Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 83

 

D. Plácido Ruiloba Arias
Testigo de las Apariciones.

 

Plácido, al lado de Conchita, grabando su diálogo
durante el segundo mensaje del año 1965.

 

 

Una de las fotos mas conocidas de Plácido es la de 1965 grabando el diálogo de Conchita con San Miguel Arcángel durante el Segundo Mensaje.

D. Plácido Ruiloba subió de Santander a Garabandal en numerosas ocasiones desde junio de 1961. Con su magnetófono grabó los diálogos de las niñas en éxtasis con la Santísima Virgen, el rezo del Rosario, cánticos y testimonios.

Como testigo nos relata algunos sucesos singulares que él vivió personalmente.

 

La Santísima Virgen disipa mis dudas.

Dice D. Plácido:

Estaba un día muy preocupado por un hecho negativo, del cual ya no me acuerdo, y me dirigía al pueblo al cual llegué anochecido. Las niñas se encontraban entonces en éxtasis.

Me retiré a un rincón, acosado por mis dudas, y me dije:

-- Señora para que yo crea que todo esto viene de Ti, haz que permaneciendo en este rincón tan apartado, sin que las niñas lo sepan, una de ellas venga a darme a besar el crucifijo.

Desde donde me encontraba, podía ver una parte de lo que ocurría a mi alrededor sin ser visto. Las niñas salieron del éxtasis sin que nadie hubiera notado mi presencia.

Conchita entró en su casa, donde habitualmente salía entonces de su éxtasis. Experimenté una gran decepción y me dije que mi plegaria a la Virgen no había sido atendida. Así que mis dudas tenían fundamento.

Mientras reflexionaba, vi a varias personas salir rápidamente de casa de Conchita seguidas inmediatamente por la niña. Esta se dirigió hacia mi, que permanecía en aquel rincón que se hallaba a un nivel inferior, junto a la fuente.

La fuente junto a la casa de Conchita.

 

Esta fuente es muy bien conocida por los visitantes. Es un buen lugar para ocultarse, sobre todo por la noche, a causa de la sombra que hay allí.

Conchita me dio el crucifijo a besar tres veces, lo que produjo en mi una gran tranquilidad y disipó las dudas que tenía en aquel momento.

 

La historia del Crucifijo.

Otra noche ocurrió una cosa verdaderamente extraordinaria:

El pueblo, que no tenía ninguna clase de empedrado, se había convertido aquella tarde en un cenagal como ocurría regularmente después de una buena lluvia.

Mari Loli, Jacinta y Conchita estaban en éxtasis. Como otras veces, iban andando con los ojos fijos en el cielo. Cada una de ellas apretaba fuertemente un crucifijo. Conchita iba en medio. De su mano se desprendió el Crucifijo. Sin embargo continuaron su camino unos veinticinco o treinta metros y se oyó decir a Conchita:

-- ¡Ah!, ¿tengo que recogerlo? Dime entonces donde está.

 

Conchita, en éxtasis, con el Crucifijo
seguida de su madre y otras vecinas del pueblo.

 

Entonces las tres niñas andaron hacia atrás hasta el lugar donde había caído el crucifijo. Estas marchas hacia atrás no eran raras. Conchita, con los ojos fijos en el cenit, hizo una leve inclinación, bajó la mano hacia el suelo, hasta que ésta estuvo a unos 50 centímetros del suelo.

Fue entonces cuando ante los atentos y estupefactos ojos de todos nosotros los que la observábamos, el crucifijo salió solo por si mismo del barro y se elevó hasta la mano de la niña que lo agarró enseguida con las dos manos mientras que continuaba su éxtasis.

Cuando acabó el éxtasis, me acerqué a la niña para examinar sus manos. Puedo afirmar que lo hice inmediatamente de acabar el éxtasis. Ahora bien, ni las manos ni el crucifijo tenían la menor traza de barro.

Estoy dispuesto a firmar esto, y debo decir que fue visto por otras muchas personas entre las que se encontraba doña Daniela Cuenca de Los Corrales de Buelna.

 

La niña no se mojaba con la lluvia.

Ocurrió otra cosa en el curso de una malísima noche. Llovía a torrentes. Jacinta cayó en éxtasis y yo me ofrecí para acompañarla solo. Se me aceptó y aproveché para hacer una prueba.

La niña, como siempre, andaba con la cabeza inclinada hacia atrás, las manos muy apretadas sobre un crucifijo. Sólo íbamos la niña y yo. Yo la protegía con un paraguas de esos que llamamos familiares, prestado por una señora del pueblo.

Mi brazo, sosteniendo el paraguas, pasaba sobre los hombros de la niña y me dije que quizás podría conducirla a mi gusto. Mis dudas me ayudaban, y teniendo en cuenta la gran oscuridad, la lluvia que caía, el paraguas que nos tapaba la visión, yo me repetía que si, que podría conducirla a donde quisiera.

Pero constaté que no, y que sin duda de ninguna especie, la niña continuaba llevando otro camino completamente distinto del que yo intentaba imponerle.

Terminé por decirme que, decididamente, esta niña que elevaba los ojos en un ángulo increíble, debía ir tras una luz que yo no percibía. Como el éxtasis se prolongaba y el camino se volvía impracticable, mi brazo se fatigaba de sostener el paraguas, lo cerré aunque la lluvia continuaba sin cesar, y la acompañé todavía durante veinte minutos, de suerte que yo iba empapado como una sopa. Mis pies nadaban dentro de los zapatos.

Al cabo de veinte minutos, pasamos ante una casa iluminada por una pequeña bombilla eléctrica, lo que me permitió constatar con estupor que los hombros y la cabeza de la niña estaban completamente secas.

Con el fin de asegurarme mejor, pasé mi mano mojada tres veces sobre sus cabellos, y mi mano se secaba como con una toalla. Todo esto, lo afirmo y estoy dispuesto a jurarlo con la mano sobre los Santos Evangelios.

 

P. Eusebio García de Pesquera O.F.M., D. Plácido Ruiloba y P. Ramón Andréu S.J. que se citan en varios capítulos de esta historia.

 

¡La veo a Ella!

Dice Plácido:

Le pregunté un día a Mari Loli qué era lo que veía durante los éxtasis o visiones en su casa, pues los techos de la misma son relativamente bajos y poco a propósito para permitir a nadie éxtasis mirando hacia arriba.

Me dijo Mari Loli:

-- Cuando veo a la Virgen, no veo el techo de mi casa, ¡la veo a Ella!, rodeada de una gran luz.

Le pregunté también, si la Virgen se inclinaba para besar los objetos que le ofrecían, y la niña me dijo que:

-- La Virgen no se doblaba inclinándose, sino que descendía suavemente de su altura hasta que los objetos le quedaban frente a los labios.

 

La Santísima Virgen anuncia un gran Milagro.

En la noche del sábado 24 al domingo 25 de noviembre de 1962 hubo varios éxtasis que el señor Ruiloba recogió en su magnetófono. En el último de Conchita, a las siete de la madrugada, se habla del milagro, que luego confirmó la niña después del éxtasis:

-- Que el milagro será a las 8:30 de la tarde.

-- Que se verá en el cielo, y tan claro, que no habrá duda de que viene de Dios.

-- Que sanarán los enfermos que suban ese día.

 

Dice Conchita en su diario:

La Virgen Santísima me ha anunciado un gran milagro que Dios Nuestro Señor hará por intercesión de Ella. Como el castigo es muy, muy grande, como lo merecemos, el milagro también es inmensamente grande, como el mundo lo necesita.

A mi me ha dicho la Virgen la fecha del milagro y en qué va a consistir y ocho días antes tengo que decirlo a la gente para que venga. El Papa lo verá desde donde esté y el Padre Pío. Los enfermos que asistan a él sanarán, los pecadores se convertirán, y no quedará duda a quien vea este gran milagro que Dios Nuestro Señor por intercesión de la Virgen hará.

Ahora, todos esperando este gran día del milagro a ver si el mundo cambia y el castigo no viene.

 

Fragmento del diario de Conchita donde se habla del Milagro.

 

Dice una carta de Maximina del 25 de noviembre:

Hoy, a las 7 y media de la mañana, tuvo Conchita aparición, y le dijo la Virgen que será el Milagro a las 8 y media de la tarde, y que sanarán los enfermos y que veríamos el Milagro todos los que estemos en el pueblo, aunque estemos por las afueras, siendo que estemos a la vista del pueblo, porque el Milagro se verá en el cielo.

Hemos estado nevados, y ¡si vieras cómo andaban de rodillas las niñas por la cuesta de los Pinos, para atrás, por todos los escajos y por toda la nieve! Daba pena verlas; y, además, granizaba mucho y con viento, un frío terrible ...

D. Celestino Ortiz, que estaba allí este día, dice que después del éxtasis, la niña estaba radiante de alegría. Insistimos para que nos diese la fecha del milagro; pero nos dijo que no había llegado el momento, que tuviéramos paciencia; sólo podía decir la fecha ocho días antes, pero el milagro venía de seguro, porque lo había dicho la Virgen, y Ella no puede mentir.

Se lee en las notas de don Valentín, el párroco:

En las primeras horas de esta mañana, 25 de noviembre, ha tenido Conchita un éxtasis en el que dijo que el milagro se realizará a las 8:30 de la tarde, la misma hora en que ocurrió la primera aparición del ángel, el 18 de junio de 1961; también dijo que durante el milagro curarán los enfermos.

Conchita dice en su diario:

Yo también he dudado un poco de que el milagro vendría. Y un día, estando en mi habitación, dudando de si vendría el milagro, oí una voz que decía:

-- Conchita, no dudes que mi Hijo hará un milagro.

Yo lo sentí en mi interior; pero tan claro como si fuera por los oídos; o mejor aún. Era sin palabras. ¡Me dejó una paz, una alegría! Más que cuando la veía a la Virgen.

 

Plácido, primer confidente de las locuciones.

Dice Conchita en su diario, sobre esta locución de la Virgen:

-- Y yo, al primero que se lo he dicho, fue a Plácido y luego él ya se lo dijo a más.

Se llaman locuciones. Y se pueden llamar voz de alegría, voz de felicidad, voz de paz. Y entonces, no he vuelto a dudar nada. Pero pasaban los días y ¡que ya no me volvieron a hablar! A mí me daba una pena. Pero yo lo comprendía: ¿cómo Dios me iba a dar tanta felicidad, tan a menudo, sin merecerlo?

Me han hecho mucho bien las locuciones. Mucho, mucho. Porque era como si la Santísima Virgen estuviera dentro de mí. ¡Qué felicidad!...

Prefiero la locución antes que las apariciones, porque en la locución la tengo en mí misma. ¡Ay! ¡Qué feliz, con la Santísima Virgen en mí! ¡Y qué vergüenza, ser tan mala! Pero esto es el mundo.

 

La fecha del Milagro.

Don Plácido Ruiloba, el miércoles 16 de enero de 1963 le pregunta a Conchita sobre una carta que la niña escribió a su Obispo:

-- ¿Le ponías la fecha del milagro? 

-- No, porque entonces no la sabía.

-- ¿Y desde cuándo la sabes, desde la semana pasada?

-- No, desde ésta.

 

Dice Maximina en una carta del martes 15 de enero de 1963:

Conchita, viene donde mí y me dice:

-- Mira, tita, no se lo digas ni a mi  mamá; pero hoy me dijo ya el Ángel la fecha del milagro ... Yo al Obispo, le dije en qué va a consistir, no la fecha, y otras cosas.

Esta fecha de que habla Conchita se refiere a un acontecimiento que va a suceder en la Iglesia poco antes del Milagro pero además de esto ella supo de la Virgen la fecha exacta, "día-mes-año" del Milagro.

La "primera" fecha,"el acontecimiento", lo ha dicho a mas personas, entre ellos su hermano Serafín, pero la fecha exacta "día-mes-año", nunca la ha dicho a nadie. Así lo ha declarado Conchita años después durante una entrevista.

 

Vivencias inolvidables.

Plácido contó un día al doctor Ortiz que al principio de las apariciones, una de las niñas, después del éxtasis, le había hablado del estado de su conciencia como si lo estuviera leyendo. Y su mujer, Lucita, añadió que a partir de entonces había cambiado muchísimo.

Aquella petición a la Santísima Virgen:

-- Señora para que yo crea que todo esto viene de Ti, haz que permaneciendo en este rincón tan apartado, sin que las niñas lo sepan, una de ellas venga a darme a besar el crucifijo.

Y la respuesta de la Señora.

Conchita me dio el crucifijo a besar tres veces, lo que produjo en mi una gran tranquilidad y disipó las dudas que tenía en aquel momento.

Fue una respuesta maravillosa de la Santísima Virgen.

 

A. M. D. G.

 


 

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