Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal
Capítulo 158
Una estampa de la Virgen de Garabandal
viaja a la Luna.
El viaje se inició el día 16 de Julio de 1969, día de Nuestra Señora del Carmen. A su llegada a la Luna, Buzz Aldrin comulgó en Acción de Gracias a Dios.
Neil Armstrong, cumpliendo los deseos de su esposa, depositó una estampa de la Santísima Virgen del Carmen de Garabandal en la Luna.
El Padre Ramón María Andréu, jesuita, testigo excepcional de numerosos éxtasis de las niñas de Garabandal, tiene un gran amistad con Neil Armstrong.
Neil Armstrong cumpliendo los deseos de su esposa, muy devota de la Virgen del Carmen de Garabandal, los del Padre Ramón y los de otro religioso Carmelita, depositó una estampa de la Virgen de Garabandal en la Luna.
Tres de los cuatro hermanos jesuitas, de izquierda a derecha
los padres: Alejandro, Ramón y Luis con su madre.
Neil Alden Armstrong nació el 5 de agosto de 1930, en la granja de su abuelo, en Ohio.
El 20 de julio de 1969, Armstrong, como comandante de la misión lunar Apolo XI, pisó la Luna por primera vez. Sus compañeros en la misión fueron Edwin E. Aldrin, y Michael Collins. Edwin E. Aldrin es más conocido como Buzz Aldrin.
La crónica del viaje de ida y vuelta a la Luna se vivió con nervios a pesar de tantos medios técnicos.
El Apolo XI despega hacia la Luna, propulsado por un cohete Saturno.
Un mal sueño nubla los pensamientos de Michael Collins la noche antes del despegue:
Sus compañeros de viaje, Armstrong y Aldrin, se quedan en la Luna, incapaces de remontar el vuelo, y él contempla impotente la escena desde el módulo principal, orbitando alrededor del satélite y esperando inútilmente hasta el último momento.
«Comandante Collins, aquí Houston. Olvídese de la tripulación y salve su propia vida. Regrese al planeta Tierra usted solo».
Collins despierta del mal sueño con un sudor frío que le acompaña hasta la cabina de mando del Apolo XI:
«Hay tantas cosas que nos pueden salir mal...»
Armstrong y Aldrin son optimistas. Con sus ilusiones y sus miedos, los tres astronautas se dejan encapsular allá en lo alto del cohete Saturno, a la altura de un piso 40, la vista puesta en el cielo.
Durante los tres días que dura el viaje es la fragilidad humana la que toma asiento junto a Collins, Armstrong y Aldrin. El suspense se apodera del último rincón del globo cuando llega la hora tan deseada por el comandante Collins:
El Apolo XI entra en órbita lunar, y es entonces cuando Armstrong y Aldrin abandonan sus puestos en el módulo de mando y se instalan en el Eagle, el módulo lunar que deberá llevarles hasta la superficie de la Luna.
A Michael Collins le tiembla el pulso cuando tiene que desprenderse del Eagle. El comandante se queda solo, flotando a 100 kilómetros de altura, mientras sus compañeros descienden sobre aquella bola inhóspita, grisácea y llena de cráteres.
La Virgen de Garabandal les ayuda a alunizar.
A los pocos minutos, se disparan las alarmas del Eagle, y el centro de control de Houston está a punto de abortar la maniobra y ordenar la marcha atrás. Steve Balder, jovencísimo técnico de programación, asume con nervios de acero el mando y tranquiliza desde Tierra a la tripulación:
«El problema está en el sistema informatizado de navegación, que sufre una sobrecarga pero seguirá funcionando. ¡Seguimos adelante!».
Poco tiempo después Armstrong y Aldrin descubren estupefactos que el piloto automático les está llevando de cabeza hacia un campo de cantos rodados en las inmediaciones de un cráter. Aldrin decide tomar el timón de la nave, y, con la destreza de un piloto de helicópteros, maniobra a la busca de un claro en medio de una densa neblina de polvo lunar. El combustible de los retrocohetes es muy limitado y la propulsión levanta mucho polvo que impide la visión.
En Houston vuelve a cundir el pánico:
Aldrin necesita encontrar urgentemente un punto de alunizaje o se quedará sin combustible. Finalmente se escucha:
«Houston, aquí la Base de la Tranquilidad: el Eagle acaba de tocar la Luna».
La voz reconfortante de Armstrong llega por radio en el último momento, cuando faltan exactamente 45 segundos para que se agote el combustible.
Aldrin y Armstrong se olvidan pronto del susto y están impacientes por salir, pero en Houston tienen otros planes: dos horas de comprobaciones rutinarias, un almuerzo y cinco horas de descanso. Los astronautas no están para siestas; en Houston son comprensivos, y al cabo de tres horas y media, Neil Armstrong ya tiene el pie puesto en la escalerilla y la cámara fotográfica lista.
Armstrong arranca con la incertidumbre de un niño que empieza a caminar, y a los pocos segundos es ya otro niño más crecido y juguetón, retozando de júbilo e ingravidez. Aldrin llega a su lado al cabo de 18 minutos.
Dos horas y media dura la primera excursión lunar:
Armstrong pudo así depositar la imagen de la Santísima Virgen de Garabandal y emprender luego las tareas asignadas de recogida de polvo y piedras, medición de la actividad sísmica, instalación de un reflector de rayos láser y la bandera de barras y estrellas.
Poco después el presidente Nixon dice:
«Para todos los americanos, éste es el día más orgulloso de nuestras vidas»
Armstrong le corrige:
«Es un gran honor y un privilegio representar no sólo a los Estados Unidos, sino a todos los hombres de paz del resto de las naciones».
Son, en España, las diez y diecisiete minutos de la noche de un 20 de julio de 1969.
Buzz Aldrin comulgó, en acción de Gracias a Dios, dentro
del módulo lunar, después de posarse este sobre la Luna.
Testimonio de María Josefa Villa.
El 20 de julio de 1994 me comunicaron que una estampa o pequeña estatuilla de nuestra querida Madre la Virgen del Carmen de Garabandal había sido depositada en la Luna por un astronauta.
Uno de los astronautas en su viaje lunar depositó a su llegada a la Luna, sobre el suelo de ésta, el objeto que portaba: la estampa o estatuilla de nuestra Virgen que le había dado su esposa, con el encargo de que fuera depositada sobre aquel suelo. Su esposa, al parecer, es muy devota de la Virgen del Carmen de Garabandal.
Todo esto que relato lo he indagado y, efectivamente, la estatuilla o estampa fue dada por un religioso Carmelita que residía en esos momentos en EE.UU. y que más tarde fue trasladado como superior a un convento de su orden situado en el norte de España.
Este Padre ya ha fallecido y en conversación que mantuve con el Superior actual de ese mismo convento me dijo:
"Yo he oído hablar de ello aquí en el colegio, tengo el nombre de este padre pero no puedo por el momento hacerlo público, sólo la noticia".
A otro de los integrantes de ese mismo vuelo, católico, un obispo le autorizó a llevar una Sagrada Forma Consagrada para tomar la comunión en la Luna, como autorizan a los misioneros y misioneras seglares católicos cuando están desempeñando estos cometidos y se encuentran solos; de esta forma este astronauta comulgó en la luna.
Su esposa le había entregado la imagen de la Virgen del Carmen de Garabandal, no solo para depositarla allí, sino también para que le acompañase, ya que ella no lo podía hacer.
Esta fue la primera noticia que recibimos, la cual nos llenó de alegría, pensando que sobre el suelo de la luna también se encuentra algo que representa a nuestra querida Madre de Garabandal.
Ya sé que los católicos, por medio de nuestra fe, tenemos que pensar que para Dios y la Virgen esto no es nada nuevo, pues están en todas partes, por muy lejanas que se encuentren. Pero a pesar de ello nos resulta extraordinario y nos llena de alegría.
Quién nos iba a decir que una pequeña imagen de la Virgen de Garabandal iba a ser depositada sobre el frío suelo lunar, inhóspito y deshabitado y también que hasta la luna iba a llegar el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo para ser tomado en Comunión.
Esta noticia ya se dio a conocer en su día en un diario español de ámbito provincial. Es un dato más para que las personas pensemos y meditemos que en esta vida no ocurre nada sin que de, una forma u otra, Dios esté presente.
A. M. D. G.