre sus brazos que se entretuercen, las yemas ha roto la costra, y aunque todavía dentro, dejan ver la pelusa gris plateada en donde anidan los futuros racimos. Los ramos parecen ablandarse con mayor gracia. El sol continúa su obra de pintor dando color a todo, de destilador de aromas; y mientras pasa su pincel con colores más vivos de los de ayer, calienta y con ello extrae del suelo, de los prados en flor, de los trigales, de los huertos, de los bosques, de los muros, de la ropa puesta a secar, las diversas ondas de olores, para crear una sola sinfonía de perfume que durará  por todo el verano, hasta perderse en un agrio olor de mosto en las tinas donde la uva se convierte en vino. Se oye el cantar de los pajarillos, el balar de los corderos, de los chivos. Se oyen cantar a hombres por las faltas. Lo mismo que las risas de niños y mujeres. Es primavera. La naturaleza ama. El hombre se regocija con el amor de la naturaleza que mañana lo hará más rico, y goza de sus amores que prenden más fuerza. La esposa parece más bella. El marido más protector. Los niños más bonitos. Los niños que ahora son sonrisa y significan trabajo, pero que mañana en la vejez, serán también sonrisa y protección.

 

Jesús pasa entre los campos que suben y bajan según 

los desniveles del monte

 

Jesús pasa entre los campos que suben y bajan según los desniveles del monte. Va solo. Vestido de lino, porque su último vestido de lana lo dio a Samuel. Trae un manto ligero color azul un poco alegre, echado sobre el hombro, que graciosamente envuelve su cuerpo, y que sostiene con un brazo sobre su pecho. La extremidad que pende del brazo, ligeramente ondea al soplo de la mansa brisa que pasa tocando, y los cabellos de su cabeza brillan al sol. Pasa. Donde ve niños se inclina a acariciar sus cabecitas inocentes y a escuchar sus cuitas, a admirar lo que le van a mostrar.

Una pequeñuela que tropieza en su carrera, por lo pequeña y porque su vestido es más largo, tal vez era de su hermano mayor, se acerca que es una sonrisa que se le escapa de los ojos y hace ver sus pequeños incisivos entre sus sonrosados labios, trayendo un manojo de margarita en sus brazos, que más no podría traer. Las levanta y dice: "Para Ti. Son tuyas. A mamá daré después. Dame un beso, ¡aquí!" y aplaude con sus manitas sobre su boquita diciendo palabras de admiración y agradecimiento. Se pone de puntillas en un intento vano de llegar hasta el rostro de Jesús que bondadosamente ríe. La toma en sus brazos y con ella sigue su camino hacia un grupo de mujeres que meten en el agua telas nuevas para que después de tenderlas el sol las blanquee.

Las mujeres, agachadas hacia el agua, se enderezan saludando. Una de ellas sonriente dice: "Tamar te ha dado molestia... Desde hora temprana estaba cortando flores con la secreta esperanza de verte pasar. No me dio ni una, porque te las quería dar todas."

 

Las aprecio más que los tesoros de un rey. 

Son inocentes como las que acaban de nacer, 

y me las ha dado una que es inocente como las flores.

 

"Las aprecio más que los tesoros de un rey. Son inocentes como las que acaban de nacer, y me las ha dado una que es inocente como las flores." Besa a la niña poniéndola en el suelo y dice: "Que sobre ti venga la gracia del Señor." Saluda a las mujeres y continúa su camino saludando a los agricultores y pastores que responden a su saludo desde sus campos o desde sus prados.

 

En tierra está un hombre entumecido, es un montón 

de harapos y de huesos, tal vez muerto

 

Parece que va a allá abajo, hacia Jericó. Luego regresa; toma otro sendero que sube nuevamente hacia los montes que están al norte de Efraín. También aquí, donde el sol da, y los vientos del norte no azotan, hay buenos trigales. El atajo entre dos campos tiene de una parte árboles frutales a determinada distancia y los capullos de los próximos frutos son como tantas perlas sobre la rama. Un camino que baja de norte a sur corta el atajo. Debe ser un camino importante porque en el lugar del cruce hay piedras millares que usan los romanos en que está escrito señalando al norte: "Neápolis", y bajo esta palabra -esculpida con grandes letras latinas- con pequeñas, y con grafito en el granito: "Siquén"; en el lado que da al poniente: "Silo-Jerusalén"; en el del sur: "Jericó". En el de oriente no hay nada escrito. Se podría decir que si no hay escrito un nombre de ciudad, sí lo hay de una desgracia humana. En tierra, entre la piedra millar y el caño que flanquea el sendero, como en todos los caminos que están a cargo de los romanos, por donde corre el agua en tiempos de lluvia, está un hombre entumecido, es un montón de harapos y de huesos, tal vez muerto.

Jesús se inclina al verlo entre la hierba, lo toca: "Oye ¿qué te pasa?"

Un gemido es su respuesta. Se mueve, se desenvuelve, aparece una cara de esqueleto, cadavérica, y dos ojos cansados, dolorosos, lánguidos miran estupefactos. Trata de sentarse apoyándose con las manos, pero está tan débil que sin la ayuda de Jesús no lo logra.

Jesús lo ayuda y hace que se recline sobre la piedra millar. Le pregunta: "¿Qué te pasa? ¿Estas enfermo?"

"Sí." Un "sí" muy débil.

"¿Por qué te has puesto de camino sólo y en estas condiciones? ¿No tienes a nadie?"

El hombre hace señal de que sí, pero está muy débil para responder.

Jesús mira a su alrededor. No hay nadie por los campos. Al norte, en la cresta de un collado, un montón de casas; al oeste, entre el verdor de la pendiente que se cambia entre las quebraduras del camino, pastores. Jesús baja sus ojos sobre el hombre. Pregunta: "Si te ayudase, ¿podrías ir hasta ese poblado?"

El hombre mueve la cabeza y dos lágrimas le bajan por las mejillas tan secas como si fuera ya viejo, aunque la barba dice que todavía es joven. Une todas sus fuerzas y dice: "Me arrojaron... Temor a lepra... No lo estoy... Me muero... de hambre." Respira dificultosamente por la debilidad. Se mete un dedo en la boca y saca una bolita verdosa: "Mira... He masticado trigo... pero todavía es hierba."

 

Voy a donde está ese pastor. Te traeré leche. 

Regreso pronto

 

"Voy a donde está ese pastor. Te traeré leche. Regreso pronto." Casi de carrera va a donde está el ganado, a unos doscientos metros.

Habla con el pastor, señala al hombre. El pastor se vuelve a mirar, parece como si no creyese. Luego dice que sí. Se quita del cinturón una escudilla de madera que trae como todos los pastores, ordeña una cabra, da la leche a Jesús, que con precaución baja la pendiente. El pastorcillo lo sigue.

Se pone de rodillas junto al hombre. Le pasa un brazo detrás de la espalda para levantarlo. Le acerca la leche tibia a los labios. Le hace beber a sorbos. Luego pone la taza en el suelo diciendo: "Por ahora basta. Si la bebes toda te haría mal. Deja que tu estómago tome fuerzas con la que bebiste."

El hombre no protesta. Cierra los ojos. El pastorcillo lo mira sorprendido.

Después de algunos minutos Jesús ofrece nuevamente la taza de la que bebe el hombre con pausas menos breves. Jesús devuelve la escudilla al muchacho que se va.

El hombre lentamente cobra fuerzas. Trata de incorporarse. Envía una sonrisa de agradecimiento a Jesús sentado en la hierba. A modo de excusa: "Te hago perder tiempo."

 

¡No te aflijas! El tiempo en amar a los hermanos 

no es perdido

 

"¡No te aflijas! El tiempo en amar a los hermanos no es perdido. Cuando te sientas mejor, hablaremos."

"Me siento mejor. La vida vuelve a mi cuerpo y a mis ojos... Creía que iba morirme aquí...¡Pobre de mis hijos! Había perdido toda esperanza... Y hasta ahora era grande... Si no hubieras venido, hubiera muerto... así... en el camino..."

"Cosa triste. Es verdad. Pero el Altísimo miró a su hijo y lo socorrió. Descansa un poco."

El hombre obedece por unos minutos, luego abre sus ojos y dice: "Me siento revivir. ¡Oh, si pudiese ir a Efraín!"

"¿Para qué? ¿Hay alguien que te espera allí? ¿Eres de allá?"

 

estoy enfermo aquí (señala el estómago) Soy viudo, 

con cinco niños... 

Ermasteo ha afirmado que el Rabí de Galilea es bueno 

como poderoso. Yo lo creo. Voy a donde esté

 

"No. Soy de la campiña de Yabnia, cerca del Mar Grande. Fui a Galilea, a lo largo de la ribera, hasta Cesarea. Luego a Nazaret, porque estoy enfermo aquí (señala el estómago), de un mal que nadie puede curar y que no me deja trabajar en el campo. Soy viudo, con cinco niños... Soy nativo de Gaza. Mi padre fue filisteo y mi madre siro-fenicia. Uno de los nuestros, que era admirador del Rabí galileo, llegó con otro a nuestro lugar y nos habló del Rabí. Yo también lo oí. Cuando me enfermé, me dije: "Soy siro y filisteo: peste para Israel. Pero Ermasteo ha afirmado que el Rabí de Galilea es bueno como poderoso. Yo lo creo. Voy a donde esté". Apenas llegó la buena ocasión, encomendé mis hijos a su abuela, recogí lo poco que tenía, pues mucho lo había gastado en medicinas, y me vine a buscar al Rabí. El dinero se acabó pronto en el viaje, sobre todo porque no se puede comer de cualquier cosa... y porque se debe estar en albergues, cuando el dolor arrecia. En Séforis vendí mi asno, porque no tenía dinero, y para dar algo al Rabí. Pensaba que tan pronto me curase, podría comer de todo y regresar pronto a casa. Allí con el trabajo en mis tierras y de otros, me recuperaría... Pero el Rabí no estuvo en Nazaret, ni en Cafarnaúm. Su Madre me dijo: "Está en Judea. Búscalo en casa de José de Séforis en Bezeta o en el Getsemaní. Te dirán dónde está". Regresé a pie. Mi enfermedad crecía... el dinero disminuía. En Jerusalén, a donde me enviaron, encontré a muchos hombres, pero no al Rabí. Me dijeron: "¡Oh! lo han arrojado de acá desde hace mucho tiempo. El Sanedrín lo ha maldecido. Huyó y no sabemos dónde esté". Yo... me sentí morir... como ahora. Más que ahora. Fui preguntando a todos en las ciudades, y en la campiña. Nadie supo darme razón. Algunos lloraban conmigo, muchos me pegaron. Un día, que estaba pidiendo limosna fuera del muro del templo, oí que dos fariseos decían: "Ahora que se sabe que Jesús de Nazaret está en Efraín... Aquí caí... Quisiera ir a Efraín... ¡Tan cerca que estoy de la meta! ¿Puede ser que no llegue? Yo creo en el Rabí. No soy israelita, pero tampoco lo era Ermasteo y el  Rabí lo amó. ¿Posible que el Dios de Israel haga pesar su mano sobre mí en venganza de las culpas de mis antepasados?" 

 

El Dios verdadero es Padre de los hombres. 

Justo, pero bueno. Premia a quien tiene fe y no exige 

que los inocentes paguen por culpas que no son suyas

 

"El Dios verdadero es Padre de los hombres. Justo, pero bueno. Premia a quien tiene fe y no exige que los inocentes paguen por culpas que no son suyas. ¿Por qué dijiste que cuando oíste que no se sabía donde estaba el Rabí, te sentiste morir más que hoy?"

"¡Bueno! Porque me dije: "Lo perdí antes de encontrarlo"."

"¡Porque no te curarías!"

"No por esto sólo, sino porque Ermasteo nos repetía ciertas cosas que de haberlo conocido, no me consideraría más una asquerosidad."

"¿Crees, pues, que sea El el Mesías?"

"Lo creo. No sé qué cosa quiera decir Mesías, pero creo que el Rabí de Nazaret es el Hijo de Dios "

 

¿Estás seguro que si tal lo es, 

te escucharía a ti, incircunciso? 

Seguro. Porque lo decía Ermasteo. 

 

Nos repetía: Es el Salvador de todos. 

Para El no hay hebreos ni idólatras.

 

En el rostro de Jesús brilla una sonrisa luminosa. Pregunta "¿Estás seguro que si tal lo es, te escucharía a ti, incircunciso?"

"Seguro. Porque lo decía Ermasteo. Nos repetía: Es el Salvador de todos. Para El no hay hebreos ni idólatras. Sólo criaturas que salvar porque el Señor Dios lo envió para esto". Muchos se reían. Yo creí. Si le pudiere decir: "Jesús, ten piedad de mí", me escuchará. ¡Oh, si eres de Efraín, llévame a donde está! Tal vez eres uno de sus discípulos..."

Jesús sonríe cada vez más y aconseja: "Trata de pedirme que te cure Yo..."

"Tú eres bueno. Cerca de ti me siento bien. Si tú así eres bueno... cómo lo será el Rabí en persona. Tal vez te habrá dado poder de hacer un milagro, porque bueno eres, tienes que ser uno de sus discípulos. Todos los que encontré han sido buenos. ¿Te enojarías si dijese que podrías curar los cuerpos, pero no los corazones? Yo quisiera que también el mío se curara, como sucedió a Ermasteo. Ser un hombre recto... Y sólo puede hacerlo el Rabí. Soy un pecador además de enfermo. No quiero que mi cuerpo sane, sin que mi alma no se cure. Quiero vivir y quiero que viva también mi alma. Ermasteo nos decía que el Rabí es Vida del alma y que el alma que cree en El vive para siempre en el Reino de Dios. Llévame a donde está el Rabí. Eres bueno. ¿Por qué sonríes? ¿Porque crees que soy un atrevido en querer que me cure sin darle un óbolo? Una vez que me vea curado volveré a cultivar la tierra. Tengo huertos muy buenos. Que el Rabí vaya cuando es su estación y le pagaré con una hospitalidad como merece."

"¿Quién te dijo que el Rabí quiere dinero? ¿Ermasteo?"

"No. Más bien él decía que el Rabí se compadece de los pobres y es el primero en socorrerlos. Pero se hace con todos los médicos... y con todos... para acabar..."

"Pero no con El. Te lo aseguro. Te aseguro que si pudieses aumentar tu fe a pedirle aquí el milagro, y de que es posible, lo alcanzarías."

"¿De verás?... Si eres uno de sus discípulos no puedes mentir ni equivocarte. Aunque me desagrade no ver al Rabí... quiero obedecerte... Tal vez perseguido como está... no quiere que se le vea... no se fía de nadie. Tiene razón. Pero no somos nosotros los que lo llevaremos a la ruina. Serán los hebreos... Mira, yo digo aquí (se pone fatigosamente de rodillas): "Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!" "

 

yo digo aquí (se pone fatigosamente de rodillas): 

"Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí!" 

Y se haga como tu fe lo merece" dice Jesús 

 

"Y se haga como tu fe lo merece" dice Jesús con su gesto con que obra un milagro.

El hombre es presa como de una ofuscación, como si una luz improvisada le hubiera herido. Comprende -no sé si porque su inteligencia haya sido iluminada o por sensación física, o por ambas cosas- que es Jesús el que tiene delante y con un grito tan fuerte que el pastor, que había bajado, apresura el paso.

El hombre está en tierra con la cara entre la hierba. El pastor dice señalándolo con su cayado: "¿Está muerto? Cuando uno está exhausto además de la leche se necesita otra cosa" y mueve la cabeza.

El hombre lo oye, se pone de pie, fuerte, sano. Grita: "¿Muerto? ¡Estoy curado! El lo ha hecho. No me siento ni débil ni enfermo. Me siento como joven. ¡Oh, Jesús bendito! ¿Porqué no te reconocí desde el principio? Tu piedad debió haberme dicho tu nombre. La paz que sentía cerca de Ti. Fui tonto. Perdona a tu pobre siervo" y se arroja de nuevo al suelo adorándolo.

El pastor deja allí mismo sus cabras y corre lo más que puede al poblado.

 

Me hablaste de Ermasteo como si hubiera muerto. 

¿Sabes cómo acabó?

 

Jesús se sienta junto al curado: "Me hablaste de Ermasteo como si hubiera muerto. ¿Sabes cómo acabó? No quiero de ti sino una sola cosa, que vengas conmigo a Efraín y que digas a quien está conmigo cómo terminó. Luego te mandaré a Jericó, a casa de una discípula, para que te ayude a regresar."

"Si lo quieres, iré. Ahora que me siento bien, no tengo miedo de morir en el camino. Aun la hierba me puede alimentar. No tendré vergüenza de tender mi mano, porque no acabé mis bienes en la crápula, sino en algo que era honesto."

"Quiero que vengas. Le dirás que me viste, que la espero aquí. Que puede venir, que nadie la molestará. ¿Podrás decírselo?"

"Lo podré. Ah, ¿por qué te odian, si eres tan bueno?"

"Porque muchos hombres tienen en sí un espíritu que se ha posesionado de ellos. Vamos."

Jesús toma el camino a Efraín. Lo sigue el curado. Sólo los restos de una larga debilidad queda pintada en su rostro, como en el andar.

Del poblado baja haciendo señas y gritando mucha gente. Llaman a Jesús. Le dicen que se detenga. No los escucha, más bien aprieta el paso.

Llega a las cercanías de Efraín... Los trabajadores que se preparan a volver a casa, pues empieza el crepúsculo, lo saludan y miran también al hombre que lo acompañan.

 

Este es un discípulo mío. Cuéntale de Ermasteo.

 

De un atajo sale Judas de Keriot. Da como un grito de sorpresa al ver al Maestro, que no da señal de sorpresa alguna. Se vuelve al hombre que le acompaña y dice: "Este es un discípulo mío. Cuéntale de Ermasteo."

"¡Oh, en pocas palabras se puede decir! Infatigable era en predicar al Mesías, aun después que se separó de su compañero para quedarse con nosotros. Decía que todos tenemos necesidad de conocerte, y que quería darte a conocer a su patria, y que regresaría después que hubiese divulgado en todos los poblados, aun los más pequeños, tu nombre. Vivía como un penitente. Si alguien le regalaba un pedazo de pan, lo bendecía en tu nombre. Si le arrojaban piedras los bendecía de igual modo. Se alimentaba de frutas del monte, de moluscos marinos que sacaba de los escollos o de la arena. Muchos decía que estaba "loco". Pero nadie lo odiaba en realidad. Llegaban a arrojarlo como mal augurio. Un día lo encontraron muerto por el camino, cerca de mis posesiones, en el camino que lleva a Judea. Nadie supo de qué murió. Pero se murmura que alguien lo mató porque predicaba al Mesías. Tenía una herida grande en la cabeza. Se dice que un caballo lo echó por el suelo. Yo no lo creo. Aun tirado en el suelo, sonreía. Parecía como si sonriese a las últimas estrellas de la noche más serena de elul (Sexto mes del año, en el calendario tomado por los judíos a los babilonios. Corresponde a fines de agosto - principios de septiembre) y a los primeros rayos matutinos. Los hortelanos que iban a la ciudad lo vieron y me lo dijeron cuando pasaban por mis limonares. Corrí a ver. Dormía en paz."

"¿Oíste?" pregunta Jesús a Judas.

"Oí. ¿Pero no le prometiste que te habría servido, y que tendría una vida muy larga?

"No dije así. Los años no te lo recuerdan bien. ¿No acaso me sirvió, evangelizando en lugares donde era desconocido y no ha vivido así muchos años? ¿Qué vida más larga puede haber que la que se conquista en el servicio de Dios? Larga y gloriosa."

Judas sonríe con esa sonrisa extraña que me molesta tanto, pero no replica.

Los del poblado se han unido a muchos de Efraín y hablan con ellos señalando a Jesús.

Jesús dice a Judas: "Acompáñalo a casa y trata de que se recupere. Después del sábado que empieza ahora, partirá."

Judas obedece. Jesús se queda solo. Camina inclinándose a ver las espigas de trigo que comienzan a brotar.

Algunos hombres de Efraín le preguntan: "¿Verdad que es hermoso?"

 

Hermoso, pero no diverso del de otras regiones 

Entonces el grano es mejor que los hombres.

 La tierra también es mejor que los hombres, 

porque cuando se le arroja la semilla, no hace diferencia 

si es de Samaría o de Judea.

 

"Hermoso, pero no diverso del de otras regiones."

"Sin duda, Maestro. ¡Todo es trigo! Y debe ser igual."

"¿Lo decís? Entonces el grano es mejor que los hombres. Basta  con que se siembre bien, para que fructifique aquí como en Judea, o Galilea, o en las llanuras cercanas al Mar Muerto. Pero los hombres no dan el mismo fruto. La tierra también es mejor que los hombres, porque cuando se le arroja la semilla, no hace diferencia si es de Samaría o de Judea."

"Tienes razón. ¿Pero por qué dices que la tierra y el grano son mejores que los hombres?"

 

Y vosotros aprended la gran ley del amor, 

sin la que jamás seréis mis seguidores. 

 

No es el amor por Mí, ni sólo ello lo que salvará

 vuestras almas, sino el amor por mi enseñanza. 

Esta enseña a amar sin distinción de razas 

o de clases sociales

 

"¿Por qué?... Hace poco un hombre pidió en un poblado por piedad un pedazo de pan. La gente judía de ese lugar lo arrojó. Lo arrojó porque creyó  que estaba "leproso" debido a su flacura. Ese hombre estuvo a punto de morir en el camino. Por esto la gente de ese poblado, la que os mandó a preguntaros acerca de Mí, y que quería acercarse para ver al curado, es peor que el grano y que los terrones de tierra, porque aun cuando hace tiempo que he cuidado de ella no ha producido el mismo fruto que produjo ese hombre que no es ni judío, ni samaritano, que jamás me había visto ni oído, sino que acogió las palabras de un discípulo mío, y creyó en Mí sin conocerme. Es peor que los terrones porque rechazó al curado que es de otra raza. Ahora quiere satisfacer su sed de curiosidad, es gente que no supo calmar el hambre de uno que moría. Decidles que el Maestro no satisfará su curiosidad. Y vosotros aprended la gran ley del amor, sin la que jamás seréis mis seguidores. No es el amor por Mí, ni sólo ello lo que salvará vuestras almas, sino el amor por mi enseñanza. Esta enseña a amar sin distinción de razas o de clases sociales. Váyanse lejos los duros de corazón que al mío han causado gran dolor, y se arrepientan si pretenden que los quiera. Recordad todos que si soy bueno, también soy justo. Si no hago distinciones y os amo como a los otros de Galilea o Judea, esto no quiere decir que os enorgullezcáis neciamente por ser preferidos, ni confiéis de que no os reprenda. Alabo y regaño, según la justicia lo necesita, a mis parientes y a mis apóstoles, como a cualquier otro. En mi regaño hay siempre amor. Lo hago porque quiero que haya rectitud en los corazones para poder un día premiarlos por lo que hicieron. Id y decidlo. Que mis palabras produzcan fruto en todos."

Jesús se envuelve en su manto y ligero camina a Efraín dejando parados a sus interlocutores, que después se van cabizbajos, a repetir las palabras del Maestro a los del poblado que no tuvieron compasión.

X. 162-169

A. M. D. G.