JESÚS HABLA A DISCÍPULOS DESCONOCIDOS

 


 

#La Virgen y las discípulas se marchan en dos carruajes    

#Un día se me dijo que en Palestina nunca se camina con la cabeza descubierta Puede ser que así sea. Nunca he estado allí. Lo que sé es que Jesús de costumbre camina sin cubrirse la cabeza.   #Un grupo de hombres quiere hablar con Jesús   

#¿Cómo te atreves a juzgar cuando tu Maestro no lo hace?   

#Acusaciones que se le hacen a Jesús    

#Lejos de mí que piense que todos sois rectos. Pero hasta el último momento sostendré que soy inocente, no renunciaré a mi derecho de justificarme   

#Señor, en la última reunión del Sanedrín se leyó una acusación contra Ti y decía que cada vez más se comprobaba que violabas el sábado y...   

#Jesús les recuerda los profetas sobre lo que sufrirá y que muerte le darán y les profetiza la suerte que correrá Israel y Judea  

 #Jesús sigue hablando a Zaqueo y compañeros: "Os digo: venid, porque sois los más necesitados de otra lluvia.   

#Jesús se detiene a mirarla... y lágrimas le caen de sus ojos. vi a Jerusalén, como Ezequiel dijo, desnuda y llena de vergüenza. La vi y pasé cerca de ella. Llegó el tiempo, el tiempo de mi amor, extendí mi manto sobre ella y cubrí su desnudez. Quise que fuera reina, después de haberle sido padre, y quise protegerla, como la gallina protege sus polluelos...

 


 

La Virgen y las discípulas se marchan en dos carruajes

 

Mucha gente se ha apiñado en los prados de Nique donde se seca el heno al sol. Dos carruajes grandes y cubiertos, cerca de ellos, están esperando. Comprendo la razón cuando veo que suben a ellos todas las discípulas, después que el Maestro las ha despedido y bendecido. También la Virgen se va, y el jovencillo de Enón. Muchos discípulos se colocan al lado de los carruajes y cuando estos empiezan a caminar, también ellos. En los prados se quedan los apóstoles, Zaqueo y sus amigos y un grupo de personajes muy envueltos en sus mantos, como si temiesen ser reconocidos.

Jesús vuelve lentamente sobre sus pasos al centro del prado, se sienta sobre un montón de heno, semiseco, que pronto llevarán al pajar, se absorbe en Sí mismo, cosa que nadie de los tres grupos perturba, y que están separados entre sí.

Jesús sigue absorto en Sí mismo. La espera se alarga. El sol calienta cada vez más. El olor del heno es más fuerte. Los que estaban esperando, se van a los lados de los prados donde hay sombra.

Jesús se queda solo, solo bajo el fuerte sol, con su blanco vestido de lino y su capucho ligero flota al contacto del céfiro. El capucho ha de ser el que le envió Síntica. De un establo cercano se oye el mugir de vacas, se oye que de las ramas viene un piar de pajarillos, y de los gallineros el de pollitos. Es la vida que en cada primavera se renueva. Los palomos vuelan en alto, describen figuras, y luego de picada vienen a sus nidos que están bajo los aleros del tejado. No sé si en la casa cercana a la de Nique, o de alguna otra parte, se alza la voz de una mujer que arrulla a su pequeñuelo, y se oye también la voz chillona del pequeñuelo, que poco a poco va apagándose, hasta que desaparece.

Jesús siguen en su posición. Piensa. Piensa, insensible al sol. Muchas veces he notado su resistencia sin igual al rigor de las estaciones. Nunca he podido saber si siente mucho el calor o el frío. Los soporta sin quejarse por espíritu de mortificación, o bien si como mandaba sobre las fuerzas de la naturaleza, de igual modo sobre el frío o calor excesivos. No lo sé. Lo que sí decir es que pese que esté empapado de agua, o bien sudado del sol, nunca he visto que se prevenga del mucho sol o del mucho frío, como solemos hacer los demás.

 

Un día se me dijo que en Palestina nunca se camina 

con la cabeza descubierta Puede ser que así sea. 

Nunca he estado allí. 

Lo que sé es que Jesús de costumbre camina 

sin cubrirse la cabeza.

 

Un día se me dijo que en Palestina nunca se camina con la cabeza descubierta, y que por lo tanto me equivocaba al afirmar que la cabeza rubia de Jesús brilla bajo el sol. Puede ser que así sea. Nunca he estado allí. Lo que sé es que Jesús de costumbre camina sin cubrirse la cabeza. Si al principio de la caminata se pone el capucho, pronto se lo quita, como si le estorbase, y se lo lleva en la mano para limpiarse el rostro del polvo y sudor. Si llueve se cubre con la extremidad del manto la cabeza. Si hay sol, sobre todo si va de camino, busca la sombra, aunque intermitente, para defenderse de los rayos solares. Pero no suele, como hoy, ponerse ni siquiera un velo ligero.

Esta es una observación que a alguien parecerá inútil, pero como forma parte de lo que veo, la digo entre tanto que Jesús sigue pensando...

"¡Le va a hacer mal seguir así!" advierte uno del grupo que no es del apostólico, ni del Zaqueo.

"Vamos a decirlo a sus discípulos... Por otra parte... yo quisiera... Quisiera no tardarme mucho" dice otro.

"¡Eh, sí! Los montes Adomín son poco seguros en la noche..." Van a donde están los apóstoles y hablan con ellos.

"Está bien. Iré a decir que os queréis ir" responde Iscariote.

"No. No de este modo. Quisiéramos estar por lo menos en Ensemes antes de que caiga la noche."

Judas se va, sonriendo irónicamente. Se inclina al Maestro: "Dicen que es porque te puede hacer mal el sol -pero la verdad es que a ellos les puede acarrear daño ser vistos- los judíos quieren despedirse de Ti."

"Voy... Pensaba... Tienen razón." Jesús se levanta.

"Todos, menos que yo..." rezonga Iscariote.

Jesús lo mira y no dice nada. Van a donde están los hombres que Iscariote ha llamado judíos.

 

Un grupo de hombres quiere hablar con Jesús

 

"Ya os había dicho que os podíais ir. No hablaré sino en Jerusalén..."

"Es verdad, pero queríamos hablarte... en privado, ¿es posible?"

"Dales gusto. Tienen miedo de nosotros o de mí, para ser francos" amonesta Judas de Keriot con su sonrisa viperina.

"No tenemos miedo de nadie. Si lo hubiéramos tenido, hubiéramos buscado otros medios. No todos los que viven en Palestina son unos cobardes. Somos descendientes de los héroes de David, y si todavía no eres un esclavo o un vil, debes respetar de dónde procedemos. Fueron nuestros antepasados quienes estuvieron al lado del rey santo, luego al de los Macabeos, y ahora, nosotros sus descendientes, somos los primeros cuando se trata de honrar al Hijo de David, y darle consejo. Porque Él es grande. Con todo, cualquier hombre por grande que sea, puede tener necesidad de un amigo en las horas decisivas de su vida" habla con vehemencia uno cuyo vestido y aun el capucho son de lino, y que poco deja descubierta su adusta cara.

"Somos nosotros sus amigos. Lo somos desde hace tres años, cuando vosotros..."

"No lo conocíamos. Muchas veces hemos sido engañados con falsos Mesías para que dar crédito a cualquier cuento. Pero los últimos sucesos han sido luz para nosotros. Sus obras son de Dios y afirmamos que Él es Hijo de Dios."

"¿Y pensáis que tenga necesidad de vosotros?"

"Como Hijo de Dios, no; pero como Hombre, sí. El ha venido para ser el Hombre. Y el Hombre tiene siempre necesidad de los hombres, sus hermanos. Por otra parte: ¿por qué tienes miedo? ¿no quieres que nos hable? Te lo preguntamos."

"¿Yo? Hablad. Él escucha con más gusto los pecadores que los justos."

 

¿Cómo te atreves a juzgar cuando tu Maestro no lo hace?

 

Acusaciones que se le hacen a Jesús

 

"¡Judas! Creía que tales palabras deberían parecerte fuego en tus labios. ¿Cómo te atreves a juzgar cuando tu Maestro no lo hace? Está dicho: "Si vuestros pecados fuesen como la púrpura, quedarán blancos como la nieve, y si fuesen rojos como la púrpura, vendrán a ser blancos como la lana"."

"Pero Tú ignoras que entre éstos..."

"¡Cállate! Hablad vosotros."

"Señor, lo sabemos. La acusación contra Ti está lanzada. Se te acusa de violar la ley y el sábado, de amar más a los de Samaría que a nosotros, de defender a publicanos y prostitutas, de recurrir a Belzebú, y a otras fuerzas misteriosas como la de la magia negra, de odiar al Templo y de querer se destrucción, de..."

"Basta. Cualquiera puede acusar, pero probar la acusación es difícil."

"Sin embargo ellos tienen quien las sostiene. ¿Crees que haya algunos rectos en el Templo?"

 

Lejos de mí que piense que todos sois rectos. Pero hasta el

 último momento sostendré que soy inocente, no renunciaré 

a mi derecho de justificarme

 

"Os responderé con las palabras de Job, que fue un símbolo del hombre que padece como Yo: "Lejos de mí que piense que todos sois rectos. Pero hasta el último momento sostendré que soy inocente, no renunciaré a mi derecho de justificarme, como lo he estado haciendo, porque mi corazón no me reprocha nada de lo que yo haya hecho". Ved: todo Israel puede testimoniar que Yo he enseñado siempre el respeto a la Ley, aun más: he perfeccionado la obediencia a la Ley, y los sábados no han sido violados por Mí... ¿Qué quieres decir? Habla. Has hecho un gesto y después te has retenido. ¡Habla!"

 

Señor, en la última reunión del Sanedrín se leyó una

 acusación contra Ti y decía que cada vez más se comprobaba 

que violabas el sábado y...

 

Un cierto tipo misterioso del grupo dice: "Señor, en la última reunión del Sanedrín se leyó una acusación contra Ti. Llegó de Samaría, de Efraín donde estabas, y decía que cada vez más se comprobaba que violabas el sábado y..."

"Una vez más te respondo con Job: "¿Y qué esperanza tiene el hipócrita si roba por avaricia, y Dios no libra su alma?" Este infeliz que finge externamente una cara, y por debajo, en su corazón, lleva otra y quiere cometer el mayor robo aprovechándose de mis bienes, camina ya por el sendero del infierno y en vano esperará dinero, honras; en vano creerá subir donde Yo quise para no traicionar el decreto santo. ¿Qué otra cosa haremos por él, sino rogar?"

"Sin embargo el Sanedrín se burló de Ti diciendo: "¡Este es el amor que le tienen los samaritanos! Lo acusan para congraciarse con nosotros". "

"¿Estáis seguros que fue una mano samaritana quién escribió esas palabras?"

"No. Pero Samaría se portó dura contigo hace poco..."

Porque los enviados del Sanedrín la soliviantaron y azuzaron con falsos consejos, suscitando esperanzas necias que he debido tronchar. Por otra parte se puede decir de Efraín, como de Judá, y de cualquier otro lugar, lo que se dice del corazón del hombre que olvida los beneficios y se doblega ante las amenazas: "Vuestra rectitud es como la nube matinal, como el rocío que desparece a los rayos solares". Pero esto no prueba que los samaritanos hayan sido los acusadores del Inocente. Un amor equivocado los hizo enfurecer contra Mí, es amor de quien delira. ¿Qué otra cosa prueba la preferencia por los samaritanos?"

"Se te acusa que los amas tanto que dice: "Escucha, Israel" en lugar de decir. "Escucha, Judá". Y que no puedes reprender a Judá..."

 

Jesús les recuerda los profetas sobre lo que sufrirá  

y que muerte le darán y les profetiza la suerte que correrá 

Israel y Judea 

 

"¿De veras? ¿La sabiduría de los rabinos es así vana? ¿No soy acaso el Retoño de justicia salido de David, por el que, como dice Jeremías, Judá será salvado? El profeta prevé que Judá, sobre todo Judá, tendrá necesidad de salvación. Y este Retoño, dice el Profeta, será llamado: el Señor, el nuestro Justo "porque, dice el Señor, no faltará a David jamás un descendiente que se siente sobre el trono de la casa de Israel". Y bien, ¿se equivocó el profeta? ¿Estaba ebrio? ¿De qué cosa? No de otra cosa más que de penitencia. Porque para acusarme a Mí, alguien tendrá que sostener que Jeremías era un hombre dado a la bebida. Y sin embargo el dice que el Retoño de David salvará a Judá y se sentará sobre el trono de Israel. Se diría pues, que el profeta por sus propias luces vio que Israel más que Judá será elegido, que el Rey irá a Israel y que ya será un gran favor que Judá sea salvado. ¿Será, pues, llamado reino de Israel? No. Del Mesías. Del que une ambas partes y reconstruye en el Señor después de haber, según el Profeta, ¿en un mes -¿qué digo en un mes?- en menos de un día juzgado y condenado a los tres falsos pastores; de haber cerrado mi alma a ellos porque no me abrieron la suya, y aunque me buscaron en figura no pudieron amarme en la realidad. Así pues Él que me ha enviado, y me ha dado las dos varas, despedazará ambas para que los crueles no alcancen gracia, para que el flagelo no venga del cielo sino del mundo. Y no hay flagelo más duro que los hombres mismos. Así sucederá. ¡Oh, así! Yo seré golpeado y los dos tercios de ovejas serán dispersos. Sólo un tercio, siempre sólo un tercio, se salvará y perseverará hasta el fin. Este tercer grupo pasará por el fuego, por el que atravesé primero, y se purificará y será probado como se acrisolan la plata y el oro, y se le dirá: "Tú eres mi pueblo" y él me dirá: "Tú eres mi Señor". Y habrá quien haya puesto en la balanza para ver que había treinta monedas, que eran el precio de la víctima, un precio vergonzoso. Esas treinta monedas no podrán regresar de donde salieron porque hasta las mismas piedras gritarán aterrorizadas al verlas, al verlas empapadas de la sangre del Inocente, del sudor que derramará el que se sentirá presa de una horrible desesperación, monedas que servirán, como está escrito, para comprar de los esclavos de Babilonia, el campo para los extranjeros. ¡El campo para los extranjeros! ¿Sabéis quiénes son? Los de Judea e Israel, quienes pronto, en los siglos y siglos, carecerán de patria, y ni siquiera el suelo que antes los cobijó, los acogerá. Los vomitará, aun cuando estén muertos, porque ellos rechazaron la Vida. ¡Horror infinito!..."

Jesús se calla como oprimido, con la cabeza inclinada. Después la levanta, mira a su alrededor, mira los presentes, esto es, a los apóstoles, a los discípulos ocultos, a Zaqueo con los suyos, suspira como si despertase de una pesadilla. Pregunta: "¿Qué otra cosa decíais? ¿Que compadezco a publicanos y meretrices? Es verdad. Son unos enfermos, unos agonizantes. Yo: la Vida, me entrego a ellos como vida. Venid, a quienes he libertado" ordena a Zaqueo y a los suyos. "Venid y escuchad lo que os voy a decir, lo que dije a muchos más que eran mejores: "No vayáis a Jerusalén". A vosotros os digo: "Venid". Parecerá esto una injusticia..."

"De hecho, lo es" interrumpe Iscariote.

 

Jesús sigue hablando a Zaqueo y compañeros: 

"Os digo: venid, porque sois los más necesitados 

de otra lluvia.

 

Jesús hace como si no hubiera oído. Sigue hablando a Zaqueo y compañeros: "Os digo: venid, porque sois los más necesitados de otra lluvia. Llorasteis, para que vuestra buena voluntad la ayude el Poderoso y podáis crecer libremente en su gracia. De las otras cosas... el mismo cielo responderá con señales inconfundibles. Es verdad que el Templo vivo puede ser destruido, y que en tres días será reedificado y para siempre. Pero el templo muerto, que tan sólo se sacudirá y que creerá ser vencedor, para siempre quedará derribado. ¡Idos! No tengáis miedo. Esperad en la penitencia mi día y su aurora que os llevará definitivamente a la luz" dice, dirigiéndose a los embozados. Luego a Zaqueo: "Id también vosotros, pero no ahora. Estad en Jerusalén cuando llegue la aurora del día siguiente al sábado. Quiero que estén los resucitados al lado de los justos, porque en el reino del Mesías hay infinito lugares, cuantos hombres hay de buena voluntad. Se dirige a la casa de Nique atravesando el arbolado huerto sombrío.

En una vereda se ve una cinta amarillenta entre el verdor del suelo y una gallina que pasa por ella seguida de sus polluelos de color de oro. Pasa delante de los desconocidos, temerosa, luego se acurruca, extiende sus alas en señal de protección, cacareando más fuerte, como si temiese que algo fuese a pasar a sus pollitos, los cuales con un piar que pronto se esfuma, corren, se esconden bajo sus alas maternas, y parece como si hubieran desaparecido de la tierra...

 

Jesús se detiene a mirarla... y lágrimas le caen de sus ojos. 

vi a Jerusalén, como Ezequiel dijo, desnuda y llena de

 vergüenza. La vi y pasé cerca de ella. Llegó el tiempo,

 el tiempo de mi amor, extendí mi manto sobre ella y cubrí su

 desnudez. Quise que fuera reina, después de haberle sido

 padre, y quise protegerla, como la gallina protege sus

 polluelos...

 

Jesús se detiene a mirarla... y lágrimas le caen de sus ojos.

"¡Llora! ¿Por qué?" preguntan todos. Pedro dice a Juan: "Pregúntale por qué llora..."

Juan con su acostumbrada posición de tener inclinado un poco su cuerpo, y de levantar su cara, pregunta: "¿Por qué lloras, Señor mío? ¿Acaso por lo que te dijeron y dijiste?"

Jesús mueve su cabeza. Una sonrisa de tristeza le corre por su rostro. Señala a la gallina que amorosamente continúa defendiendo sus polluelos, responde: "Yo también, Uno con mi Padre, vi a Jerusalén, como Ezequiel dijo, desnuda y llena de vergüenza. La vi y pasé cerca de ella. Llegó el tiempo, el tiempo de mi amor, extendí mi manto sobre ella y cubrí su desnudez. Quise que fuera reina, después de haberle sido padre, y quise protegerla, como la gallina protege sus polluelos... Pero entre tanto que los pollitos reconocen las ansias de su madre y se refugian bajo sus alas, Jerusalén ha rechazado mi protección... Pero Yo mantendré mi diseño de amor... Yo... Mi Padre hará después según le plazca." Jesús baja por entre la hierba para no perturbar a la gallina. Pasa. Lágrimas le caen por su rostro afligido y pálido.

Todos lo siguen hasta los límites de la casa de Nique. Entra con sus discípulos. Los demás continúan su camino...

X. 270-275

A. M. D. G.