SEGUNDA PARTE

CAPÍTULO VIII

 

 

UN MILAGRO EN EL HORIZONTE

 

 


 

La "normalidad" de Garabandal

   Lo que recoge un magnetófono

  Pues sí, va a haber un milagro. La Virgen me lo ha dicho, y que va a ser muy grande

   doña María Herrero de Gallardo escribía a su hermana Menchu

  Detalles del milagro

   Entre maravillas

   Comuniones místicas de las niñas.

   Éxtasis variados y movidos

  Hay aquí en el pueblo un hombre medio loco

   Un foco se apaga  

 


 

la "normalidad" de Garabandal.

 

Si el mes de agosto de este segundo año de Garabandal quedó marcado por el especial sello eucarístico que en él pusieron las repetidas comuniones místicas de las videntes, el siguiente mes de septiembre pasará a la historia como el mes de un gran anuncio profético. Lo que ese anuncio situó en la perspectiva u horizonte de Garabandal, viene siendo desde entonces la principal expectación de quienes creen en la verdad sobrenatural de aquellos sucesos.

El mes comenzó en forma distinguida. El día 1 era sábado, día mariano por consiguiente.

Después del rosario de la tarde, a eso de las nueve –seguimos las notas de don Valentín–. Conchita cayó en éxtasis a las puertas de la iglesia; a los dos minutos entraron en trance Loli y Jacinta; y dos minutos después, también Mari Cruz. Era ya muy raro que "las cuatro" tuvieran éxtasis el mismo día y al mismo tiempo. En la marcha extática, Conchita va sola, Mari Cruz también sola, Jacinta y Loli juntas; un numeroso público las sigue y acompaña.

Suben primero a los Pinos, donde rezan el rosario. Continúan rezando en la bajada, que hacen de espaldas, y juntas ya, Loli, Jacinta y Conchita; Mari Cruz sigue sola todo el tiempo, que fue para ella cuarenta y cinco minutos. Van al cementerio... Dan vueltas a la iglesia.

Todo esto, aunque muy interesante, no tiene especial relieve por entrar en lo que podemos llamar la normalidad de Garabandal.

Fue tres días más tarde cuando se produjo una "novedad" de mucha importancia.

 

Lo que recoge un magnetófono

 

Día 4 de septiembre de 1962, martes. Según los apuntes de don Valentín, hacia las once de la mañana, Conchita cayó en éxtasis a la puerta de la iglesia y allí recibió la comunión de manos del ángel; algo más tarde ocurre lo mismo con Loli.

Pasa la tarde; entra la noche, y a la 1,30, Conchita tiene un nuevo éxtasis: va al cementerio, recorre las calles del pueblo, reza el rosario, canta la salve; al entrar en su casa, cae de rodillas y se despide de la visión, y habla... Alguien que está al lado no quiere captar sólo con sus oídos lo que la niña pueda decir, y le pega casi a los labios un micrófono... Lo recogido por éste le confirmará luego que sus oídos no han captado mal.

"–... ¿Qué tú dijiste que iba a haber un milagro?... y que el milagro iba a ser... ¿Y se verá a la Virgen?... ¿Y cuándo?... ¿Tan luego?... Conmigo sola, no. No quiero... ¡que no le hagas! Hazle con las cuatro..."

Tales palabras no podían menos de causar impacto, y pronto empezaron a ser preferente motivo de comentarios y de expectación.

 

Pues sí, va a haber un milagro.

La Virgen me lo ha dicho,

y que va a ser muy grande

 

Cinco días más tarde, el domingo día 9, el doctor Ortiz, de Santander, anotó en su agenda de Garabandal:

"Estábamos mi esposa y yo, con una prima de mi esposa (María López-Dóriga), en casa de Maximina; llegó Conchita, para dar un recado, cuando empezábamos a comer: la invitamos, y pronto Maximina, como en broma, empezó a decirle:

"Ya sabemos tus secretos... ¡Que va haber un milagro! No lo puedes negar, porque te lo han cogido en cinta:

Pues sí, va a haber un milagro. La Virgen me lo ha dicho, y que va a ser muy grande.

–¿Cuándo será?

–Yo no lo sé.

–Lo verán todos los que estén aquí. Y el Papa, donde quiere que esté. Y también el P. Pío. Yo pido todos los días que el milagro sea con todas... Pero no digan nada a nadie.

–¿Ni siquiera al P. Andreu y al P.Retanaga?

–Bueno, a esos, sí."

En la misma noche que siguió a ese día 9, pero ya de madrugada del día 10, nuevamente se oyó a Conchita (y se recogió en magnetófono): Cuando hagas los milagros, hazlos con todas; conmigo sola no quiero. ¡Anda! Con todas, ¿quieres?... ¿No me lo dices? ¿Se lo digo yo, para que ella lo sepa?... (Ignoro a quién podría referirse; tal vez a Loli, que parecía destinada a compartir muchas cosas.)

El asunto era de verdad interesante, como para poner alerta y en vilo a cuantos creían en Garabandal. No es de extrañar que los que iban llegando al pueblo, si pertenecían al círculo de los bien relacionados con las familiar de las niñas, captaran pronto lo que flotaba en el ambiente.

 

doña María Herrero de Gallardo

escribía a su hermana Menchu

 

El 24 de septiembre, desde el Hotel Real, de Santander, doña María Herrero de Gallardo escribía a su hermana Menchu (Madrid), para contarle algo de sus últimas visitas al lugar de las apariciones:

"El otro día, en casa de Conchita, fue muy interesante la conversación, estando presentes dos siquiatras y tres sacerdotes... (De los tres sacerdotes, doña María Herrero dice: "(Jesuita, pasionista y cura)." Por las notas del doctor Ortiz se saca que el jesuita era el P. Argila, y el cura, don Antonio Yllensa Borrás, párroco de San Cucufate; parece que ambos habían venido con el doctor Puncernau, y pensaban, según don Valentín, "llevar información al señor arzobispo de Barcelona". El pasionista debía de ser un tal P. Eliseo, de quien habla en sus informes el abogado don Luis Navas..

De los psiquiatras sólo dos sabemos con seguridad que uno de ellos era el susodicho doctor don Ricardo Puncernau.). Don Valentín me ha dicho que Conchita, según sus palabras, tenía que decirle algo bajo secreto de confesión, con lo que él –añadió riéndose– ya no podría decirme nada. Lo que sí se sabe es que la próxima "prueba" (de la verdad de las apariciones) va a ser, según dicen las niñas, mucho mayor que el día de la comunión visible de Conchita..."

Dos semanas más tarde, desde el mismo Santander y con fecha de 7 de octubre, escribía nueva carta la susodicha señora:

 "Anteayer, viernes, estuve otra vez en Garabandal. No había nadie... y durante todas las horas que pasé allí, me contaron las niñas y sus madres tales maravillas, que esto parece un pozo sin fondo, de donde se va sacando poco a poco multitud de cosas. ¡Cómo disfruté y cómo te recordé!... Fuimos  ver a Conchita, en el momento en que ella salía con su madre para el rosario... Se le pegaron las dos señoras que iban conmigo y ya no pude preguntarle nada camino de la iglesia. Yo me cogí del brazo de Aniceta y me atreví a preguntarle que cuándo iba a ser el anunciado milagro.

–"No lo sé. Es posible que tampoco lo sepa Conchita... Lo que sí le digo a usted es que la otra vez (cuando lo del 18 de julio) ella me decía: Mamá, va a ser un milagruco, y ahora me dice: ¡Va a ser un milagro muy grande!" "

 

* * *

 

Detalles del milagro

 

En estos días de septiembre de 1962 es cuando pro primera vez se da en forma clara y abierta el anuncio de un gran milagro.

Así, pues, por lo que yo he podido informarme, es en estos días de septiembre de 1962 cuando por primera vez se da en forma clara y abierta el anuncio de un gran milagro. Un milagro, que, por lo que luego se irá diciendo de él, por su redonda singularidad, empezará pronto a convertirse en "el Milagro".

En estos primeros anuncios se dice:

Que va a ser "muy grande".

Que lo verán todos los que "estén en Garabandal" cuando se produzca.

Que el Papa lo verá "donde quiera que esté", y "también el P. Pío".

Pero Conchita, que parece va a ser la única que tenga algo que hacer en orden a este milagro, aún no sabe la fecha de su realización.

Y de momento, la noticia del milagro en perspectiva no debe ser divulgada sin restricciones. Ya vimos las palabras de la niña en casa de Maximina ante los señores Ortiz, y lo de "bajo secreto del confesión" de don Valentín Marichalar...

Pero tampoco es una noticia para quedar encerrada en absoluto secreto. Quizá a esto se refieran las preguntas de Loli en el éxtasis del día 17, lunes, y de Conchita en el del día 18:

Loli. –Sí, ¿le escribo hoy?... Virgen Santísima, ¿entonces se lo digo?... ¿Cuándo se lo puedo decir? El está esperando que yo se lo diga por carta o cuando le vea... Bueno, ya se lo diré...

Conchita. –¿Se lo puedo decir mañana a don Valentín?... ¿En confesión?... ¿A quién se lo puedo decir también?... ¿Al señor obispo?... ¿Se lo dijo Loli al P. Andreu?... ¿Se lo digo?... ¿Que no?... ¿Cuándo, sí?...

Quizá la persona a quien Loli debía comunicar el anuncio fuese don José Ramón, el cura de Barro, pues, entre los papeles de éste he visto una pequeña estampa de la Virgen que tiene al dorso unas líneas, mal escritas:

San Sebastián, a 8 de octubre de 1962.

Nos ha dicho la Virgen que va a hacer un milagro.

Con todo cariño de María Dolores Mazón.
                      (Para don José Ramón.)

Lo del anuncio de "el milagro" queda inequívocamente confirmado por estas líneas del Diario de Conchita (págs. 59-60 del manuscrito) (Según mis referencias, la niña empezó este diario precisamente en este septiembre de 1962 y lo acabó por la primavera de 1963.):

La Santísima Virgen me ha anunciado un gran milagro, que Dios nuestro Señor va a hacer por intercesión de Ella.

Como el castigo es muy grande (como lo merecemos), el milagro también es inmensamente  grande, como el mundo lo necesita.

 

Entre maravillas

 

Hemos visto antes cómo doña María Herrero de Gallardo hablaba en su carta de "tales maravillas, que esto parece un pozo sin fondo, de donde se va sacando multitud de cosas".

Si lo del Milagro fue la "noticia" de septiembre, no vaya a pensar nadie que sólo eso dio interés a sus días... Estoy por asegurar que tal mes de 1962 fue uno de los más "colmados" en la sorprendente marcha de Garabandal. Basta leer con atención las notas de don Valentín.

 

Comuniones místicas de la niñas

 

Comuniones místicas de la niñas.–Conchita y Loli comulgaron de mano del ángel todos, o casi todos, los días en que no pudieron hacerlo de mano de un sacerdote. Sobre una de esas comuniones escribía la señora Herrero de Gallardo en su carta del día 24:

"El día que estuve yo, Conchita había comulgado a las 2,30 de la tarde, ante las puertas de la iglesia; y me contó un jesuita catalán, que lo había visto, que le había gustado mucho, porque el cuerpo, las manos, los ojos... tenían una manera de movimientos que es todo lo contrario de las agitaciones del histerismo..." (Tenemos otra observación valiosa de un especialista en la materia: el doctor Puncernau:

"Punto aparte merece la entrada en trance y su salida del mismo.

Ellas decía que tenían tres llamadas...

Y decían: Ya tengo una llamada, ya tengo dos llamadas. Los espacios de tiempo entre las mismas eran completamente irregulares.

Alguna vez, cuando yo sabía que ya tenían dos llamadas, procuraba hablar con ellas intentando distraerlas, y sobre todo hacerlas hablar de algo que las interesara.  A veces, en mitad de una palabra, caían fulminadas, de rodillas, en estado de trance. A pesar de que se las veía interesadas en lo que estaban relatando.

Ello me llamó mucho la atención. No es la forma normal de entrar en un trance hipnótico, tanto más si la persona no está condicionada a un signo-señal. Entre los asistentes no había nadie capaz de entender de ello. Ni saber siquiera de qué se trataba." (Página 11 de su opúsculo citado.)

Este Padre jesuita debió de ser el P. Argila (de quien habla el doctor Ortiz), que había llegado de Barcelona con el párroco de San Cucufate, don Antonio Yllensa Borrás, y el psiquiatra o neurólogo don Ricardo Puncernau. Don Valentín en sus notas le llama P. Aguilar, y dice que el día 22, sábado, vio por primera vez una comunión mística, y que "se impresionó muchísimo".

Del mismo efecto podría hablarnos nuestro conocido abogado de Palencia, don Luis Navas, que al fin pudo contemplar, el 2 de octubre y después de haberlo deseado tanto, una comunión de ese tipo:

 "Poco antes de las 6,30 de la mañana nos dirigimos a la iglesia: era todavía de noche. A metro y medio de las puertas Loli cayó de rodillas y entró en visión. ¡Fue algo que me impresionó más que ninguna otra cosa de cuantas había visto en las videntes! La unción al hacer la señal de la cruz, el dramatismo de aquella lengua que sale y que se esconde, con el movimiento de garganta propio de quien traga algo... la oración de acción de gracias..., me pareció todo tan serio como digno del mayor respeto."

Hablando de ese tipo de comuniones, escribió don Valentín en sus notas el 10 de septiembre:

"Suele durar el éxtasis pocos minutos; pero es emocionante. La niña cae de rodillas, muy bajito reza el "Yo pecador", hace la señal de la cruz, junta sus manos ante el pecho, saca la lengua, se ve perfectamente cómo traga, vuelve a hacer la señal de la cruz, y se le oye decir bajito: Alma de Cristo, santifícame...; nuevamente se santigua después y queda en estado normal. Parece que las oraciones para después de la comunión se las va diciendo el ángel."

Es interesante lo que anota el mismo señor cura para el día 22:

Las niñas guardan siempre ayuno hasta la hora en que reciben la comunión, ayuno al estilo antiguo (es decir, sin comer ni beber nada desde las doce de la noche precedente).

 

Éxtasis variados y movidos

 

Éxtasis variados y movidos. –Como ya es de sobra conocido, a los éxtasis, cuando era la Virgen quien iba a aparecerse, precedían siempre tres misteriosas "llamadas"... Acerca de ellas encontramos en las notas de don Valentín, día 6 de septiembre, estas observaciones:

"Las niñas suelen esperar las 10,30 de la noche; si a esa hora no tienen ya la primera llamada, se meten en la cama: pero si antes de acostarse han tenido alguna llamada, entonces esperan la aparición hasta la hora que sea, aunque se caigan de sueño; no quieren ir a dormir, porque les ha dicho la Virgen que deben esperar y hacer sacrificios... Por lo demás, hacen vida normal, cada una en su casa, y ayudan a sus madres (El Cielo no convoca nunca a los que estamos en la tierra –tiempo de merecer– para una vida de fácil comodidad.)" En la noche del día 5, don Valentín le había dicho a Loli que ya era muy tarde, que a lo mejor no tendría aparición; pero ella le contestó que las "llamadas" eran inconfundibles, que la aparición vendría, y que por eso, aunque estaba medio dormida, no se quería ir a la cama. Así, pues, la penitencia de la espera, noche tras noche, no era en verdad pequeña, ni para las mismas niñas, ni para sus familiares y acompañantes.

Evidentemente, los admirables fenómenos de Garabandal no se daban como en gratuito entretenimiento... En las notas de don Valentín, aparecen estas líneas (día 24 de septiembre, lunes):

"Las niñas llevan una vida de verdadero sacrificio. La madre de Conchita me dijo que su hija ya dormía mejor en una silla que en la cama; y es que se pasa las noches sentada, esperando la aparición, como todos nosotros. Ella duerme apoyando la cabeza en la pared. Y al día siguiente, marcha sin falta al trabajo. Las cuatro niñas trabajan: friegan , limpian, van al río a lavar; en todo como las demás. Por eso, en los días de trabajo se las ve muy poco; pero los domingos juegan por la calle como las otras chicas del pueblo. A pesar de lo poco que duermen y descansan, se las ve fuertes y hermosas..."

 

* *  *

 

Dentro de la "normalidad" maravillosa que alcanzó a todos estos días de septiembre, hubo algunas jornadas que tuvieron su nota peculiar.

Así, por ejemplo, la noche del 5 al 6, miércoles-jueves. Había mucha gente: de Barcelona, Madrid, Santander, Sevilla...; pero

quizá la persona especialmente invitada por el cielo era una inglesa protestante (anglicana), que ya había estado allí otra vez. Asistía al éxtasis que Loli tuvo en su casa, y de pronto la niña, de modo muy señalado, le dio varias veces a besar la cruz, y una de las veces se la dejó aplicada a los labios durante bastante tiempo... "Bárbara –dicen las notas de don Valentín– estaba pálida, emocionadísima; al terminar el éxtasis, hablé con ella: estaba segura de que todo aquello era obra de la Virgen, y estaba ya dispuesta a hacerse católica." También Conchita aquella noche, cuando pasó en éxtasis al lado de la inglesa, se paró muy significativamente y le dio a besar la cruz.

En la noche del 7 al 8, sólo Loli tuvo aparición, de madrugada, hacia las 3,45; durante el éxtasis se le oyó decir, entre otras cosas:

 ¿Es ya el día de la Virgen de la Salud?... ¿Que es tu Santo?

El pueblo de Puentenansa tiene una capilla dedicada a María con ese título de Virgen de la Salud, y su fiesta, como la de tantos otros títulos y advocaciones marianas, es precisamente el día 8 de septiembre, día de la Natividad de Nuestra Señora.

Cuando acababa ese éxtasis de Loli, "nos encontramos –se lee en las notas de don Valentín– con Jacinta y sus hermanos, que iban ya para la ermita de la Virgen de la Luz, que está a seis horas de camino por veredas, a través de montes (Esta ermita-santuario de María queda al otro lado de Peña Sagra, en la vertiente que da sobre las tierras o valles de Liébana.); llevaban una linterna para alumbrarse. Lo primero que hicieron fue rezar un rosario en el "cuadro" (Jacinta lo reza allí todos los días a las seis de la mañana). Jacinta iba llena de alegría, y hacía el sacrificio del madrugón y la larguísima caminata, para pedir a la Virgen el volver a verla pronto... Ella y Mari Cruz son las que menos ven a la Virgen. Más tarde me enteré de que también Mari Cruz había ido a otra ermita a pedir lo mismo..."

 

Hay aquí en el pueblo un hombre medio loco

 

El día 16, domingo, resultó memorable y aleccionador. Leemos en las notas de don Valentín:

 "Hay aquí en el pueblo un hombre medio loco, que hace tonterías, que pueden ser muy mal juzgadas por la gente que viene y no conoce su estado de anormalidad; ha estado un año en el manicomio, y ahora le ha dado por quedarse aquí. Resulta molesto y pesado, y habría que mandarle fuera...

En el éxtasis de este día, Loli y Conchita fueron a la casa donde para este loco, que se llama Alfonso, e hicieron también allí una cruz con el crucifijo sobre la almohada de su cama, y al pasar junto a él, le dieron a besar varias veces el crucifijo: el loco quedó como clavado de rodillas. Por la noche, el P. Anzizu (Los dos sacerdotes de quienes se habla aquí venían de la Argentina, acompañando al cardenal Caggiano, arzobispo de Rosario, que se dirigía con tiempo a Roma para participar en el inminente Concilio Ecuménico. Los dos sacerdotes aprovecharon su paso por España para hacer una escapada a Garabandal... La impresión que allí recibieron no pudo ser mejor, especialmente la del P. Anzizu, que abiertamente declaró su intención de hablar en Roma sobre aquellos fenómenos tan extraordinarios.

En las notas de don Valentín se lee siempre "P. Anzizu": yo me pregunto si no se tratará más bien del apellido vasco Albizu.) comentó:

 Qué lección de caridad nos han dado las niñas.

 Todos, que habíamos estado hablando sobre la necesidad de echar al loco del pueblo, quedamos impresionados, sobre todo el secretario del cardenal, don Guillermo Hausschildt, que hasta había pensado negarle la comunión; decía: Está claro que la Virgen ha querido darnos una lección.

Se le preguntó a Conchita por qué habían ido donde el loco y le habían dado a besar repetidamente el crucifijo, y ella contestó: "La Virgen nos ha dicho: Vosotros le despreciáis, pero yo le quiero."

Tal contestación acabó de aplanarnos, haciéndonos ver nuestra gran falta de caridad."

Quizá tengan relación con esa lección inolvidable de la Madre de Dios y Madre nuestra, estas palabras que se oyeron a Conchita durante el mencionado éxtasis:

Tú, cuando bajaste aquí a la tierra, ¿por qué bajabas? ¿Para salvar al mundo?

Seguramente que los locos no son, ni los únicos, ni los más necesitados de salvación.

El neuropsiquiatra de Barcelona doctor Puncernau, que ya anteriormente había estudiado con atención a las niñas, prosiguió estos días sus estudios y exploraciones.

 "El padre de Jacinta –escribe el pediatra de Santander doctor Ortiz– me pidió por favor que estuviese yo presente; y no es de extrañar, pues estaban ya escarmentados de las exploraciones de ciertos médicos.

Le pregunté a Puncernau cuáles eran sus conclusiones.

–No me ofrece ninguna duda –me respondió–la plena normalidad de estas niñas; por lo que los hechos no pueden atribuirse a ninguna enfermedad. Con ésta son ya tres las veces que he venido a Garabandal en plan de estudiar a las videntes: si viera algo sospechoso, inmediatamente lo diría.

–En eso estamos de acuerdo."

Varios de estos días se recogieron en magnetófono palabras o freses de las niñas en éxtasis. Aunque muchas de estas palabras tenían sólo un alcance circunstancial, a veces saltaban otras de mayor dimensión:

Virgen Santísima, ¡que no te abandone! ¡Que te quiera toda mi vida! ¡Ay! Que yo nunca te deje. Que te quiera siempre, siempre, hasta la muerte. ¡Virgen Santísima, no nos desampares! (Loli, la noche del 12 al 13 de septiembre).

¿Cómo es el cielo?... ¿En el cielo no hay sillas?... ¿No se anda?... ¿En el purgatorio hay fuego?... ¡Saldrán quemados1... ¿En el cielo no se puede entrar ni con un pecado chiquitito?... ¿Cómo te pintan tan fea, si eres tan bella?... (Conchita, 25  se septiembre).

–¿Cuesta mucho la conversión de los pecadores?... Yo rezaré para que vengan muchos, y se conviertan, y los buenos se hagan mejores... ¿Es mejor ser monja o mujer?... Si Tú quieres, haz que yo lo sea a los 14 años, dicen que hasta los 16 no se puede... A mi hermano (Parece claro que lo que pedía Conchita para sí misma era poder entrar en un convento a los 14 años; y lo pedía como gracia especial, pues da a entender que alguien le había dicho que hasta los 16 no había nada que hacer. El Código de Derecho Canónico señala esa edad de los 16 años como mínima para poder emitir los votos religiosos.

El hermano de quien habla en su última petición, era seguramente Aniceto –familiarmente Cetuco–, que sentiría ya las molestias de una enfermedad que pocos años después le llevó a la muerte, muerte ejemplarísima en una clínica de Burgos, cariñosamente atendido por su única hermana, Conchita.) le duele mucho el estómago: no se lo quites, pero alíviales el dolor... (Conchita en la misma fecha).

 

Un foco se apaga

 

La Luz de Garabandal venía siendo dada desde el principio por cuatro reflectores. Pero en este mes de septiembre de 1962 se apagó uno de ellos.

La más pequeña de las cuatro videntes, Mari Cruz González, dejó por estas fechas de tener apariciones.

Ciertamente tuvo una el día 1, según queda dicho, y hubo de ser importante a juzgar por su duración: 45 minutos. Pero los demás días la niña debió de esperar en vano:

ya queda apuntado cómo ella hizo una pequeña peregrinación para pedir a la Virgen que volviera a visitarla.

Quizá como resultado de tan apremiante súplica, la Virgen volvió, pues vemos en las notas de don Valentín: "Día 18 de septiembre. Por la mañana Loli y Conchita comulgan de manos del ángel. Por la tarde, las otras dos niñas tienen aparición, a las 5,30. Se encuentran en la calle, recorren el pueblo, rezan el rosario, suben a los Pinos, y bajan de espaldas; termina a las puertas de la iglesia. Pregunté a Loli por qué a Mari Cruz y a Jacinta no les da el ángel la comunión, y me dijo que no lo sabía que a lo mejor eran mejores y por eso no lo necesitaban..."

Ese día 18 de septiembre debió de ser el último en lucir el foco de Mari Cruz

(Pocos días más tarde, el doctor Puncernau tuvo una especial atención con Mari Cruz:

"Le di mi anillo de matrimonio para que lo diera a besar a la Virgen, como acostumbraba a hacer.

Ella muy contenta se puso mi aro en uno de sus dedos.

Pasaron tres días y Mari Cruz no tenía aparición, no entraba en trance. La noche del día que me debía marchar le dije: "Tendrás que devolverme el anillo, pues a las tres de la noche debo marcharme." –"Déjemelo un poco más..., a lo mejor esta noche tengo aparición." Se lo dejé.

Las otras tres entraron en éxtasis. Iban las tres andando en trance, cogidas del brazo. Mari Cruz se acercó, se cogió al brazo de una de las otras, levantó la cabeza y así anduvo diez o doce pasos, para ver si le prendía el trance también a ella. Pero no hubo trance. Se desenganchó triste; sin decir palabra me devolvió el anillo y se alejó cabizbaja. Explico esto para que se vea hasta qué punto el éxtasis venía cuando venía..., no cuando ellas querían.",

pues a partir de entonces da la impresión de quedar definitivamente apagado.

Leo en la ya citada carta de doña María Herrero de Gallardo, escrita en Santander el 7 de octubre:

"Fui a casa de Mari Cruz, a llevarle unos pasteles, y me dijo que levaba ya un mes sin ver a la Virgen..." Y el doctor Ortiz, que subió una vez más a Garabandal, con Plácido Ruiloba, el sábado día 24 de noviembre, anotó de ese día:

"Las tres niñas en éxtasis estuvieron cantando a la puerta de Mari Cruz: pedían que ésta volviera a ver a la Virgen...

Yo pregunté a Mari Cruz, delante de su madre, si seguía subiendo a rezar el rosario en el "cuadro" a las seis de la mañana.

–No; ahora lo rezo en casa.

–Pero, ¿no te mandó la Virgen rezarlo allí en la Calleja?

–Sí.

–¿Cómo no lo haces entonces?

Sin dejar hablar a la niña, intervino rápidamente su madre para decir que ella no se lo había quitado, que ella no le había dicho nada...

–Entonces –insistí yo, dirigiéndome a Mari Cruz–, ¿quién te ha quitado de ir allí? ¿Por qué no vas?

La niña se puso colorada, pero no contestó.

Más tarde estuve con Jacinta, y le pregunté por lo mismo, que si ella seguía yendo a la Calleja...

–Sí, voy todos los días a las seis de la mañana. Nunca he dejado de hacerlo. Un día se me ocurrió preguntar a la Virgen si podía cambiar la hora: me dijo que sí, que podía cambiarla; pero luego yo he preferido seguir como hasta aquí, no fuera a suceder que me pasase también a mí lo de Mari Cruz.

–¿Qué le ha pasado a Mari Cruz?

–Que en septiembre dejó de rezar el rosario como le había mandado la Virgen, en la calleja, y desde entonces ¡no la ha vuelto a ver!"

El foco de Mari Cruz quedó, pues, definitivamente apagado. ¿Es que, sin culpa de nadie, tenía que suceder así según los planes del cielo? ¿Es que hubo culpa por parte de alguien? Y si hubo culpa, ¿de quién fue?, ¿de la misma niña?, ¿de sus padres o familiares? No sé de nadie que esté en condiciones de dar cumplida respuesta a estas preguntas. Dejémoslo, entonces, al juicio de Dios, y no nos metamos en lo que no es de nuestra incumbencia... Pero esto no quiere decir que renunciemos a pensar sobre el asunto, buscando encontrar, como parece que lo hizo Jacinta, alguna saludable lección...

La misma Jacinta debió de temer por entonces que su propia "luz" fuera a extinguirse.

El mes de septiembre había empezado bien para ella, pues el 1 y el 2 la vemos en éxtasis al lado de sus compañeras. Pero siguió una semana entera sin aparición, y la pobre Jacinta, aunque silenciosamente resignada, debía de consumirse de deseos, de ansiedad y de preocupación. Así es como ella emprendió con sus hermanos, en la madrugada del día 8, aquella penosa peregrinación a la ermita de Nuestra Señora de la Luz, que ya hemos visto.

La peregrinación pareció tener efecto inmediato, pues al día siguiente, 9 de septiembre, anotó don Valentín:

 "A la salida del rosario, 8,30 de la tarde, quedan en éxtasis Conchita y Jacinta; van cogidas del brazo a casa de Loli..."

Pero fue como un favor aislado, pues el 7 de octubre volvió a anotar:

"Jacinta hace ya más de veinte días que no tiene aparición.

Lo que aquello suponía para la niña, puede colegirse de estas líneas que aparecen en la carta de doña María Herrero, escrita en Santander el mismo día 7 de octubre: "

De vuelta de casa de Mari Cruz, me encontré con Jacinta, enflaquecida y triste; me dijo que llevaba veintisiete días sin ver a la Virgen, desde la Natividad de María. Yo creo que nunca ha estado tanto tiempo sin verla. Le di los pasteles: me los tomó; pero estuvo algún tiempo con ellos en las manos como sin saber qué hacer, con una expresión de tristeza que me impresionó."

En el caso de Jacinta, con gran consuelo para ella, todo quedó en prueba y susto... El día 8 de octubre anotaba don Valentín:

"Tuvo aparición Jacinta, después de un mes de no tenerla";

 y posteriormente añadió:

 "También la tuvo los días 9, 11, 13 y 14."

 Por su parte, Maximina decía a doña Eloísa de la Roza Velarde, cuñada del doctor Ortiz, en carta del 8 de noviembre:

"Las apariciones siguen igual que siempre, no veo por ahora nada de extraordinario. Loli sigue teniendo aparición todos los días, ordinariamente a eso de las cuatro o cinco de la madrugada. Conchita la tiene los cuatro días a la semana que ya se sabe (martes y miércoles, sábados y domingos), frecuentemente también a esa hora de la madrugada, y casi siempre sale por la calle. Jacinta también tiene aparición muchos días. Pero Mari Cruz no ha vuelto a tener desde hace meses. Y ya saben lo que hacen cuando tienen aparición: rezar rosarios y dar vueltas por el pueblo..."

 

* * *

 

El misterio, pues, de Garabandal seguía su marcha... Casi monótonamente, desconcertando a muchos, ilusionando a no pocos. ¿En qué pararía aquello?

Una de las protagonistas quedaba ya fuera –aparentemente, al menos– del proceso. Otra tenía largos eclipses... Pero la cosa, en su conjunto, no decaía, sino que parecía afirmarse, y hasta con una mayor pujanza.

Sí, ¿en qué pararía aquello?, ¿cuánto duraría aún?, ¿cuál sería su final desenlace?

Por de ponto, una cosa importante podía darse ya por segura: se iba hacia un milagro, un milagro excepcional.

El horizonte se iluminaba.

435-445

A. M. D. G.