Las Apariciones de la Santísima Virgen María en San Sebastián de Garabandal

Capítulo 193

 

Conchita dijo la verdad.

La Virgen dijo que el lugar de los Pinos es Santo
 porque Dios dejará aquí una Señal de su Presencia.

 

En los Pinos se siente la presencia de Nuestra Bendita Madre porque es un lugar que ha sido escogido por Dios. En tiempos de Serafín, el abuelo materno de Conchita, se hizo esta plantación, en 1925, cuando era presidente de la junta vecinal. Bendecidos entonces por el párroco don Angel Cosío, fueron especialmente los niños de Primera Comunión los que intervinieron en esta plantación. Desde entonces Dios ama mucho este lugar que le fue consagrado y ya desde entonces tiene relación con la Eucaristía.

 

Antonia González, tía de Conchita, testificó que:

En una ocasión, estábamos la madre y los familiares, en casa de Conchita y Conchita dijo: nosotras mismas lo hemos de negar y nos hemos de contradecir todos. Entonces será cuando vendrá el Milagro.

Yo (Antonia), le oí a Conchita en éxtasis:

-- Cuando dejen de subir todos, cuando no lo crea nadie, ¿entonces harás el Milagro?... entonces vendrá el Milagro... cuando todo el mundo deje de creer; ni los sacerdotes lo creerán, ni nadie lo creerá,... ¿entonces vendrá el Milagro?.

 Esto lo he oído yo: nosotras mismas nos hemos de contradecir, las familias, etc. Eso lo he oído yo en casa de Conchita, eso es cierto.

Una noche, en casa de Ceferino, oí que hablaban con el Padre Andréu. Yo estaba allí y esa noche decían:

-- ¿Se unirán las iglesias?, ... las iglesias se unirán.

Decían que se llegarían a unir las iglesias. Eso decían, estando ellas en éxtasis; y que si no nos enmendamos, eso también lo oí, se apoderaría Rusia de todo. Las niñas dijeron eso, en éxtasis, eso lo oí yo (Antonia): que vendrían unos castigos muy grandes.

 

El Papa Juan Pablo II ha dicho públicamente lo siguiente en 1980:

"Debemos estar preparados para enfrentar grandes pruebas, que podrían exigir también el sacrificio de la propia vida por Cristo. Las pruebas podrían ser atenuadas por medio de sus oraciones y de las nuestras, pero no podrán evitarse, porque solamente por este medio podrá llevarse a cabo una verdadera renovación de la Iglesia, tal como ya ha ocurrido muchas veces que la Iglesia surgió de nuevo por medio de la sangre.

Tampoco será diferente en esta ocasión. Seamos fuertes y preparémonos, teniendo fe en Cristo y en su Madre. Oremos mucho y recemos con frecuencia el Santo Rosario".

 

Esto que dijo el Papa Juan Pablo II lo vivió él mismo en mayo de 1981 durante el atentado en el que le fue preservada la vida y se puede decir que toda su vida fue una oblación a Dios pidiendo Misericordia. Murió el 2 de Abril del 2005, en la Vigilia de la Misericordia Divina, un Primer Sábado de mes; el sábado anterior al Segundo Domingo de Pascua o de la Misericordia Divina, festividad que el mismo instituyó. Y entre las frases que dejó escritas para este día pedía a Dios así:

-- Ten Misericordia de Nosotros y del Mundo entero.

 

Los individuos, familias, pueblos y naciones que se entreguen por completo en manos de la Misericordia Divina del Corazón de Jesús y se pongan bajo la protección de su Madre Santísima porque creen en Ella y en sus Apariciones, tendrán una especial protección en esta vida pero sobre todo en orden a la salvación de las almas.

 También Conchita quedó desconcertada con la noticia de la muerte del P. Pío, que debía "ver el Milagro". Pero unas semanas más tarde, el 16 de octubre de 1968, casi al anochecer, llegó a Garabandal un telegrama, que procedía de Lourdes y llevaba el nombre de una señora de Roma, a quien Conchita conocía; el telegrama urgía a ésta a ponerse inmediatamente en camino, para recibir algo de parte del P. Pío.

El Padre Alfred Combe y Bernard L'Huillier de Francia estaban en ese momento en el pueblo y accedieron a llevar a Conchita y a su madre a Lourdes. Partieron esa misma noche. Con el afán, Conchita olvidó su pasaporte. Al llegar a la frontera fueron detenidos durante seis horas, y sólo gracias a un pasaporte especial, firmado por el Gobernador militar de Irún, pudieron pasar la frontera hacia Francia.

En Lourdes se entrevistaron con los emisarios del Padre Pío de Italia, entre los cuales estaba el Padre Bernardino Cennamo, O.F.M. El Padre Cennamo no era realmente de San Giovanni Rotondo, sino que pertenecía a otro monasterio. Era, sin embargo, bien conocido por el Padre Pío y por el Padre Pellegrino; éste último fue quien cuidó al Padre Pío durante sus últimos años y quien escribió la nota para Conchita dictada por el Padre Pío.

El Padre Cennamo dijo a Conchita que no había creído en las apariciones de Garabandal hasta que el Padre Pío le pidió darle el velo que cubriría su cara después de su muerte. El velo y la carta fueron entregados a Conchita, quien preguntó al Padre Cennamo:

-- «¿Por qué la Virgen me dijo que el Padre Pío iba a ver el Milagro y él ha muerto?»

El Padre le respondió:

-- «El P. Pío vio el Milagro antes de morir. Me lo dijo él mismo.»

Al regresar a casa, Conchita decidió escribir esto. Dice Conchita:

... Tenía el velo ante mis ojos mientras escribía cuando, de repente, toda la habitación se llenó con una fragancia. Había oído sobre las fragancias del Padre Pío, pero nunca les había dado mayor importancia. El cuarto entero olía con un perfume tan fuerte que comencé a llorar. Era la primera vez que me sucedió esto que ocurrió después de su muerte.

 

Hay una cinta magnetofónica, grabada por don Plácido Ruiloba en Garabandal el 16 de enero de 1963 en la que se le pregunta a Conchita por una carta que la niña decía haber escrito al Obispo:

-- ¿Le ponías la fecha del milagro?

-- No, porque entonces no la sabía.

-- ¿Y desde cuándo la sabes, desde la semana pasada?

-- No, desde ésta.

 

En una carta de Maximina del 15 de enero de 1963 dice:

"Conchita me dijo que Hoy le dijo el Ángel la fecha del milagro. Lo sabe ella y el hermano mayor nada más".

Dijo Conchita a su hermano Serafín en este mes de Enero de 1963:

-- Para que veas que todo ha sido verdad, la Virgen me ha dicho que yo te diga esto...

Y le habló del Milagro, y le explicó en qué va a consistir. Conchita se lo puso luego brevemente por escrito, al dorso de una estampa del Niño Jesús. Le dijo que ocurrirá cuando se produzca un determinado acontecimiento en la Iglesia, que también le explicó. Sólo en este sentido supo Serafín la fecha del Milagro.

 

El Papa Juan Pablo II, con relación a profecías y anuncios de catástrofes, dijo durante un encuentro:

-- nunca debemos pensar que es inútil hacer algo para mejorar la situación del mundo. 

El Papa tomó el Rosario y dijo:

-- "¡Aquí está el remedio para esta enfermedad!. ¡Oren, oren y no hagan mas preguntas!. ¡Encomienden el resto a Nuestra Señora!".

 

Dice Conchita:

Yo con mucha emoción le iba pidiendo más a Jesús y le decía:

-- ¿Para qué viene el milagro?, ¿Para convertir a mucha gente?,

Y Él me contestó:

-- Para convertir al mundo entero.

¿Se convertirá Rusia?.

-- También se convertirá, y así "todos amarán a Nuestros Corazones".

¿Por qué vienes a mi pobre corazón sin merecerlo?.

-- Si no vengo por ti, vengo por todos.

 

 

San Juan Bosco vio a la Iglesia como un gran buque que, asediado por todas partes, estaba a punto de perecer, pero vio un Papa que lo amarró a los dos pilares que emergieron del mar, la Santísima Eucaristía y la Virgen María. Todos los que la asediaban y los que no siguieron a la Barca de Pedro se dispersaron y perecieron y la verdadera Iglesia se renovó mas gloriosa que nunca y tajo al mundo la PAZ.

El Papa Juan Pablo II fue quien proclamó el año del Rosario y el año de la Eucaristía con una confianza plena de que Dios, por medio de su Santísima Madre y por la Santísima Eucaristía renovará la Iglesia.

Dice el Papa Juan Pablo II en su carta encíclica "ECCLESIA DE EUCHARISTIA" :

-- el Sacrificio eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana». «La sagrada Eucaristía, en efecto, contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan de Vida, que da la vida a los hombres por medio del Espíritu Santo». Por tanto la mirada de la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en el Sacramento del altar, en el cual descubre la plena manifestación de su inmenso amor.

Estos dos pilares de nuestra fe se ponen de manifiesto de modo especial en las Apariciones de Garabandal: la Eucaristía y la Virgen María, el rezo del Rosario, las Visitas al Santísimo, las Comuniones de manos del Ángel cuando no había sacerdotes en el pueblo, todo ello forma parte de la vida cotidiana que la Santísima Virgen vivió con las niñas videntes.

Una atención especial de la Santísima Virgen fue para los Sacerdotes. Pedía a las niñas que rezasen mucho por ellos para que fuesen Santos y decía:

-- Que al rezar por los Sacerdotes se reza por todos.

Veía en ellos a su mismo Hijo, y de ahí la importancia de que sean otros Cristo en la tierra.

 

 

Las Apariciones de la Santísima Virgen en Garabandal son un don inestimable de Dios que enviándonos a su Madre y por medio de Ella, Jesús su Hijo traerá la PAZ y la felicidad al mundo.

Así lo vivieron la niñas videntes durante las Apariciones, que dejaron una huella inolvidable en sus almas.

Dice Conchita:

La primera vez que vimos a la Virgen, se nos apareció de repente.

-- Venía con dos Ángeles y el Niño Jesús, y había un Ojo encima de todos, con mucha luz.

Siempre se nos aparecía de repente, solo que unas veces traía el Niño y otras no. Su postura más habitual era estar con los brazos abiertos y extendidos, mirándonos:

-- Sus ojos eran negros, ¡muy dulces y misericordiosos!, más bien grandes. Parecía como si no mirara a la cara, ni al cuerpo, ¡sino al alma!.

Su mirada es muy difícil de describir.

-- Hace a uno amarla más y pensar más en Ella. Mirándola a la cara, nos hace felices del todo, y mirándonos Ella, todavía más. Cuando nos hablaba, nos miraba, y también cambiaba de mirada durante la conversación.

Su voz:

-- es muy dulce y armoniosa, se oye por los oídos, aunque sus palabras penetran en el corazón; es como si metiera la voz dentro. ¡Hablaba con voz clarísima y dulcísima!.

Alguna vez se rió, además de sonreírse, que era lo habitual.

-- Se oía su risa, como sus palabras; pero la risa era más no sé qué que el habla. ¡No sé explicar su risa!. Nunca sabré explicarla, era muy hermosa.

Nos besaba casi todos los días, y salía de Ella. Eran besos de despedida en ambas mejillas. Alguna vez le pedí que me dejara besarla, y otras veces la he besado sin pedírselo.

Cuando terminaba de ver a la Virgen:

-- Salía como del Cielo, con muchas ganas de amar a Jesús y a María, y de decir de Ellos a la gente, ya que eso es lo único que nos puede alegrar: hablar y escuchar de la Virgen.

¡Quién viviera en aquellos tiempos que veíamos a la Virgen tantas veces!. Aunque tuviéramos que quedarnos sin dormir, no nos importaba. ¡Éramos muy felices!.

La Virgen, muchas veces, no nos miraba precisamente a nosotras, sino más lejos, a la gente que había detrás. Cambiaba a veces de semblante; pero sin dejar de sonreír. Yo le preguntaba:

-- ¿A quién miras?.

Ella me decía:

-- Miro a mis hijos.

Conchita sentía a la Virgen tan suya que una vez le presentaron una estampa que trataba de reproducir a la Virgen aparecida en Garabandal y dijo:

-- ¡Pobrecita!. ¡Cómo me la han puesto!.

Exclamó Conchita, porque se parecía muy poco a Ella.

La Virgen nos enseñó a rezar la letanía y los misterios del rosario, que no los sabíamos. Ella sólo rezaba el Gloria; si empezó con los otros rezos, fue para enseñarnos.

Siempre que rezábamos el Gloria, la Virgen inclinaba la cabeza.

Nos dijo en una ocasión:

-- Lo que más agrada a Dios es la humildad, lo que más le desagrada es la soberbia.

No nos dábamos cuenta por donde íbamos a menos que la Virgen nos lo dijese:

-- nosotras ¡estábamos con la Virgen!, y seguíamos la conversación o la comunicación con Ella, sin saber si corríamos o no, si estábamos de rodillas o tendidas por el suelo.

Íbamos con frecuencia a la Iglesia:

-- Porque a la Virgen le gusta ir a donde está Jesús, su Hijo.

 

A. M. D. G.

 


 

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